Tristeza que trasciende lo razonable
Al menos seis años de tristeza y dolor profundos que parecían no tener final, y de dormir sin sueño físico y sin sueños. Emocionalmente vulnerable, sin ganas de vivir y sin voluntad para concluir proyectos básicos. "Te destruyes sin darte cuenta", dice Fernando, quien así vivió la depresión.
"A veces te distraes con algo, pero al rato vuelves a lo mismo; sin capacidad para transformar tu realidad asumes una actitud apática. Vuelves a la tristeza que trasciende lo razonable y se agudiza al paso del tiempo sin que puedas hacer nada.
"Cuando te das cuenta ya te estás levantando a la una o a las tres de la tarde, cansado de no dormir por estar recreando y recordando el dolor. No me daban ganas ni siquiera de bañarme. El mundo que yo mismo había elegido, me resultaba totalmente adverso y en una actitud cómoda asumía la posición de víctima."
Hoy, prácticamente recuperado después de varios episodios depresivos severos, Fernando está seguro de que su problema empezó en la infancia y por la falta de una familia, de un padre y una madre que le evitaran el sentimiento de abandono.
"Crecí con autoestima baja, no me valoraba como persona y eso me volvió vulnerable ante los demás. Careces de voluntad y por lo mismo, eres sujeto de manipulación."
A los tres meses de una primera sicoterapia, recuerda, "pude medio ver el problema. Sin ir al fondo pensé que lo podría manejar y dejé el tratamiento. Tomé decisiones equivocadas, me casé pensando que era yo el del conflicto y no mi pareja. Al final me di cuenta: sí estaba mal y que ella estaba igual o más enferma que yo.
"A los ocho meses regresé ya con el matrimonio destruido, y con una depresión todavía más profunda. Sin medicamentos antidepresivos, un año y medio después empecé a ver los resultados. Me empezó a ir bien en el trabajo, empezaba a tener una vida propia, sin dependencia y con algunas satisfacciones, hasta que un segundo fracaso en una nueva relación de pareja me provocó una recaída.
"Bajé de peso, 11 kilogramos, y nuevamente caí en una tristeza profunda. Había querido asumir una paternidad que no me correspondía, pero me sirvió para darme cuenta de mis carencias. No tuve padre y eso es algo que llevas contigo siempre."
Ya con más elementos para controlar su estado de ánimo, Fernando retomó la terapia y a los seis meses se recuperó nuevamente. "Ahora -expresa-, aunque no puedo decir que ya lo logré porque es un proceso, lo veo como algo lejano. Sé de mis carencias. En este momento no tengo ningún síntoma de depresión, pero los elementos que la pueden detonar ahí están y tengo que vivir con ellos. Tengo que aprender a vivir haciendo uso de la razón."
Angeles Cruz Martínez