Sin justicia no habrá paz en Medio Oriente
Así que los palestinos cesarán su ocupación de Israel. No volverán tanques palestinos a abrirse paso a sangre y fuego hacia Haifa y Tel Aviv. Ningún otro F-18 pa-lestino volverá a bombardear centros de población israelíes. Nunca más un helicóptero Apache palestino llevará a cabo "liquidaciones selectivas" -asesinatos- de líderes militares israelíes. Los palestinos han prometido poner fin a "todos los actos de violencia" contra los israelíes, en tanto que Israel ha ofrecido poner fin a toda "actividad militar" contra los palestinos. Ahí está, pues: paz en nuestro tiempo.
Un marciano -inclusive un marciano de alto nivel escolar- habría captado que ése es el mensaje, suponiendo que hubiera descendido el martes anterior en el mundo fantástico de Sharm el Sheikh. Los palestinos han cometido "violencia", y los israelíes han realizado operaciones "inocentes". La "violencia" palestina -o "el terror y la violencia", frase ésta más popular en cuanto lleva el estigma del 11 de septiembre de 2001- ha llegado a su fin.
Mahmoud Abbas -quien este año confió a un íntimo amigo libanés que se ponía traje y corbata para tener un aspecto "diferente" al de Yasser Arafat- consintió todo esto. En el misterio quedó cuál era el pueblo que ocupaba los hogares de cuál otro.
De cabello plateado y con un encorvamiento que le da aire de sabiduría, Mamhoud Abbas estaba a tono con el papel. Te-níamos que olvidar que era el mismo Ab-bas que redactó los acuerdos de Oslo, el que a lo largo de mil páginas evitó escribir aunque fuera una sola vez la palabra "ocupación", y que no habló de "retiro" de tropas israelíes de territorio palestino, sino de "reasignación".
En ningún momento del pasado martes mencionó alguien la ocupación. Como si fuera "sexo", hubo que censurar esa palabra de la narrativa histórica. Como de costumbre, igual que en Oslo, los verdaderos temas se postergaron para otra fecha. Los refugiados, el "derecho al retorno", Jerusalén oriental como capital palestina: ya ha-blaremos de eso más tarde.
Jamás nos había hecho más falta la cáustica voz del finado Edward Said. Por supuesto los asentamientos -colonias ju-días para judíos, y sólo para ellos, en tierra árabe- no se mencionaron este día. Tampoco Jerusalén oriental ni el "derecho al retorno" de los refugiados de 1948. Esos son los "sueños poco realistas" a los que los israelíes se refirieron.
Todo eso se abordará "más tarde", co-mo supuestamente iba a ocurrir con el infortunado acuerdo de Oslo. Mientras se puedan posponer las verdaderas causas de la guerra, no hay problema. Era "el fin de la violencia", que ha costado 4 mil vidas, según se dijo este martes, pero sin la importante ecuación de que dos tercios de esas vidas eran palestinas. Paz, paz, paz. Era como terrorismo, terrorismo, terrorismo: una mercancía que pudiera comprarse en un supermercado. Ojalá lo fuera.
Al final del día las cuestiones importantes eran éstas: ¿cerrarán los israelíes sus asentamientos masivos en Cisjordania, inclusive los que rodean Jerusalén? Nada de eso se dijo. ¿Pondrán fin a la expansión de asentamientos sólo para judíos en toda la Cisjordania palestina? Ni una palabra. ¿Permitirán a los palestinos tener su capital en la Jerusalén oriental árabe? Ninguna mención hubo.
¿Pondrán de veras fin los palestinos a su intifada -y dentro de ella los ataques suicidas- por efecto de estas promesas inexistentes? Al igual que las elecciones en Irak -también llevadas a cabo bajo ocupación extranjera-, las pláticas palestino-israelíes fueron históricas sólo porque fueron "históricas".
La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, advirtió a los palestinos que deben "controlar la violencia", pero, como de costumbre, no hubo ningún llamado a "controlar" la violencia del ejército israelí.
En efecto, el sine qua non de la ecuación fue que los palestinos son culpables. Ellos son el bando "violento": de ahí la admonición de que pongan fin a la "violencia", en tanto que los israelíes cesarán meras "operaciones". Los palestinos, al pa-recer, son genéricamente violentos. Los israelíes son genéricamente respetuosos de la ley: ellos sólo realizan "operaciones". Y Abbas consintió semejantes pamplinas.
Todo quedó claro en la información de los medios sobre los sucesos de este martes. Lo que se ofrecía, dijo CNN, fue "po-ner fin a toda violencia"... como si la ocupación ilegal no fuera una forma de violencia. La agencia estadunidense Associated Press informó con desgano que "algunas poblaciones siguen por ahora bajo control de seguridad israelí", es decir, bajo ocupación, aunque la agencia no lo diría así a sus lectores.
Así pues, Mahmoud Abas será el Ha-mid Karzai de Palestina; su corbata será el equivalente a la túnica verde de Karzai; "nuestro" nuevo hombre en Palestina, el tsunami que lavó la contaminación de Yasser Arafat, cuya tumba Condoleezza Rice se afanó en evitar. Pero las trampas para tanques siguen allí: Jerusalén oriental, los asentamientos judíos y el "derecho al retorno" de los palestinos de 1948 a los hogares que perdieron.
Por si quisiéramos aplaudir, como hi-cieron los "pacificadores" ese martes, más vale darnos cuenta de que, si no resolvemos ya estos grandes pendientes de injusticia, este nuevo acto de "pacificación" va a resultar tan sangriento como Oslo. Pregúntenle a Abbas: él fue el autor de ese primer acuerdo fatal.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya