La muerte de un viajante (fragmentos)
Acto primero. Se escucha una melodía, ejecutada en una flauta. Una sugestión de hierba, de árboles y de horizonte. Se alza el telón.
Está ante nosotros la casa del viajante. Advertimos las altas siluetas de los rascacielos que la rodean.
La luz del cielo azul cae solamente sobre la casa y el primer término de la escena. El resto tiene un triste tono anaranjado. Cuando aumenta la luz, distinguimos las sólidas y elevadas construcciones que aprisionan la pequeña y frágil estructura de la casa. Un aire de misterio parece apretado a la casa, un sueño emergiendo de la realidad. La cocina, en el centro, es bastante actual. Hay una mesa, tres sillas y una nevera. No se ve más. Al fondo de la cocina hay una puerta con una cortina, que conduce a la sala. A la derecha de la cocina, sobre un nivel de medio metro de altura, el dormitorio amueblado con una cama de bronce y una silla. En una repisa, sobre la cama, una copa de plata, trofeo de algún concurso de atletismo.
Una ventana a un lado, por la que se ve la casa próxima. Sobre la cocina, a una altura de dos metros, está el dormitorio de los hijos, en la sombra al principio. Apenas se ven las dos camas y, al fondo, una ventana. (Esta habitación se supone que está sobre el salón.) A la izquierda, una escalera en curva que comunica con la cocina.
El decorado es por entero, o, en alguno de sus lados, en parte, transparente. El tejado de la casa tiene una sola dimensión y deja ver los edificios que rodean la casa. Delante de la casa hay un espacio que sirve de patio trasero de la casa , y en él tienen lugar las escenas que Willy imagina. Cuando la acción se supone en momento presente, los actores respetan las paredes imaginarias, entrando a la casa sólo por la puerta de la derecha. Pero, en las escenas que se suponen en el pasado, esa división se rompe y 1os actores entran y salen atravesando las paredes, hasta el primer término.
(Por la derecha Willy Loman, el viajante, entra con dos maletas. Sigue escuchándose la flauta. El la oye, pero no parece darse cuenta. Tiene más de 60 años de edad, viste de oscuro. Desde que cruza el escenario, para dirigirse a la puerta de la casa, se advierte su cansancio. Abre la puerta, entra de la cocina y, con un suspiro de alivio, deja su carga, demostrando el dolor del peso en las palmas de las manos. Una especie de ''¡Ay, Dios!'' apenas se escapa de sus labios. Cierra la puerta. Después lleva las maletas hasta el salón, a través de la puerta de la cocina.
Linda, su mujer, está echada en la cama, a la derecha. Se levanta y se pone una bala, escuchando.
Linda: -(Oyendo a Willy andar por dentro de la casa, le llama, inquieta.) ¡Willy!
Willy: -Sí, yo soy. Acabo de llegar.
Linda: -¿Por qué? ¿Qué ha pasado? (Un silencio.) ¿Ha sucedido algo, Willy?
Willy: -No. No ha pasado nada.
Linda: -No se habrá estropeado el coche, ¿verdad?
Willy: -(Irritado.) Te he dicho que no ha pasado nada. ¿No me has oído?
Linda: -¿No te encuentras bien?
Willy: -Estoy rendido.
(La flauta ha ido perdiéndose. Willy ha entrado en el dormitorio y se sienta en la cama, entumecido.)
Willy: -No puedo más. No puedo más, Linda.
Linda: -(Con precaución, delicadamente.) ¿Donde has estado lodo el día?
Willy: -He llegado hasta un poco más allá de Yonkers.
Me detuve a tomar una taza de café. Quizá haya sido el café.
Linda: -Haya sido, ¿qué?
Willy: -(Después de un silencio.) De pronto, no pude conducir más. El coche se fue para la cuneta...
Linda: -(Con una esperanza.) ¡Ah! Puede que sea la dirección otra vez. Me pareció que no la habían arreglado bien.
Willy: -No, era yo. Era yo. De pronto, me di cuenta de que iba a más de 70 por hora, y no recuerdo los últimos cinco minutos. Fue como perder el conocimiento...