Usted está aquí: miércoles 23 de febrero de 2005 Opinión El porvenir de los jóvenes y los jóvenes sin porvenir

Gastón Castellanos

El porvenir de los jóvenes y los jóvenes sin porvenir

Hablar de los jóvenes implica una reflexión profunda sobre esta etapa incomparable del ser humano, plétorica de vitalidad, de capacidad creativa, de sueños e ilusiones. Ser joven es un proyecto de vida, un camino por recorrer, es la búsqueda de la libertad y el anhelo de descubrir cuál es la esencia de su ser y lo que quiere ser. Pero no todo es idealismo, la realidad es otra. Los jóvenes afrontan enormes retos en cuanto a tener acceso a la educación, la salud y el empleo, entre otras cosas. Dejaron atrás la ingenuidad y la nostalgia de la pubertad. Deben concentrarse en dos objetivos, el primero que señaló Pascal: "La cosa más importante en la vida es la selección del oficio, es decir, la vocación". El segundo no menos importante es de forjar un carácter sobrio, con templanza y fortaleza moral, en el que poca ayuda reciben. Séneca expresaba a sus discípulos: "No se nos adoctrina para la vida, se nos instruye para la escuela". Este preámbulo quizás sirva para despertar la conciencia de los jóvenes y de todos aquellos que se ocupan y preocupan por su futuro.

Ahora bien, tratemos de resumir ¿cuál es el panorama actual que confronta la población juvenil en nuestra región? Sólo hay que tomar nota de lo que dicen los expertos. Datos recientes de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe y de la Organización Iberoamericana de la Juventud establecen que "en la región existen 58 millones de jóvenes pobres, de los cuales 21.2 millones padecen pobreza extrema, es decir, que en la pasada década el porcentaje de jóvenes afectados por la pobreza aumentó 15 por ciento". Esto ya se toma con aires de resignación, puesto que es consecuencia del subdesarrollo, el mal endémico y pernicioso que tiene empantanado al subcontinente americano, paradójicamente llamado el de la esperanza.

Conocemos las causas, los programas diseñados desde afuera para justificar la ineptitud y demagogia de los de adentro. No obstante que este vasto territorio cuenta con enormes recursos naturales y de capital humano, se observa el curso progresivo de letargia y decadencia. Lo que no han previsto los expertos es que la tolerancia tiene un límite, y es tan frágil, que si no se adoptan medidas enérgicas se corre el riesgo de brotes de violencia y desajuste social, que a su vez sólo acarrean caos y retroceso. Tenemos países de contrastes y de contrarios. Heredamos el neocolonialismo interno, al cual se injertó sin rechazo alguno el transplante falaz del neoliberalismo.

En lo que se refiere a México alcanzamos la cifra de 105 millones de habitantes, de los cuales se estima que 20 millones viven en condiciones lamentables de pobreza. Nos enteramos que más de 5 por ciento de la riqueza del país está en manos de 11 millonarios y otros 85 mil los siguen de cerca. No somos jueces para calificar las fortunas. Sin duda han tenido ingenio y tenacidad para acumular capital y algunos lo invierten para generar el 5 por ciento del empleo formal.

La Encuesta de Expectativas del Empleo Manpower (La Jornada, 13 de enero 2005) señala que "tenemos un déficit de al menos 2 millones 750 mil empleos y que esta cifra aumentará en el año en curso". A esto se añade la cifra alarmante de subempleo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) indicó en "su informe sobre la situación laboral de 2004 que México y Perú alcanzan los más altos registros de desempleo juvenil en la región".

¿Cuál sería la situación económica actual si no contáramos con recursos petroleros, aunados a las remesas de nuestros connacionales que han emigrado hacia el norte, cuya aportación es significativa en el presupuesto federal? A diario escuchamos voces de alarma, de insatisfacción, de incertidumbre. Sin embargo, la queja, la congoja jamás han resuelto un problema. Se requiere el análisis de las causas y la reflexión para alcanzar consensos de solución. Ya basta de debates estériles y discursos superfluos; la pugna tripartita entre los poderes resulta infructuosa, cuando su máxima obligación es servir mejor a la nación.

Por tanto, necesitamos el concurso de todos: políticos competentes y empresarios exitosos, buenos profesionistas, científicos y técnicos; diplomáticos de carrera y no a la carrera; militares que honran su vocación, la clase intelectual es que aún tiene clase, los obreros y campesinos que sustentan las fábricas y el campo. El reto es innovar, no imitar. Tenemos la fortaleza para salir adelante. Confiemos en la juventud que es el símbolo de la libertad.

 
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