El triunfo de la dignidad
Ampliar la imagen Clint Eastwood, Morgan Freeman y Hillary Swank, en una escena de la cinta Golpes del destino FOTO Cortes�Videocine
En varias ocasiones me he referido a Clint Eastwood como el último director clásico de Hollywood. Su vigésimo quinto largometraje, Golpes del destino, confirma ese status. Resulta notable cómo el veterano director ha depurado su técnica hasta encontrar una forma tan sencilla de resolver sus relatos que las acciones parecen ocurrir de manera espontánea ante la cámara.
Si su anterior obra maestra, Los imperdonables, estaba dedicada a sus maestros Sergio Leone y Don Siegel, no cabe duda que Eastwood ha preferido, en su propio estilo, la eficaz economía del segundo al barroquismo del primero. Golpes del destino es, pues, otra feliz anomalía en el panorama actual del cine: no está basada en una tira cómica, no cuenta con un solo efecto digital, su banda sonora no contiene canciones que deriven a interludios de videoclip... vaya, nada en ella es artificial.
Su argumento -que, en esencia podría pertenecer a una película de la Warner de los 40- es también engañosamente simple: el entrenador y dueño de gimnasio Frankie Dunn (Eastwood) es perseguido por Maggie (Hilary Swank), una mesera que desea ser boxeadora profesional; el veterano la rechaza porque no cree que una mujer treintona tenga futuro en ese deporte. Sin embargo, la insistencia de Maggie lo hace ceder; después de un arduo entrenamiento ella muestra su potencial desde sus primeras peleas, noqueando a sus contrincantes en el primer round. Frankie le conseguirá una pelea por el campeonato. Quien narra en off esa relación es Eddie (Morgan Freeman), ex boxeador y único amigo de Frankie.
La historia tiene un desenlace dramático anticipado por el título en castellano (el original, curiosamente, sugiere algo más alegre). No lo revelaré, por razones obvias, pero abunda en el pesimismo mostrado por Eastwood en sus películas recientes. Tocando sus temas recurrentes de lealtad, pérdida y redención, Golpes de destino se centra en el encuentro afectivo entre personajes solitarios. Ya septuagenario, Frankie le dedica su tiempo libre a molestar al sacerdote local con necias preguntas teológicas, o a enviar cartas que son devueltas por una hija que no quiere saber de él. Maggie, en cambio, tiene la esperanza de poder dedicarse a lo que le apasiona y dejar atrás una existencia triste, de trabajos serviles y una familia abusiva.
Los dos personajes amenazan con ser un cliché: Frankie es el sabio veterano, rudo por fuera pero con un gran corazón; Maggie es la luchadora que viene de abajo para demostrar su capacidad. Y ambos desarrollarán una relación de padre e hija, precisamente para suplir sus respectivas carencias. Sin embargo, hay una honestidad emocional en su interacción que evita cualquier efecto de lugar común. Dicha honestidad está anclada también por las actuaciones. Swank resulta muy conmovedora entre su ansia por complacer y el ejercicio de una determinación casi ciega, mientras Eastwood muestra una vulnerabilidad y una dimensión trágica aún más sorprendentes que en Los imperdonables. (Cabe apuntar que los personajes secundarios no la libran tan bien. Un aspirante a boxeador con taras mentales, o la aprovechada familia white trash de Maggie sí responden a un trazo esquemático).
La película podría ser la versión femenina de Rocky. No lo es. También podría haber cedido al más chantajista de los sentimentalismos. No lo hace, porque Eastwood nunca manipula a sus personajes, ni por ende al espectador. Por lo contrario, hay una dolorida sobriedad en el último tercio que alcanza resonancias morales y éticas no frecuentes en una película hollywoodense. Golpes del destino consigue ser más elocuente en sus últimos 20 minutos que, digamos, Mar adentro con sus dos horas y pico de planteamiento discursivo. Más identificado con géneros violentos como el western y el thriller policiaco, Eastwood ha demostrado también una ocasional vena para el melodrama (recordemos las virtudes de Bird, o Los puentes de Madison). Y en este caso consigue una fuerza emotiva simplemente devastadora. (Una espectadora sentada cerca de mí vio ese último acto entre sollozos incontrolables. Si uno no fuera -por reprimido- tan reacio a ese tipo de manifestaciones también hubiera necesitado una caja de Kleenex).
A sus casi 75 años, Clint Eastwood no es sólo el último de los clásicos. Es también uno de los autores más vitales del Hollywood actual.
GOLPES DEL DESTINO
(Million Dollar Baby)
D: Clint Eastwood/ G: Paul Haggis, basado en relatos del libro Rope Burns: stories from the corner, de F.X. Toole/ F. en C: Tom Stern/ M: Clint Eastwood/ Ed: Joel Cox/ I: Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman, Anthony Mackie, Jay Baruchel/ P: Lakeshore Entertainment, Malpaso Production para Warner Bros. EU, 2004.