Usted está aquí: miércoles 23 de febrero de 2005 Opinión Cabrera Infante y la otra geografía

Javier Aranda Luna

Cabrera Infante y la otra geografía

La última vez que conversé con Guillermo Cabrera Infante me habló del futuro. Del cine del futuro que inauguró ''para siempre" la película Matrix: ''ya verá que todas las cintas que vengan jugarán con las cámaras como allí se hizo". Pero también me habló del futuro que nunca vio. Del futuro que más que proyecto fue un sueño sin demasiadas ilusiones: su regreso a Cuba y, particularmente, a La Habana, después de la muerte o caída de Fidel Castro. Castro no ha caído y sigue vivo. Cabrera Infante también.

Hasta 1990 mi relación con Cabrera Infante fue la de un agradecido lector. La música de Tres tristes tigres, sus juegos de palabras, la oralidad de su estructura para rescatar una Habana nocturna, me sorprendieron.

Por ese libro y otros como La Habana para un Infante difunto creo que Cuba es más que una geografía y una historia. Es una extensa literatura que debemos a este escritor y a otros como Alejo Carpentier o José Lezama Lima.

Cuando Guillermo Cabrera Infante recibió el premio Cervantes en 1997, nos cimbró con una hipótesis interesante y divertida: si la Corona española le hubiera dado permiso a Miguel de Cervantes para emigrar a las tierras chiapanecas como quería, su gran libro hubiera sido escrito no en España, sino en la Nueva España. ''Qué les parece Don Quijote de las Indias? ¿Qué tal Sancho Pampa? No habría habido molinos pero habría vientos ¿Es una fantasía americana?"

Imaginación y memoria atraviesan la veintena de libros que escribió Cabrera Infante. Imaginación lingüística y memoria literaria. Desde sus cuentos y novelas hasta sus artículos de cine, de música y aún los de carácter político.

La inmediatez que tienen los artículos como publicación y el propio acceso al público le permitían al escritor, según él, una situación ideal en la cual se le puede tratar como una forma de ficción: ''con el mismo rigor con que ésta se establece".

Para él todos los escritores de habla hispana provenían o del ''manco Cervantes" o del ''diestro en duelos" Francisco de Quevedo. Si eso es así, Cabrera Infante tuvo doble ascendencia: el español fue para él un juguete y un arma; un medio para provocar la sonrisa cómplice del lector o de plano la carcajada y para desmontar con estilete la tontería.

Pero si Cervantes y Quevedo son el reino del que surgió de manera directa, Guillermo Cabrera Infante abrevó en otras tradiciones de manera fructífera. Pienso sobre todo en la literatura inglesa. O, ¿no es acaso Tres tristes tigres también un homenaje al Ulises de James Joyce? ¿A ese ''exiliado" -como el propio Cabrera Infante- que recordó la ciudad de Dublín estando en Trieste?

Guillermo Cabrera Infante ha desaparecido pero todavía habla. No es un fantasma. Su voz viene de sus libros. Su voz, que recogió la voz de una Habana difunta, es la voz de un coro que no es otro que el de la tradición literaria, de un territorio de la imaginación en la que Cuba y, particularmente La Habana, es más que historia y geografía: es un personaje vivo, un personaje que respira.

 
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