Usted está aquí: lunes 28 de febrero de 2005 Deportes El toreo de minorías

José Cueli

El toreo de minorías

La Plaza México estaba prácticamente vacía. El toreo para minorías. Nada de manifestaciones masivas. Muchos de los grandes toreros confesaron, al retirarse, que en ellos la necesidad de torear prescindía del público. Poco a poco nuestros toreros tendrán que adentrarse en esa visión de toreo. Incluso algunos matadores han expresado que espléndidos momentos de culminación estética se da muchas veces en el regocijo de la placita de tientas de la ganadería, o en lances nocturnos.

El torero para unos cuantos. El gozador de una verónica, una vara, un pase natural o una estocada siente ese quehacer para su goce fundamental. Al hacer abstracción de la multitud próxima e inventar con ciertos acomodamientos sensitivos la ilusión de hallarse en relación directa minoritaria con el actor de turno, que a su vez, está identificado con el contemplador.

Lo que importa es una actitud sensitiva previa. Actitud que puede ser alimentada por una personalidad torera tocada de sello propio, fina intuición de lo bello, sobre todo cuando lo bello está teñido de hondura. Esa hondura que en el fondo es profundidad vital. Esa profundidad que si es la exigencia definitoria que conforma el perfil del torero al transmitir al aficionado, haciéndolo vivir el juego de la vida-muerte.

Son estas minorías exigentes con la personalidad del torero y la casta del toro. Ese acento personal, esa sustancia, esa firma que los hace diferenciarse del resto de la torería y que no aparece en los "jóvenes" que han desfilado por el coso de Insurgentes, pese a su valor y ganas de ser. Ayer, Castañeda, Casasola y Ortega se pasaron la tarde sudando la gota gorda, con toros de Cuatro Caminos, débiles, difíciles, algunos con peligro sordo. Como es costumbre, los toros cambiados con una sola vara sin recargar. Astados no propios para el toreo bonito, Casasola y Ortega por los aires acusando la falta de sitio para lidiar estas reses.

 
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