Editorial
Deuda argentina: un precedente histórico
Según el gobierno argentino, los acreedores nacionales de la deuda pública de ese país (que ascendía nada menos que a 102 mil 600 millones de dólares y estaba en suspensión de pagos) aceptaron en 97 por ciento el canje de bonos. Las autoridades de Buenos Aires agregaron que, en escala internacional, esa aceptación llegaría a 70 por ciento al cerrar el canje, que comenzó el 14 de enero pasado.
Los nuevos títulos por 41 mil 800 millones de dólares ahorran al país más de 60 mil millones de dólares y grandísimas cantidades por concepto de intereses durante la próxima década. De este modo se aliviará la situación financiera argentina y se facilitará la recuperación económica, que se logró prescindiendo del Fondo Monetario Internacional (FMI).
La firme posición negociadora del gobierno argentino explotó hábilmente una situación internacional caracterizada por la gran existencia de liquidez y por las bajas tasas de interés a mediano y largo plazos (lo cual hizo que los nuevos bonos argentinos resulten atractivos para el gran capital), y aprovechó igualmente las necesidades de éste que lo diferencian de los pequeños ahorristas estafados por los bancos italianos, alemanes, japoneses, pues ese sector, casi hasta último momento, se ha negado a aceptar el canje que le hará perder cerca de dos tercios de lo invertido en los bonos anteriores por seguir los consejos de los especuladores y usureros.
La división entre los acreedores se enfrentó así a un gobierno decidido y unido, y éste ganó. Y el gran capital, como siempre, pensó en los negocios y abandonó a los pequeños ahorristas cuando vio que Argentina se recuperaba (porque no aplicaba las recetas del FMI) y que su ejemplo, por lo menos en lo inmediato, no se extendería a otros países.
La diplomacia argentina obtuvo de este modo un gran triunfo que, sin duda, reforzará al equipo gubernamental, cuyas medidas en el plano interno están también reduciendo la de-socupación (que llega de todos modos a 16 por ciento) y aumentando la recaudación impositiva. Además, ha neutralizado en parte a los grupos de piqueteros (desocupados organizados) más activos y ha logrado reforzar su popularidad en las clases medias.
Aunque subsistan grandes problemas, (como la tenencia de la tierra en pocas manos, la desocupación, el control extranjero de las empresas y servicios fundamentales para el desarrollo nacional) el tiempo y el campo de maniobra logrados por Argentina podrían permitirle los medios para elevar la capacidad adquisitiva del mercado interno, muy golpeada por la crisis y la devaluación del peso, y podrían servir para que el gobierno pase con éxito la prueba de las próximas elecciones parlamentarias.
Pero los efectos no serán sólo locales porque, para los países deudores, de este triunfo argentino se desprenden dos conclusiones principales. La primera consiste en que sin el FMI, inclusive contra éste, es posible salir del pozo donde Argentina se precipitó, entre otras cosas, debido a los propios consejos de ese organismo financiero. Y la segunda es que la firmeza al negociar, sobre todo si se cuenta con consenso en todo el país, ayuda poderosamente al capital financiero internacional a comprender que el mercado que es una relación social no le permite ya cobrar la libra de carne acostumbrada y lo obliga a hacer negocios realistas.