<<< regresar a la portada


28 de febrero de 2005
gyz

GARROTES Y ZANAHORIAS

NO HAY SERVICIO

Los servicios son insumo fundamental en las economías modernas. Su provisión oportuna y suficiente es indispensable para sostener el conjunto del proceso productivo de la sociedad. En el curso de los últimos decenios creció de manera acelerada su peso en la estructura de costos de las empresas productivas de todo tipo, así como en la del consumo de las familias. Basta con evocar la necesidad de servicios financieros, contables, legales, tecnológicos, de comunicación o de mercadotecnia, por sólo mencionar algunos de los más requeridos por las unidades económicas, para convencerse de su importancia capital.

Hay una correlación general entre la estructura de la oferta de servicios básicos y el grado de desarrollo económico y social de un país: a medida que aquélla mejora su gama de productos, su calidad y sus precios de mercado, éste tiende casi siempre a incrementarse, generando beneficios para la comunidad en el doble plano de la producción material y del nivel de vida de la población.

La oferta de servicios básicos en México es comparativamente deficiente. Piénsese, por ejemplo, en la oferta de servicios bancarios y de telecomunicaciones. En estos dos sectores básicos los mercados funcionan claramente en favor de los concesionarios, cuyas posiciones de poder les permiten operar en condiciones oligopólicas y en detrimento de los consumidores finales, sean empresas o individuos.

El costo promedio al que son ofrecidos los servicios que producen las empresas dominantes en estas actividades es por regla general más alto al que prevalece en los mercados internacionales. Si a ello se añade la baja calidad de sus productos, sobre todo en el sector bancario, el costo relativo que por ellos pagamos los consumidores nacionales se incrementa más. La economía se abrió y se liberalizó, pero en estos dos perceptibles rubros de los servicios los consumidores seguimos siendo "consumidores cautivos", como en la vilipendiada época proteccionista de la segunda posguerra.

No deja de ser significativo que los muchos paladines del libre mercado y de la llamada soberanía del consumidor no hayan elevado su voz, que en otros temas suele ser tan estridente, para denunciar este rasgo de la economía que no sólo afecta negativamente la capacidad competitiva de las empresas en la economía global, sino el bienestar de la sociedad.

Apenas cabe recordar que el marco regulatorio e institucional que norma la operación del mercado en estos dos sectores son producto de las reformas económicas instrumentadas por quienes diseñan la política económica desde el gobierno de Carlos Salinas. En ambos sectores la privatización de activos públicos dio lugar al surgimiento de un nuevo, reducidísimo grupo empresarial, con fuertes ligas directas e indirectas con el poder político, que en unos cuantos años escaló los muchos peldaños que separan la insignificancia económica del elitista grupo de los más caudalosos millonarios del mundo.

La modernización tecnológica y de organización que supuso la privatización de estos sectores no se tradujo en modernización de las prácticas empresariales que en ellos prevalecen, que son altamente propicias para la acumulación acelerada de ganancias, pero contrarias al interés público. Y este estado de cosas no se modificará mientras la política pública y la estructura institucional del mercado continúen generando incentivos para ello  §

<<< regresar a la portada