Aurelio Tello analiza el acervo novohispano hallado por un colega estadunidense
Descubre experto la veta profana de la música de la Colonia en México
El disco Oíd, oíd, mis suspiros, primer fruto de la transcripción de uno de seis cuadernos
Una reciente investigación del musicólogo Aurelio Tello echa por tierra la idea de que la música colonial era predominantemente religiosa y que imperaba una rigurosa censura de la Inquisición contra las composiciones que incumplieran esos cánones.
Apoyado en el descubrimiento que su homólogo estadunidense John Koegel hizo de un acervo novohispano, el especialista mexicano comenzó a estudiar un importante repertorio de tipo profano, fechado entre la segunda mitad del siglo XVI y principios del XVII.
Hasta antes de ese material se carecía de algún documento que testimoniara esa otra vertiente del arte sonoro en la nueva España, si bien existen una que otra pieza suelta, así como diversas referencias escritas que hablan de la presencia de música profana en estas tierras desde la Conquista.
El trabajo de Tello se basa en un libro que recopila los manuscritos de 124 canciones, todas de temática amorosa y compuestas por músicos españoles, que fue hallado por Koegel, a la par de seis documentos musicales más procedentes de la Nueva España, en la Biblioteca Sutro, ubicada en San Francisco, Estados Unidos.
El valor de este cuaderno es inestimable, a decir del investigador, pues se convierte en el documento de música profana colonial más importante de Hispanoamérica, ''no sólo por ser el más antiguo, sino porque contiene la colección más numerosa de canciones amatorias del periodo barroco".
Cancionero con temas no religiosos
Tello estima que dicho cancionero vino muy probablemente de España, acaso de Madrid, pero fue copiado en México para uso de la gente de sociedad. En él están representados los más notables compositores peninsulares vinculados a la Corte Real y a la vida teatral madrileña, como Sebastián Durón, Manuel de Villaflor, Juan de Vado, Matías Veana, José Marín, Mateo Peñalva y Juan de Serqueyra.
A nivel estructural, explica, las piezas musicales corresponden al tono humano, tono o tonada, género que estuvo en boga en el siglo XVII y que se ciñe a la forma del villancico hispano del Siglo de Oro, al alternarse estribillos y coplas, pero con la diferencia de que están escritos para una sola voz y no para varias, además de que sus contenidos no son religiosos.
Otro aspecto que sobresale, detalla, es que ''toman elementos de la ópera napolitana -Nápoles era parte del reino español-, como por ejemplo los pasajes recitados.
''Además, todas se sostienen sobre el bajo continuo, que es otro elemento al estilo barroco italiano del siglo XVII. Es un bajo que dialoga con la melodía."
Esas características, enfatiza el investigador, permiten hallar rasgos particulares de un barroco hispanoamericano.
''Quizá ese barroco no se manifestó en la aparición de música instrumental o inclusive del cultivo del género operático; en cambio, tienen estilo propio que lo hacen diferente de los barrocos francés, italiano, alemán, flamenco, etcétera", abunda.
''Es un barroco hispanoamericano que sigue privilegiando el empleo de la voz, asociado a poesía de alto contenido lírico, que sigue cultivando los versos de arte menor. Es el desarrollo de un género de canción que se coloca en un alto nivel musical y poético con anterioridad al lied romántico, que siempre se ha tenido como el modelo de canción.
''Creo que el antecedente de ese tipo de canción culta, poética, con profundo contenido sicologista, ya estaba en el tono humano del siglo XVII hispanoamericano."
Lo anterior lleva a revaluar el aporte de Hispanoamérica al movimiento barroco mundial. Al respecto, sostiene:
''Siempre se ha considerado que el barroco es italiano, francés y alemán, y que en España y en sus colonias no pasaba nada. Pero no, hay gran música y grandes músicos, sólo que no los conocíamos."
En relación con la temática de las canciones que integran ese documento, Tello reitera que siempre es amorosa: un tipo de amor declarativo, con una visión alegórica, expresado con imágenes y metáforas.
Entre los pendientes, debe hacer un estudio para ''encontrar" a los autores de los textos, que desarrollará, adelanta, como parte de su tesis para obtener la maestría en la Universidad Veracruzana.
''Es una poesía afiliada a la gran poesía barroca del Siglo de Oro, sin ser gongoriana. Entre las temáticas están algunas con tintes eróticos y sensuales, aunque son elementos sublimados, escondidos en imágenes y juegos retóricos."
Uno de los aspectos sobresalientes del cancionero, es que prueba la unidad cultural que hubo entre España y América durante la Colonia, porque la música tiene un sentido cortesano, palaciego, resalta. Y este documento ''puede bien representar la hebra del hilo" para localizar música profana colonial escrita por autores novohispanos.
Para el especialista resulta esencial que estos manuscritos ''no se queden como pieza para biblioteca" y por ello ha comenzado la tarea de transcribirlos, publicarlos y ponerlos al alcance de los intérpretes, para ser grabados y difundidos en discos compactos, con apoyo de la Fundación Contacto Cultural México-Estados Unidos.
Ese trabajo ya dio su primer fruto con la reciente edición del disco Oíd, oíd mis suspiros. Canciones de un manuscrito de la Nueva España del siglo XVII, en el que la mezzosoprano Ruth Ramírez interpreta 13 de las 124 canciones del cuaderno. El álbum está disponible en las tiendas de discos, bajo el sello Luzam, y es el primero de una serie de materiales realizados con esos manuscritos. La presentación se prevé para este marzo, con fecha aún por confirmar.
Los otros seis cuadernos con los que fue descubierto dicho cancionero por Koeger ofrecen importante información musical e histórica, apunta Aurelio Tello.