Las lenguas de México El tesoro es cada lengua que se habla y vive. Cada una representa una biblioteca de siglos. Hasta la más amenazada y pequeña. En México tenemos 57 lenguas (sin contar sus múltiples dialectos). Unas cuántas en proceso de extinción. Las demás alzan hoy la voz y la letra más alto que nunca --al menos desde su fallida aniquilación por el imperio español y buena parte de los gobiernos nacionales.
Estúpidas como fueron las afirmaciones del presidente de la Real Academia Española en relación a las lenguas de los pueblos americanos y su debida obediencia a la lengua dominante, al clausurar su congreso en Argentina el año pasado, tangueramente nos recordaron que cinco siglos no son nada, que los ilustrados y los poderosos, tan avasallados ya al inglés, no entienden un carajo. Cabe pues suponer que para los iletrados priístas y panistas que padecemos, lo que piensa la Real Academia es lo que ellos, de hacerlo, pensarían.
Sobre esta barrera, tan real como la que nos separa de Estados Unidos, saltan con agilidad, pero también con esfuerzo, los nuevos escritores, pensadores y maestros mexicanos en lenguas indígenas. El fenómeno de una nueva literatura, caso único en el actual mundo mundializado, es aún joven pese a los siglos que carga. Como señala Carlos Montemayor en el esclarecedor ensayo que honra estas páginas, abre un panorama en el espacio y el tiempo, e invita a la reflexión y el debate. Esta es la primera de dos entregas sobre el tema, por lo demás una constante de Ojarasca.
El notable relato de Marceal Méndez Pérez (lamentablemente sin su versión en tseltal), tanto como los poemas también tseltales de Juan Álvarez Pérez y Manuel Sántiz Gómez, prueban el avance cualitativo que experimentan los escritores de lenguas mayas en Chiapas. Ellos, como el escritor y maestro ñahñú Francisco Luna Tavera, quien abre este número, luchan por conquistar la escritura para su palabra originaria. Piensan, sueñan y redactan mentalmente en sus lenguas, traducen al castellano para poderlo escribir, y luego reescriben (retraducen) al tseltal, al ñahñú. Exprimen los signos. Nuestro alfabeto les viene chico, pero no tienen otro.
Nuestra próxima entrega presentará testimonios y debates de algunos reconocidos escritores en lenguas indígenas, y también de algunos más jóvenes. Y por supuesto, más pruebas escritas de la nueva literatura mexicana en lenguas.
Poemínimos desde el MezquitalFrancisco R. Luna Tavera
El maguey
Qué dardos para el sol. Qué dardos. |
Ra 'uade
Te mä sä pa ra hyadi. Te mä sä. |
Primavera
Me voy al campo voy a esperar la vida. La veo venir. |
Panthi
Gä ma ha ra mbonthi ma gä to'mä ra te. Di handi di 'ñehni. |
Mi ayate
Ya. Mi ayate es mi mayor tesoro. |
Mä 'ronjua
Nubye Mä 'ronjua mä dängä hmädi. |
La cosecha
Suave olor de maíz los pájaros chillan mi ayate está lleno. |
Ra sofo
Ko ra hogä ñyuni ra dethä ya ts'ints'u zoni. Mä 'ronjua ñuts'i. |
Muerte
Mi muerte, tu muerte, la muerte. Nuestra muerte, la vida. |
Ra du
Mä du, ri du, ra du. Mä duhe, ra te. |
Tendido de rocíoAquí está el lugar sagrado,
el cerro llamado Bumxa,
sitio en que mora
la Serpiente Sagrada;
se levanta arriba.
Allá abajo en el valle
viven los ñahñú;
alrededor, los cerros
se tienden en la hierba verde
esperando la lluvia.
Francisco Ramiro Luna Tavera, maestro y poeta originario del Valle de Mezquital, Hidalgo.
En 1997 publicó el libro Otoncuicatl/Ya nzäi. Las presentes traducciones a la lengua ñahñú
fueron revisadas por Anastacio Botho Gaspar, de la Academia de la Cultura Ñahñú.