Usted está aquí: lunes 21 de febrero de 2005 Opinión Parece que va a llover

Armando Labra M./ I

Parece que va a llover

Haciendo un rápido recuento del presente y atisbando un poco el porvenir uno se pregunta por qué tanto afán de algunos mexicanos en ser presidente. Si el tropel de aspirantes peca de optimismo es porque tal vez sea cierto aquello de que todo optimista es un pesimista mal informado.

El país que dejará tras de sí el sexenio del cambio (?) foxista está mal ahora, pero no hay indicios de que mejore en el sexenio siguiente, cualquiera que sea el color de su gobierno. Veamos la economía. El mejor año del sexenio habrá sido 2004 en el que hoy se festina haber crecido 4.4 por ciento. Nadie siente tal crecimiento porque se concentró en dos meses al final del año, se polarizó en actividades exportadoras en manos de extranjeros y fue resultado no del esfuerzo de los mexicanos, sino un coletazo efímero del repunte económico estadunidense.

Aparte de tales matices y de cierta mejoría en 2004, en todo el sexenio no habrá crecido el producto por habitante. Como sabemos, el éxito o fracaso de cualquier economía depende si beneficia o no a la población, no si se alcanza tal o cual índice de precios o de inflación o equis paridad cambiaria. Si la mayoría de la gente no mejora su nivel de vida en calidad y cantidad, la política económica es un fracaso y eso es lo que revelan los datos oficiales y las previsiones a dos años, todas menores a 2004. Y si fracasa la política económica, fracasa el gobierno que la aplica porque significa la ineptitud para generar empleos, ya no digamos productivos, permanentes y bien pagados, simplemente empleos que permitan acceder a la salud, la alimentación, la educación, la vivienda, etcétera.

Así pues, parece que va a llover, y fuerte, en el horizonte previsible. Con una economía desarticulada, dependiente y carente de inversiones productivas difícil será la tarea del próximo presidente de México. Ciertamente no se podrá apelar a más de lo mismo como desde hace dos decenios, o como ahora, a peor de lo mismo, en donde se junta el error con la entropía. ¿Es ello posible?

Para desanimar aún más a los contendientes en la carrera presidencial o para que se vayan preparando, vale la pena citar un documento de discusión del National Intelligence Council (NIC), agencia del gobierno de Estados Unidos que nutre las decisiones estratégicas de la Casa Blanca.

En el texto titulado Latinoamérica 2020: pensando en los escenarios de largo plazo se advierte que las virtudes de cierto avance democratizador e institucional y alguna estabilidad financiera, pobres serán los resultados sociales, pendular el crecimiento económico, profunda la pérdida de legitimidad de los actores políticos y menguante la importancia de la región en el contexto internacional. Ahí nos engloban a todos los latinoamericanos con la lógica de que se han aplicado las mismas políticas en la mayoría de sus países.

El documento plantea drivers o motores de avance y sus contrapartes. En suma, el único driver seguro es la relación que se logre construir con Estados Unidos, punto. Con el detalle de que la agenda global de ese país tendrá otras prioridades, como el antiterrorismo, la emergencia de nuevos focos de atención mundial. El ALCA perderá importancia y en consecuencia crecerá el desinterés comercial privado y las regulaciones de la seguridad interior en la región. Esto último, dice el documento, propiciará que accedan al poder políticos y candidatos de "mano dura" desde las alcaldías hasta las presidencias. Y bueno, se afirma que la perspectiva se explica en que Latinoamé-rica "conforma una entidad cultural y civilizacional (sic) diferente".

¿Opciones? Una es seguir en la senda de la "persistente desinstitucionalización o "adaptarse exitosamente a la globalización". Los dos escenarios principales que vislumbra el NIC son: crisis recurrentes de gobernabilidad o avances de gobernabilidad democrática y adaptación exitosa a la globalización (aquí se ubica a Chile, México, Costa Rica y Uruguay, y añade que "en estos países la estabilidad macroeconómica, el desarrollo relativo de las instituciones políticas y la integración comercial con Estados Unidos y otros poderes mundiales redundará en una gobernabilidad exitosa, mayor desarrollo social y menor influencia de los poderes fácticos").

El documento abunda en otros escenarios probables y otros no tanto, pero de alto impacto, que comentaremos en otra ocasión, salvo la mención a que podría contemplarse una "ola de gobiernos radicalizados y antiestadunidenses que aunque de menor probabilidad, agregaría a las frágiles condiciones anteriores el ascenso de gobiernos de izquierda o nacionalistas en Brasil (como resultado de un hipotético colapso financiero) y México, lo que tendría un efecto contagio sobre otros países". Y advierte que "este escenario de la ola antimperialista continental implicaría subescenarios de aislamiento internacional, empobrecimiento y fuga de capitales, y conflictividad e ingobernabilidad a nivel continental". En la siguiente entrega comentaremos el resto de este importante documento, cuyas premisas confinarían a cualquier gobierno mexicano a más o peor de lo mismo en los próximos 15 años.

 
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