Ojarasca 94  febrero 2005


 
Las lenguas de México

El tesoro es cada lengua que se habla y vive. Cada una representa una biblioteca de siglos. Hasta la más amenazada y pequeña. En México tenemos 57 lenguas (sin contar sus múltiples dialectos). Unas cuántas en proceso de extinción. Las demás alzan hoy la voz y la letra más alto que nunca --al menos desde su fallida aniquilación por el imperio español y buena parte de los gobiernos nacionales.

Estúpidas como fueron las afirmaciones del presidente de la Real Academia Española en relación a las lenguas de los pueblos americanos y su debida obediencia a la lengua dominante, al clausurar su congreso en Argentina el año pasado, tangueramente nos recordaron que cinco siglos no son nada, que los ilustrados y los poderosos, tan avasallados ya al inglés, no entienden un carajo. Cabe pues suponer que para los iletrados priístas y panistas que padecemos, lo que piensa la Real Academia es lo que ellos, de hacerlo, pensarían.

Sobre esta barrera, tan real como la que nos separa de Estados Unidos, saltan con agilidad, pero también con esfuerzo, los nuevos escritores, pensadores y maestros mexicanos en lenguas indígenas. El fenómeno de una nueva literatura, caso único en el actual mundo mundializado, es aún joven pese a los siglos que carga. Como señala Carlos Montemayor en el esclarecedor ensayo que honra estas páginas, abre un panorama en el espacio y el tiempo, e invita a la reflexión y el debate. Esta es la primera de dos entregas sobre el tema, por lo demás una constante de Ojarasca.

El notable relato de Marceal Méndez Pérez (lamentablemente sin su versión en tseltal), tanto como los poemas también tseltales de Juan Álvarez Pérez y Manuel Sántiz Gómez, prueban el avance cualitativo que experimentan los escritores de lenguas mayas en Chiapas. Ellos, como el escritor y maestro ñahñú Francisco Luna Tavera, quien abre este número, luchan por conquistar la escritura para su palabra originaria. Piensan, sueñan y redactan mentalmente en sus lenguas, traducen al castellano para poderlo escribir, y luego reescriben (retraducen) al tseltal, al ñahñú. Exprimen los signos. Nuestro alfabeto les viene chico, pero no tienen otro.

Nuestra próxima entrega presentará testimonios y debates de algunos reconocidos escritores en lenguas indígenas, y también de algunos más jóvenes. Y por supuesto, más pruebas escritas de la nueva literatura mexicana en lenguas.
 



 
 
Poemínimos desde el Mezquital

Francisco R. Luna Tavera

El maguey

Qué dardos

para el sol.

Qué dardos.

Ra 'uade

Te mä sä

pa ra hyadi.

Te mä sä.

 
Primavera

Me voy al campo

voy a esperar la vida.

La veo venir.

Panthi

Gä ma ha ra mbonthi

ma gä to'mä ra te.

Di handi di 'ñehni.

Mi ayate

Ya. Mi ayate

es mi mayor tesoro.

Mä 'ronjua

Nubye Mä 'ronjua

mä dängä hmädi.

La cosecha

Suave olor de maíz

los pájaros chillan

mi ayate está lleno.

Ra sofo

Ko ra hogä ñyuni ra dethä

ya ts'ints'u zoni.

Mä 'ronjua ñuts'i.

Muerte

Mi muerte, tu muerte,

la muerte.

Nuestra muerte, 

la vida.

Ra du

Mä du, ri du,

ra du.

Mä duhe,

ra te.

 

Tendido de rocío

Aquí está el lugar sagrado,

el cerro llamado Bumxa,

sitio en que mora

la Serpiente Sagrada;

se levanta arriba.
 

Allá abajo en el valle

viven los ñahñú;

alrededor, los cerros

se tienden en la hierba verde

esperando la lluvia.

Francisco Ramiro Luna Tavera, maestro y poeta originario del Valle de Mezquital, Hidalgo.
En 1997 publicó el libro Otoncuicatl/Ya nzäi. Las presentes traducciones a la lengua ñahñú
fueron revisadas por Anastacio Botho Gaspar, de la Academia de la Cultura Ñahñú.
 
 

shaman
Chamán cubeo bajo la influencia del yagé,
una variante de la ayahuasca, planta sagrada
de los pueblos amazónicos, Mitú, 1953

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