Usted está aquí: jueves 17 de febrero de 2005 Política AMLO, un líder, un movimiento

Octavio Rodríguez Araujo

AMLO, un líder, un movimiento

Sé poco de leyes y menos todavía sobre las cuestiones técnicas de El Encino y el lío que se ha armado con una calle que nunca fue construida. Pero sí sé de política, pues me he dedicado a estudiarla muchos años.

El desafuero a López Obrador es una medida absolutamente desproporcionada contra el jefe del Gobierno del Distrito Federal, aun aceptando (sin conceder) que de verdad no acató una disposición de un juez. Si sus enemigos no hubieran fabricado el caso por el cual se le quiere desaforar, y lo que siga después, hubieran fabricado otro cualquiera, pues la idea es, y de esto no hay duda, sacarlo de la jugada para la elección presidencial de 2006.

Ya escribí hace tiempo que estas medidas contra Andrés Manuel se originaron en Washington: Bush no quiere otro Hugo Chávez en América Latina, ni alguien que, según su limitada manera de ver, se le pudiera parecer (que no es el caso). Lo que quiere el gobierno de Estados Unidos para México es un gobierno (y un Congreso de la Unión) que esté de acuerdo con la privatización de nuestro petróleo, más otras ventajas para su economía y la de los inmensos intereses empresariales que representa. A Bush no le interesa si en nuestro país gobierna el PRI o el PAN, sólo quiere mantener el proceso de entreguismo iniciado por Salinas de Gortari, hasta ahora inconcluso gracias a la oposición en nuestras cámaras llamadas eufemísticamente legislativas. Lo que se quiere en el norte es otro presidente como Salinas, Zedillo y Fox, que significan lo mismo, más un Congreso mayoritariamente priísta y panista que apruebe, sin problemas ni discusión, lo que el jefe del Ejecutivo ordene (siempre disciplinado a Washington).

La apuesta de los estrategos (con o) de Estados Unidos y de los asesores de Fox es que si la sociedad se levanta en contra del desafuero a López Obrador, su protesta no durará mucho tiempo, la gente se cansará, se irá a su casa y, a lo sumo, se prenderá un moñito tricolor en el pecho mientras en su trabajo no se le exija que se lo quite. Pero van a perder la apuesta.

Estamos muy enojados, y no porque necesariamente seamos partidarios del jefe de Gobierno capitalino, sino porque desde Los Pinos se quiere decidir quién será candidato a la Presidencia y quién no. Igual estaría molesto si se le hiciera lo mismo a cualquier otro precandidato viable y alternativo al neoliberalismo. Una de las ventajas de la democracia, incluso como ha querido entenderla Fox, es que el pueblo elige a sus gobernantes. Si se nos quita este derecho, el gobierno y sus diputados títeres nos estarían invitando no sólo a protestar y ponernos un moñito en la ropa, sino a la revolución. Cuando Porfirio Díaz dijo al periodista Creelman que la democracia sólo era posible, en la práctica, en pueblos altamente desarrollados, dos años después se enfrentó a una revolución que, entre otras cosas, exigía democracia, y el país distaba mucho de ser de-sarrollado. El dictador se equivocó. Los pueblos subdesarrollados también exigimos la democracia y si por un puente peatonal en Lerma se para el tráfico carretero cuatro horas, que imagine el gobierno lo que podremos hacer si se nos niega el derecho a elegir a nuestros gobernantes.

No estoy llamando a la revolución, entre otras razones porque yo no represento a nadie ni tengo una organización que le dé sentido y orden. Pero sí pienso que así como el gobierno de Fox y sus corifeos parecen encaprichados con su veto a López Obrador, nosotros, ciudadanos comunes, también podemos encapricharnos y, aunque no estuviéramos de acuerdo con el político tabasqueño, exigir que se le respeten sus derechos políticos. Ya sabremos si votamos por él o por otro, pero tiene derecho a ser candidato y no permitiremos que se le quite ese derecho con marrullerías jurídicas propias de Ministerio Público sometido al cacique de la localidad.

No me dirijo a la cordura de los diputados, pues han demostrado más de una vez que no le tienen respeto a su propia investidura ni a la institución de la que forman parte. Los invito a evitar una confrontación nacional de un pueblo enojado, no sólo porque se le ha sumido en la miseria -que es más que suficiente para alimentar la rabia-, sino porque ahora se le quiere quitar a un posible candidato que ha demostrado tener más simpatías que otros (por algo será).

Si López Obrador no se acobarda, y sé que no va a ocurrir, será un líder todavía mayor de lo que ya lo es en este momento. Y a los mexicanos, por razones difíciles de explicar en este espacio, nos simpatizan los líderes, y más si son hostigados por el poder. Fox debería saberlo: él fue un líder que prometió sacar al PRI de Los Pinos, y la gente le creyó, para decepcionarse después. Pero ésta es otra historia.

 
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