Usted está aquí: martes 1 de marzo de 2005 Política La pesadilla

José Blanco

La pesadilla

En una nota de María de la Luz González del suplemento La Jornada en la Economía del pasado 21 de febrero, se recogía la noticia de que "a partir de este año el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática comenzó a aplicar un nuevo cuestionario para medir los niveles de ocupación y desempleo en el país. Ahora empleará los estándares de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, además de los marcados por la Organi-zación Internacional del Trabajo. ¿Habrá sorpresas?", se preguntaba la autora.

Pues bien, sí las hubo. El Economista ha dado cuenta de las "buenas" nuevas en los términos siguientes: "En enero, la tasa de desempleo se ubicó en 4.14 por ciento de la Población Económicamente Activa, y por primera vez en la historia de México se muestra una realidad más cruda, luego de que el INEGI modificó la medición mensual a nivel nacional.

"De acuerdo con los indicadores de la nueva Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), en enero, un millón 741 mil 903 mexicanos no tuvieron la oportunidad de trabajar al menos una hora a la semana. Los indicadores muestran que la desocupación que se observó en el país afectó más a las mujeres que a los hombres, y a los que tienen mayor nivel de instrucción académica. Las personas que tienen secundaria, media superior y superior, representan 64.61 por ciento del desempleo, lo que significa un total de un millón 125 mil 444 personas. La nueva metodología se apega a estándares internacionales, pues México, como miembro de la OCDE, optó por los criterios que esta organización establece, los cuales contienen la delimitación más detallada de la población ocupada y desocupada.
Con la nueva metodología el desempleo puede ser superior, entre 0.8 y 1.0 por ciento de la medición anterior."

El dato del desempleo abierto es significativamente más alto que el que arrojaba la metodología de la OIT, pero seguirá despertando suspicacias porque una encuesta de percepción sobre el desempleo siempre lo ubica -con razón-, como el peor problema del país. La cifra, desde luego, sería aún más alta si incluyéramos la corriente de emigración permanente a la economía del norte.

Al dato del desempleo mayor se agrega la calidad de los empleos que la economía está creando: los de más baja productividad y rentabilidad. Esto es lo que indirectamente implica que sean las personas con menor calificación las menos afectadas por el índice de desempleo. Esta realidad implica, asimismo, que existe un volumen aún no determinado de personas que están realizando tareas para las que están sobrecalificados y que, en cualquier encuesta de percepción se consideran a sí mismos desempleados.

Entre tanto, teniendo como referente la crisis de 94, el presidente Vicente Fox dijo en Los Pinos a directores de sociedades financieras y uniones de crédito que "hoy sabemos lo que cuesta meter la pata y cometer errores en campos tan estratégicos. ¡Cuidado con el populismo!" Por supuesto, si no se explora el crecimiento del mercado interno, y se toman riesgos con una política contracíclica y no procíclica, como es la política vigente, se evita "el populismo", se palian los riesgos de una nueva crisis financiera, pero la gente se muere de hambre.

Entre tanto también las entradas vigorosas de divisas, producto de la exportación de mano de obra y las entradas de capital externo, como resultado de las altas tasas de interés que nuevamente el Banco de México ha establecido, el peso se ha "fortalecido", es decir, el tipo de cambio está jugando crecientemente en contra de las exportaciones. Si los empresarios no incrementan en el más corto plazo posible la productividad industrial, las exportaciones seguirán debilitándose y, por tanto, nuestro peso "fuerte" se traducirá en más alto desempleo, más presión en la emigración, más problemas con el gobierno estadunidense.

En cuanto el capital externo perciba que la debilitación de las exportaciones -debida no sólo a la "fortaleza" del peso, sino a la competencia china- amenace el déficit de la balanza de pagos saldrá huyendo, como siempre, y el crecimiento de la economía empezará a desfallecer, llevando los niveles de desempleo a índices aún más elevados. ¿Es ésta una inteligente administración pública?

No, no la es, pero la fuerza de las ideas de la estabilidad entendida como política procíclica es una convicción profunda en la Secretaría de Hacienda, en el Banco de México y en Los Pinos; también el gobierno de Washington y los organismos financieros internacionales están plenamente convencidos de esta política para México llamada de "prudencia financiera", mientras Washington mismo aplica una vergonzante política keynesiana anticíclica, expansiva, en este caso llevada a niveles de irresponsabilidad amenazantes para la economía mundial.

¿Tendremos algún día un gobierno capaz de pensar por sí mismo? ¿O acaso se trata no de saber cuáles rumbos económicos debe seguir el gobierno, sino de que -para estar a tono- no se atreve a comportarse como hombrecito frente al gorila del norte?

 
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