Usted está aquí: viernes 4 de marzo de 2005 Opinión A 30 años de la primera Conferencia de la Mujer

Gabriela Rodríguez

A 30 años de la primera Conferencia de la Mujer

Habrá que reconocer que uno de los principales cambios políticos y culturales del siglo XX se dio en el terreno de la equidad de género. El acceso a la escuela y al trabajo, a la capacitación y a una vida digna, a la salud y al tiempo libre, a ocupar posiciones de poder en el ámbito público y privado, son espacios que estaban cerrados y que las mujeres han venido ganando paulatinamente mediante innumerables movilizaciones y luchas sociales.

Desde 1948 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha sido la instancia para la construcción del diálogo entre estados y la institucionalización de los derechos humanos, en particular de las mujeres. El próximo 8 de marzo celebraremos el 30 aniversario de la primera Conferencia Internacional de la Mujer realizada en la ciudad de México en 1975, y los 10 años de la más interesante y progresista Plataforma de Acción: la cuarta Conferencia Mundial de la Mujer, realizada en Pekín en 1995. Entre los principales rubros de la declaración de esta última destacan: "el compromiso sin reserva para promover el adelanto y la potenciación de las mujeres y las niñas en todo el mundo; a defender los derechos y la dignidad humana intrínseca de las mujeres y los hombres, incluido el derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia, de religión y de creencia; el reconocimiento de que la mujer ha avanzado en algunos aspectos, aunque el progreso no ha sido homogéneo, y esta situación se ha visto agravada por una pobreza cada vez mayor". Se reafirmaron los compromisos para "la erradicación de la pobreza, la cual exige la participación de la mujer en el desarrollo económico y social e igualdad de oportunidades; la igualdad de derechos, de oportunidades y de acceso a los recursos, la distribución equitativa entre hombres y mujeres de las responsabilidades respecto de la familia, y el reconocimiento explícito y la reafirmación del derecho de todas las mujeres a controlar todos los aspectos de su salud, en particular su propia fecundidad; entre otras cosas, se reconoce que la paz local, nacional, regional y mundial es alcanzable y está inextricablemente vinculada con el adelanto de la mujer, que constituye una fuerza fundamental para la dirección de la comunidad, la solución de conflictos y la promoción de una paz duradera a todos los niveles".

A partir de septiembre de 2000 muchos de los instrumentos internacionales de la ONU se están vinculando a las Metas para el Desarrollo del Milenio (MDG, por sus siglas en inglés), las cuales son producto de la Cumbre del Milenio, acordada por 191 gobiernos, y representan el más importante compromiso multilateral de lucha contra la pobreza y la reunión de líderes y lideresas mundiales más numerosa de la historia.

Entre otros importantes objetivos de las MDG se ha fijado el año 2015 para reducir a la mitad la pobreza, y hay un reconocimiento explícito a la necesidad de fortalecer a las mujeres y lograr la igualdad de género como indispensable para alcanzar las metas globales. Una de las principales debilidades de esosplanteamientos es que sólo se llega a una agenda minimalista que se subordina a la coyuntura geopolítica, que es muy estrecha en términos de garantizar los derechos humanos y los derechos sexuales y reproductivos (tal como señaló Mary Robinson, ex alta comisionada de la ONU), y lo más grave: los compromisos no se cumplen. No se plantean transformar las desigualdades sistémicas y los desequilibrios de poder dentro del sistema económico global, no se definen mecanismos para la rendición de cuentas a los actores globales más poderosos: los países ricos y las instituciones financieras multilaterales.

Mientras se firman los compromisos, los recursos de asistencia para el de-sarrollo están profundizando el modelo globalizador neoliberal, liberalizando el comercio y la privatización de los servicios. Hay un déficit de 50 mil millones de dólares de los 100 millones que se comprometieron para invertir cada año; del 0.7 por ciento del PIB acordado, Estados Unidos llegó a 0.17 por ciento, Canadá a 0.3 y Japón a 0.22, en tanto cinco países europeos sobrepasaron la meta.

Luchar por la igualdad social es luchar por la igualdad de género, algo que sí tienen claro algunas de las altas funcionarias que tienen mayoría de género en esta ciudad, espacio que cobijó los primeros compromisos internacionales con las mujeres. Debemos un reconocimiento a Raquel Sosa, por los programas que desarrolló al frente de la Secretaría de Desarrollo Social y a Luz Rosales por su trabajo en el Instituto de las Mujeres del Distrito Federal, a Asa Cristina Laurel por los únicos servicios de salud con perspectiva de género en el país, a la contralora Bertha Elena Luján, quien permitió aclarar el fraude de Carlos Ahumada; a Claudia Sheinbaum, a Laura Itzel Castillo en la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda; a Julieta Campos e Isabel Molina de la Secretaría de Turismo del Distrito Federal; a Magda Gómez y a Bárbara Illán en la Subprocuraduría de Atención a Víctimas, a Martha Recasens de las Unidades de Atención a la Violencia Familiar, a Ana Lilia Zepeda del Centro Histórico, a las cinco delegadas y a tantas otras mujeres que trabajan por las mujeres de esta gran ciudad.

www.afluentes.org

 
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