Disfrutan uruguayos hasta el amanecer una fiesta esperada por varias décadas
El abrazo de dos viejos compañeros: Pepe Mujica y Tabaré Vázquez, sella el nuevo gobierno de izquierda
Montevideo, 1º de marzo. Cuando el médico oncólogo Tabaré Vázquez, de 65 años, prestó juramento ante la Asamblea General Legislativa, un solo y enorme grito atronó las calles tomadas por un río de miles y miles de uruguayos que comenzaron los festejos desde la medianoche del martes, como si de un nuevo año se tratara, con bailes, caravanas de autos, bocinazos y cohetería.
La marea humana se incrementó al paso de las horas, hasta superar todas las previsiones en esta ciudad, la capital de Uruguay, de poco más de 3 millones 200 mil habitantes. Pero no sólo había uruguayos, también llegaron brasileños y argentinos para festejar la posibilidad de una región "diferente", como dijo uno de estos vecinos del Cono Sur.
"Lo felicito y le doy un abrazo, compañero" le había dicho el ex guerrillero José Pepe Mujica, dirigente del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros y ahora uno de los políticos más populares de Uruguay, a Tabaré Vázquez. Es "el abrazo de un viejo compañero que le grita a la vida gracias por haber llegado hasta aquí".
Para Mujica, ministro de Ganadería, "un gobierno, cualquiera que sea, siempre abre un compás de expectativas. Después vendrán inevitablemente las diferencias", pero pidió que "nunca sean tan grandes para que terminemos hipotecando lo que hemos ganado".
Vázquez y su vicepresidente, Nin Novoa, llegaron al estrado acompañados de Mujica, quien como de costumbre iba sencillamente vestido: sin corbata, unos gastados pantalones y chamarra azul.
Instalados junto al estrado estaban, entre otros, el general Víctor Licandro, fundador del Frente Amplio, y el escritor Mario Benedetti, quien lucía rejuvenecido, viviendo este sueño que alguna vez dijo "ni se animaba a soñar".
Un día al que se llegó tras una historia de resistencia, en tiempos en que llevar una bandera del Frente Amplio (el rojo, blanco y azul con que tantos hoy se pintaron las caras) traía lo peor. Una historia de acumulación de fuerzas para cimentar una tradición de discusión previa y compromiso con las decisiones colectivas, como es el caso de la coalición que llegó al poder.
El día luminoso y fresco ayudó para que decenas de miles de uruguayos, que colmaron las principales calles del centro montevideano, pudieran expresar su incontenible alegría.
Por primera vez en la historia nacional la llegada al gobierno de la izquierda simboliza el cambio y la esperanza, en un país donde emigrar parece ser el camino para los jóvenes, y la pobreza tiene castigada a un tercio de la población.
Tras su juramento y discurso en el Congreso, Vázquez se subió junto a Nin Novoa a un Ford T descapotable, de 1920, conocido aquí como la cachila, perteneciente a la familia de su esposa María Auxiliadora, para recorrer unos metros. Luego se cambiaron a un vehículo de fabricación uruguaya, en medio de un mar de gente que lo vitoreaba, mientras desde los balcones caía papel picado.
El presidente y su vicepresidente realizaron un lento traslado debido a esta marea humana, hasta el Palacio de la Independencia, en la plaza del mismo nombre, donde el presidente saliente Jorge Batlle le colocaría la banda presidencial.
Durante el traslado, el presidente estuvo escoltado por el batallón de caballería Blandengues, que conserva los mismos uniformes de los tiempos de la independencia.
En la ceremonia de traspaso de mando, Jorge Batlle dijo a Vázquez que "recibe un país en paz y con un crecimiento económico firme y sostenido", lo que provocó una fuerte rechifla de la multitud reunida en el exterior, que se escuchó al interior del recinto.
Se realizó luego la ceremonia de firmas, para la toma de posesión del nuevo gabinete, en el que se destacan varios ex guerilleros y dos mujeres.
Cuando el presidente asomó al balcón con su esposa, sus cuatro hijos y diez nietos, la multitud estalló, redoblando los cánticos de "ya lo ve, ya lo ve, el presidente es Tabaré", o con el emocionado "Seregni querido, el pueblo está contigo", para recordar al gran ausente de la fiesta, el general Líber Seregni, fundador del Frente Amplio fallecido el pasado año.
Además, la multitud reaccionaba ante la aparición de los invitados extranjeros, y quien se llevó la mayor ovación fue el presidente de Venezuela, Hugo Chávez. El aplausómetro popular fue también atronador cuando le tocó el turno al canciller de Cuba, Felipe Pérez Roque; al presidente de Argentina, Néstor Kirchner, y su par de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva.
En cambio, los más silbados fueron los integrantes de la delegación estadunidense, a cuyo paso en la mañana miles de voces corearon: "¡Cuba sí, yanquis no!"
El termómetro popular también se pudo medir con el gabinete, y el más ovacionado fue Mujica.
Más temprano, un pequeño grupo había gritado "¡Abajo el imperialismo!", al príncipe Felipe de España y su esposa, frente al hotel en que se hospedan.
Luego del juramento y antes del traspaso de banda presidencial, los invitados sufrieron algunos contratiempos. Y es que varios mandatarios, entre ellos Chávez y Kirchner, así como príncipes extranjeros tuvieron que esperar agolpados en una escalinata durante varios minutos para poder ser trasladados en autobuses a otro de los actos de esta jornada. Incluso, el príncipe británico Eduardo debió aguardar en soledad durante unos 15 minutos antes de ser recogido por otro autobús, que abordó junto a otras delegaciones extranjeras.
Al atardecer junto con el gobierno, las delegaciones extranjeras presenciaron el tradicional desfile militar.
A pesar de las multitudes en las calles todo en la jornada se desarrolló de manera pacífica, en absoluta calma, en la que no faltaron las lágrimas y mucha gente mayor emocionada con la llegada de Vázquez, hijo de una familia obrera, que desde directivo de un modesto club de futbol de su barrio de La Teja, inició una carrera política al integrarse a la dirección del Partido Socialista Uruguayo.
En 1989 fue elegido alcalde de Montevideo, en el que fue el primer gran triunfo electoral de la izquierda uruguaya. Candidato a la presidencia en 1994 y 1999, fue derrotado por los partidos tradicionales, y en el contexto de una complicada ley electoral que no da el triunfo a quien más votos obtiene.
Esta noche, la Orquesta Sinfónica, grupos de tangos y bailes improvisados seguían, en una gran fiesta que esperaban los uruguayos desde hace décadas.