Usted está aquí: lunes 7 de marzo de 2005 Opinión APRENDIENDO A MORIR

APRENDIENDO A MORIR

Hernán González G.

Ventilar el tabú

EN SU INTELIGENTE ensayo Morir con dignidad. Un alegato a favor de la responsabilidad (Madrid: Trotta, 2004), el teólogo suizo Hans Küng, a quien en 1979 el Vaticano le retiró la licencia eclesiástica para enseñar, aunque no la libertad de pensar por sí mismo, supone que "si Dios ha confiado la vida entera a la responsabilidad del ser humano, entonces esa responsabilidad ha de ejercerla también sobre la fase final de su vida".

REPRODUCTORA CONVENENCIERA DE estereotipos y reglas de juego provechosos al orden establecido, la industria cinematográfica sólo por excepción se anima a poner el dedo en la llaga, en los tabúes, en lo oficial y tradicionalmente prohibido; en la transgresión. Incesto, homosexualidad, aborto, bestialismo, excrementos y otras secreciones, o el derecho a disponer voluntariamente de la propia vida, apenas son expuestos en el cine, preocupado por apuntalar un sistema que lo privilegia.

A FALTA DE predicadores con mediana capacidad para amedrentar a los sencillos, las religiones no ponen reparos en que ahora sean las películas los portavoces de dogmas intemporales y del deber ser impuesto por las jerarquías. De ahí la importancia de que en años recientes algunos realizadores se atrevan a tocar temas tan escandalizantes para las buenas conciencias como eutanasia y suicidio asistido.

AUN EN CARTELERA, deben verse las oscarizadas cintas Mar adentro -premio a la mejor película extranjera-, del chileno-español Alejandro Amenábar, y, en un tono menor, la excesivamente premiada pero desigual Golpes del destino -mejor película, mejor dirección, mejor actriz y mejor actor de reparto-, del estadunidense Clint Eastwood, ya sin ninguna posibilidad de desvaquerizar sus propuestas.

JUNTO A LAS espléndidas actuaciones de Javier Bardem, Belén Rueda, Mabel Rivera, Lola Dueñas y Clara Segura, y un libérrimo guión del propio Amenábar y Mateo Gil, Mar adentro se premia por sí sola, dada la personalidad, inteligencia, lucidez y humor negro del personaje central, el tetrapléjico Ramón Sampedro, quien luego de tres décadas de permanecer paralizado en una cama y 25 de solicitar a las autoridades españolas el derecho a morir asistido, el 12 de enero de 1998 grabó en video su suicidio gracias a la ayuda de varios amigos que compartieron la responsabilidad, sin que a la postre las leyes españolas pudieran condenarlos. ¿Por qué?

PORQUE CUANDO LOS inculpados en asistir a Sampedro en su suicidio iban a ser juzgados, más de 12 mil españoles enviaron cartas a las autoridades, con su nombre y dirección, afirmando: "Yo también ayudé a morir a Ramón Sampedro", y los celosos pero impertinentes jueces hubieron de desistirse. La gran omisión de Mar adentro es esa saludable reacción que tuvo un sector de la sociedad y que a la postre le dio valor jurídico y político a la libre decisión de Sampedro. ¿Acaso con estas premiaciones querrá Hollywood aparentar su desaprobación al fundamentalismo demencial de Bush y asociados? A saber.

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