De corridos y otros males disfrazados
Ya no sorprenden las declaraciones de nuestros diputados, en cuanto a que digan una cosa y hagan otra totalmente contraria. Ahora resulta que los corridos donde se habla del narco puede ser una apología de tal delincuencia. Y puede que tengan razón, aunque yo no he sabido de nadie que se convierta en delincuente o deje salir a ese que Lombroso sabía que todos llevamos dentro, por el mero hecho de escuchar determinadas canciones.
Pero lo que llama la atención es que los legisladores se digan en contra de la delincuencia, preocupados al extremo de ver quién canta qué canciones sobre el tema, cuando en la vida real, en las leyes que se aplican todos los días, los legisladores federales han favorecido no sólo a los protagonistas de tales corridos, sino a diversos tipos de delincuentes. Algunos más peligrosos, desde el punto de vista de las consecuencias de sus actos, que los citados cancionables.
El apoyo directo a los sentenciados de delitos federales se da con la existencia del artículo 25 del Código Penal Federal, que establece que cuando un reo cuente con dos o más sentencias con pena de prisión, las penas se compurgaran en forma simultánea.
Antes, las sentencias que imponían pena de prisión se compurgaban en forma sucesiva; así lo establecía el artículo 25 del Código Penal Federal. Ahora no.
Eso es favorecer a delincuentes; incluso desde la aplicación del Código Penal; no así a la sociedad. En el caso de los narcos, quienes podrían acumular cualquier cantidad de sentencias, tantas como actos ilegales hubieran cometido (delitos contra la salud, homicidios, delitos relacionados con armas de fuego, lavado de dinero, lesiones, y muchos más) les bastaría cumplir una sola, porque al ser contabilizadas de modo simultáneo la de menor cuantía será incluida en la de mayor. Claro, es más fácil fijarse en qué canciones hablan de ellos, que en hacer un análisis de cuántos de esos cancionables podrían salir en unos años; sin duda en menos de los que corresponderían si se castigaran todas las conductas por las que fueron sentenciados. Y eso aplica no sólo a los musos de los compositores de narcocorridos, sino a prácticamente a cualquier otro, no menos peligroso, que tenga más de una sentencia.
Porque en el fondo, la apología de la delincuencia también se puede advertir en el hecho de castigar en forma leve, incluso consecuente, a quien realiza una conducta con muchas repercusiones, sobre todo cuando el daño es mucho mayor a la sanción prevista por la ley.
El ejemplo más claro es respecto de los delincuentes llamados de cuello blanco. Muchas veces los infractores al Código Fiscal de la Federación, desde empresarios contrabandistas (luego reivindicados con su camisa roja) hasta banqueros no pagadores de sus obligaciones fiscales, han pasado por muchos procesos sin pisar la cárcel. Se les da un trato preferente al no catalogar como graves en el Código Federal de Procedimientos Penales a la mayoría de los delitos imputados a tales personajes.
Muy poca gente duda que la política sea mera expresión de los grupos de poder. Tales beneficios legales pueden ser una muestra de ello. De modo que ya ni hace falta hacerles un corrido. A menos que la idea sea desviar la atención respecto de las otras formas de apoyar a la delincuencia: de aquellas que deberían hacerse a favor de la nación que deja de recibir millones de pesos por tales omisiones fiscales; de aquellas que deberían hacerse para quienes exentaron del pago de impuestos a las transacciones bancarias; de aquellas que deberían hacerse para mostrar la existencia de una política criminal mínima, donde simplemente se castigara cada una de las conductas criminales.
* Escritor. Autor de Historias de lo incierto y La frontera huele a sangre, entre otras