Usted está aquí: martes 1 de marzo de 2005 Opinión Resistencia civil

Nora Patricia Jara

Resistencia civil

En México la Constitución, en su artículo noveno, establece que es legítimo que los ciudadanos se reúnan para hacer una petición o protestar por un acto de autoridad, siempre y cuando la manifestación se realice sin violencia. La Carta Magna señala que es un derecho y una prerrogativa del ciudadano mexicano que tome parte en los asuntos políticos del país y una forma de ejercer este derecho es reunirse con otras personas en un lugar y hora común con un objeto lícito y pacíficamente. Por tanto llamar a manifestarse dentro del marco de la ley no es un reto a una autoridad fuera del estado de derecho sino dentro del mismo, reunirse para movilizarse es una acción que enmarca la llamada resistencia civil en hechos que comprometen a la sociedad para alertar a una autoridad de que también ésta tiene que actuar dentro de la legalidad, que cumpla las reglas o las normas que predica.

Conocedor de lo que significa la protesta, el rechazo, la indignación y la resistencia como parte de las estrategias ciudadanas para hacer que las divergencias se trasladen al terreno de las ideas, el de la discusión política, el jefe de Gobierno de la ciudad de México, Andrés Manuel López Obrador, opta por la presión social como defensa cuando convoca a la manifestación para evidenciar el absurdo jurídico de un gobierno federal que intenta traspasar los límites constitucionales y se muestra autoritario al llevarlo a un juicio de desafuero sin sustento que privaría de derechos políticos al principal contrincante de la próxima contienda presidencial en 2006.

Ante la persecución jurídica la alternativa del tabasqueño ha sido desde un principio la palabra, única arma esgrimida para defender un proyecto que se expone diariamente ante los medios de comunicación, directamente a los ciudadanos.

Es más que una defensa legal, como muchos quisieran enmarcar esta historia, es sin duda una provocación positiva y constructiva ante la pasividad, un método de lucha que tiene su base en la voluntad ciudadana y su capacidad para la desobediencia, circunstancias reales que componen el poder político y que logran el consenso o el rechazo de la sociedad civil a una autoridad.

La resistencia activa se ha registrado desde el siglo IV AC cuando se suscitaron las primeras rebeliones de ciudadanos romanos. Desde el siglo XIX se conceptualizó como un método de vindicación de los derechos humanos, el estadunidense Henry David Thoreau, en 1847, conocido como el padre de la resistencia civil, decía que su única obligación era hacer siempre lo que creía justo; históricamente tiene antecedentes en la Declaración de Independencia de Estados Unidos de 1776, en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano del Constituyente de Francia, de 1789, y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU de 1948. La desobediencia civil posee momentos importantes con la resistencia francesa que lucho contra la ocupación nazi en 1940, pasando por pensadores como Gandhi que practicó la resistencia pasiva contra las fuerzas colonialistas inglesas en la India de 1913, ideas en las que el pastor bautista Martin Luther King se inspiro para luchar por los derechos civiles de los negros estadunidenses mediante campañas de protestas masivas y pacificas en repudio del segregacionismo en los años 60, movilizaciones que lo llevaron a la cárcel.

En nuestro país existen diversos ejemplos de su aplicación como la lucha por la democracia y la antirrelección de Francisco I. Madero, el movimiento estudiantil de 1968, la lucha electoral en los estados de la República en la que desde finales de la década de los 60 convocó a tomar puentes, carreteras y obstruir el paso a las oficinas de gobierno como lo hizo el PAN en entidades como Chihuahua, Sonora, Nuevo León o Guanajuato en defensa del voto libre y secreto, estrategia que continúa esgrimiendo este partido político en estados como Oaxaca o Veracruz en contra de los resultados comiciales; hasta la movilización generada por el surgimiento del EZLN en 1994 y actualmente la llamada marcha ciudadana contra la delincuencia de junio de 2004.

Son muchos los ejemplos que nos revelan el acontecer político reciente para comprender que la resistencia como defensa ante la persecución y la injusticia no es "el Apocalipsis" como bien ha dicho el cardenal Norberto Rivera Carrera, sino una decisión prudente y legítima que busca la resolución pacifica de las controversias que ponen en riesgo la convivencia social y la vida democrática.

Por eso es que la gente responde con cartelones o causa la adhesión de los intelectuales, hasta de los promotores del voto útil, que junto con cientos de miles de capitalinos protestan contra el desafuero de un gobernante legítimo que tiene derecho de ser sancionado o ratificado en las urnas y no en juzgados facciosos.

 
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