Usted está aquí: domingo 6 de marzo de 2005 Política Se desmoronó el panismo tradicional y avanzó la ideología de ultraderecha

Carlos Medina Plascencia anunció su retiro de la política "de grandes ligas"

Se desmoronó el panismo tradicional y avanzó la ideología de ultraderecha

BLANCHE PETRICH Y GEORGINA SALDIERNA

La maquinaria de las familias tradicionales y doctrinarias del Partido Acción Nacional (PAN) que apoyó la candidatura del diputado Carlos Medina Plascencia en la contienda por la presidencia partidista se desmoronó ayer, a las 19:30 horas, cuando Manuel Espino, panista sin abolengo pero con arrastre entre las nuevas generaciones de ultraderecha que ganan espacios en el blanquiazul, rebasó el mínimo de 189 votos, la mitad más uno del Consejo Nacional. Espino, duranguense de 46 años -27 de éstos de militancia panista-, consolidó poco después su ventaja con 196 sufragios.

Electo presidente del PAN para el periodo 2005-2008, lapso crítico para un panismo que pierde espacios, Espino Barrientos será el árbitro en la contienda por la candidatura presidencial. El administrador de empresas, a quien se le relaciona con El Yunque, organización de ultraderecha, había invocado en su discurso de presentación a los rivales políticos del PAN llamándolos "espíritus pigmeos encarnados".

Al ser declarado vencedor en la plenaria del Consejo Nacional, en presencia del presidente Vicente Fox, prometió empezar "mañana mismo" a trabajar por el triunfo electoral en 2006. Un grito reclamó: "¡Hoy!" Y los panistas corearon la nostálgica consigna de 2000: "¡Hoy, hoy, hoy!", frente a un panorama con sabor muy distinto al del triunfo de hace cinco años. En esos momentos ya ex presidente del PAN, Luis Felipe Bravo Mena había esbozado en cifras la brusca caída del partido en el poder.

Los 15 millones de votos que el PAN obtuvo ese año de la victoria y que sacaron al PRI de Los Pinos se habían reducido en las elecciones intermedias de 2003 a ocho millones. De las 203 curules conquistadas en la Cámara de Diputados en 2000, tres años después se perdieron 53. En las elecciones estatales recientes, el blanquiazul fue derrotado en Guerrero, Hidalgo y Nuevo León, y perdió 13 alcaldías en ciudades de importancia. Saldo amargo presentado en un discurso florido, plagado de autoelogios. Este es el legado que recibe Manuel Espino.

La derrota de Medina Plascencia

Por su parte, Medina Plascencia, operador de las elecciones de 2003, con dos décadas de pertenecer al PAN, se quedó en el camino con 175 sufragios, casi el mismo margen de pérdida (una veintena de boletas) que en su derrota anterior, en 2003, frente a Bravo Mena.

Para el ex gobernador de Guanajuato, quien había confiado su victoria al aval de tres de los cuatro aspirantes presidenciales -Felipe Calderón, Francisco Barrio y Alberto Cárdenas-, tres gobernadores y buena parte del gabinete, esta nueva derrota marcó un hito en su carrera política. Al concluir la segunda vuelta, el presidente saliente, Luis Felipe Bravo, recordó que el reglamento del PAN preveía para estos casos una tercera vuelta, en virtud de que ninguno de los contendientes había alcanzado dos terceras partes de la votación.

Medina pidió la palabra, tomó el micrófono y anunció, como se esperaba, que en cumplimiento de un pacto de caballeros declinaba en favor de quien había obtenido más de la mitad de los sufragios. Pero fue más allá. Anunció su alejamiento de la política "de grandes ligas", y aseguró que cuando concluya su periodo como senador se retirará a la vida privada, a su rancho La Florida, en León, al anónimo trabajo político como un militante más en el tercer distrito del PAN local.

Como señal inequívoca de la agria contienda omitió felicitar al vencedor. Es más, ni siquiera esperó el final de la sesión plenaria, a la que llegó el presidente Vicente Fox para levantar el brazo del nuevo presidente nacional del PAN. A diferencia del espíritu deportivo de los otros contrincantes, Alejandro Zapata Perogordo y Juan José Rodríguez Prats, Medina abandonó la plenaria desencajado y en medio de empellones. Su familia y amigos más cercanos lo seguían pasos atrás, abrazados y llorando a lágrima viva.

Su desazón se acentuó al pasar al lado de un grupo de jóvenes con estatura de basquetbolistas, todos uniformados con camisetas espinistas, quienes gritaban a través de sus celulares a sus interlocutores en Hermosillo y Ciudad Obregón: "¡Que se sepa por allá! ¡Ya ganamos!" Eran parte de la banda de Espino, avecindado en Sonora y miembro del comité distrital de la capital sonorense.

Fue justamente su compañero de comité, Juan María Armenta, quien confirmó la tendencia ideológica del nuevo presidente del PAN: "Sí, claro que es ultraderechista, de palabra, pensamiento y acción, sólo que ser de ultraderecha es ser honesto y transparente. ¡Así es Manuel!"

Hubo otro personaje que abandonó la sala antes de que llegara la pareja presidencial: Santiago Creel, secretario de Gobernación y aspirante a la candidatura a la Presidencia. Iba radiante. Espino contaba con su aval. Pero más que el triunfo de éste, la derrota de Medina Plascencia mueve piezas en su favor en el ajedrez panista. Dentro del PAN, las críticas más duras por la falta de operación política en Gobernación salieron precisamente de Medina. La rivalidad entre los dos políticos se había agudizado a grado tal, que en semanas recientes, en Bucareli, no le recibían las llamadas telefónicas al ex gobernador de Guanajuato.

El resultado final de la contienda interna sorprendió a las corrientes tradicionales del PAN. Para los grupos de Felipe Calderón y Francisco Barrio quedan, como nubarrones, grandes incógnitas sobre cómo actuará el nuevo árbitro en la carrera por la candidatura presidencial. De hecho, Calderón Hinojosa, quien en la mañana hacía su entrada triunfal escoltando a Medina -y dejando a un lado a su favorito de los días anteriores, el potosino Zapata Perogordo-, salió por la noche con semblante preocupado. Y pidió, en declaraciones a la prensa, que el nuevo líder panista actúe "de manera imparcial" frente al complicado proceso de selección de candidato presidencial, que arrancará el mes próximo.

Antes de la plenaria el diputado Barrio había sido explícito. Sólo Medina Plascencia, aseguró, será capaz de garantizar que en la elección de candidato "las cosas se hagan correctamente". Y adelantó que ya de entrada esa competencia es desventajosa, "porque hay quien tiene más espacios mediáticos que otros". No quiso insistir en la renuncia del secretario de Gobernación. "Por mí, puede quedarse ahí por los siglos de los siglos. A mí no me apura".

Los espíritus pigmeos encarnados, según Espino

No fue un buen amanecer para este sábado de consejo panista. En el muro principal de la sede del partido amaneció una gran pinta: "No al desafuero, ineptos". Los trabajadores tardaron más de una hora en limpiar con una lija mecánica el tirol del muro. Por la tarde, una "manta humana" del Lado Izquierdo Opositor (LIO) llegó a semaforear, justo en la esquina de Coyoacán y José María Rico, en la colonia del Valle, frente a la sede panista. Era un "No al desafuero". La "N" de la consigna, Diana Gatica, explicó que era una protesta pacífica, silenciosa y en pleno derecho para manifestar el sentir de este grupo de apoyo a López Obrador. Tuvieron sus cinco minutos de fama en medio del cónclave panista.

Esta sesión ordinaria del consejo se inició con una pasarela de discursos. Primero los presentadores, después los candidatos. Si se tratara de un concurso de oratoria, la medalla de oro hubiera sido para Felipe Villavicencio, presentador de Medina Plascencia. Alejandro Zapata Perogordo, menos hábil en el arte del discurso, profundizó en la visión autocrítica del PAN, una pieza sólida, interesante, pero que cayó mal a los consejeros.

El tabasqueño Juan José Rodríguez Prats fue el único que provocó aplausos. Nadó contra la corriente de su historia, como ex priísta. Aceptó: "A ustedes les aflige mi pasado. Lo he escuchado". Lució entonces sus credenciales como panista ilustrado: los seis libros que ha escrito sobre esta formación política, su admiración por la doctrina y los principios del blanquiazul. Ni eso ni su simpatía natural se tradujeron en votos.

En su turno, Medina Plascencia comenzó con una frase desafortunada: "Aquí nadie viene a triunfar". En su caso, esas palabras resultaron proféticas.

Pero fue el discurso de Manuel Espino el que descorrió el velo sobre las verdaderas preocupaciones del panismo de hoy. Paradójicamente, también fue el único que invocó el fantasma del proceso de desafuero contra el archirrival de todos los panistas: el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador. Este hombre, radicado en Ciudad Juárez, Chihuahua, líder de los boy scouts, lo expresó con su credo muy particular:

"Creo que aún existen en nuestro país hombres perversos que tuercen la voluntad ciudadana, que sin escrúpulo alguno amenazan la consolidación democrática. Creo en la ceguera de quienes no quieren ver los logros de los gobiernos emanados del PAN. Creo en los espíritus pigmeos encarnados que buscan la regresión al populismo, que se oponen a las reformas estructurales."

Un credo que se hará línea estratégica del blanquiazul para los duros años por venir en este periodo 2005-2008.

 
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