Usted está aquí: viernes 25 de febrero de 2005 Opinión Las fiestas sorpresas pueden matar

Alexander Cockburn*

Las fiestas sorpresas pueden matar

Hace unos años la esposa de mi amigo Edward Said, Mariam, me preguntó si podía prestar el departamento de Nueva York en el que vivía en ese entonces para realizar una fiesta sorpresa y celebrar el cumpleaños número 40 de Edward. No me gustan las fiestas sorpresas, pero, obviamente, accedí. Llegó la noche esperada; los invitados se congregaron en la sala del undécimo piso de Central Park West 333. La mesa del comedor se pandeaba bajo delicias de Medio Oriente. Entonces se escuchó el aviso desde la puerta principal. ¡Edward y Mariam habían llegado! Venían subiendo por el elevador. Y en ese momento todos pudimos escuchar la furiosa diatriba de Edward: "¡Pero si yo no quiero ir a cenar con Alex!" Finalmente entraron y se escuchó un grito proveniente de 70 gargantas: "¡feliz cumpleaños!" La sorpresa lo echó para atrás; tropezó y por un momento pensé que iba a desplomarse de un ataque al corazón. Por supuesto no fue así, y después de unos minutos de confusión por las felicitaciones de amigos a los que no veía en 20 años, disfrutó de una magnífica velada.

Pero ese momento en que Edward trastabilló ha permanecido en mi memoria a través de los años, confirmando mi opinión general de que las fiestas sorpresas son una institución perniciosa, un intento sádico en primer grado. ¿Qué podría ser más placentero que una fiesta bien planeada, del conocimiento de todos, con la figura de honor homenajeada con la oportunidad de seleccionar la lista de invitados, planear un brindis espontáneo y especificar la selección de comida, bebidas y música? ¿Qué puede ser más bárbaro que el repentino grito de "¡sorpresa!" y los poco placenteros rostros del pasado a la vista, sin mencionar todos los cocteles que no son del agrado del agasajado?

Ahora la evidencia científica está sobre ello. Las fiestas sorpresas pueden matar. Para poner el asunto en términos científicos: el estrés emocional puede precipitar una severa disfunción del ventrículo izquierdo en pacientes sin enfermedades coronarias. La estimulación empática exagerada es probablemente la causa central de este síndrome.

O en palabras del comunicado de prensa de la Universidad Johns Hopkins: Investigadores del John Hopkins han descubierto que el estrés emocional imprevisto puede tener como resultado una severa, aunque reversible, debilidad muscular del corazón que se asemeja a un ataque cardiaco. Pacientes con esta condición, llamada cardiomiopatía del estrés, pero conocida coloquialmente como síndrome del "corazón destrozado", suelen ser mal diagnosticados como un ataque cardiaco masivo, cuando en realidad ha estado sufriendo durante días una descarga de adrenalina y otras hormonas relacionadas con el estrés que pueden "sedar" temporalmente al corazón.

"Nuestro estudio deberá ayudar a los médicos a distinguir entre cardiomiopatía del estrés y un ataque cardiaco", dice el autor principal del artículo, el cardiólogo Ilan Wittstein, profesor asistente en la Universidad de Medicina Johns Hopkins y su Instituto de Cardiología. "Y también tranquilizar a los pacientes al explicarles que no han sufrido un daño cardiaco permanente."

En el estudio del Hopkins, publicado en el Diario de Medicina de Nueva Inglaterra en Internet del 10 de febrero, el equipo de investigadores descubrió que algunas personas responden a fuertes y abrumadores grados de estrés produciendo grandes cantidades de catecolaminas (especialmente adrenalina y noradrenalina, también llamadas epinefrina y norapinefrina) y descargándolas en el torrente sanguíneo, junto con sus productos de desecho y pequeñas proteínas producidas por un sistema nervioso excitado. Estos químicos pueden intoxicar temporalmente el corazón, sedando de manera efectiva al músculo y produciendo síntomas similares al los de un ataque cardiaco, incluyendo dolor de pecho, líquido en los pulmones, falta de aliento y falla coronaria.

Sin embargo, mediante una ocultación más cercana, los investigadores han determinado que los casos de cardiomiopatía del estrés eran clínicamente distintos a los de un ataque cardiaco.

"Tras observar varios casos del síndrome de "corazón destrozado" en el Hospital Hopkins -la mayoría presentados por mujeres de edad media o madura-, hemos descubierto que estos pacientes tienen características clínicas bastante diferentes a las de casos típicos de ataque al corazón, y que algo muy distinto estaba ocurriendo", dice Wittstein. "Estos casos eran inicialmente difíciles de explicar, ya que la mayoría de estos pacientes estaban sanos y presentaban muy pocos factores de riesgo para una falla cardiaca."

El doctor Wittstein explicó al New York Times que uno de los primeros pacientes era una mujer de 60 años a quien su familia le había preparado una fiesta sorpresa. "Setenta personas salieron de la oscuridad y gritaron ¡Sorpresa! y, literalmente tres horas más tarde, ella estaba en la unidad de terapia intensiva."

Por supuesto, muchos de los rituales de nuestra sociedad tienen una oculta intención homicida, especialmente esas desastrosas sesiones conocidas como reuniones familiares. Abuelito y abuelita van en coche al ágape, son medio aplastados por los concurrentes, regresan a casa y son borrados del mapa en la carretera por una semiautomática cuando el abuelose queda dormido en un alto. Un padre se desploma cuando abre la puerta principal para descubrir a un hombre con cara abotagada que vagamente guarda algo de similitud con la hija que abandonó el hogar hace muchos años y que le dice con una voz un tanto aguda: "Hola, papá."

Así es que, por favor, sin sorpresas.

Alexander Cockburn es coeditor junto con Jeffrey St. Clair del diario semanal CounterPunch.

Traducción: Miranda Romero

 
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