Ninguno tiene experiencia en trabajar con el energético ni infraestructura adecuada
Firman México y Rusia inviable acuerdo para abastecer de GNL a Estados Unidos
El 14 de enero las empresas paraestatales energéticas de México y Rusia (Pemex y Gazprom) llegaron a un acuerdo preliminar para trabajar en conjunto con el fin de abastecer de gas natural licuado (GNL) al mercado estadunidense. Será un acuerdo divertido de observar: ninguno de los dos países tiene experiencia en trabajar con el GNL y la infraestructura mexicano-estadunidense de gas es inadecuada para la tarea, además de que actualmente envía gas al sur, no al norte. El acuerdo pone de relieve un problema mexicano que se acerca con rapidez a un punto crítico.
A diferencia del petróleo, el gas natural no puede ser enviado con facilidad por una red de ductos. La única forma es someterlo a un súper enfriamiento para licuarlo y después cargarlo en depósitos de diseño especial para su envío a una terminal regasificadora, donde se descarga y calienta para transportarlo en ductos. Tanto Rusia como México carecen de instalaciones de súper enfriamiento y regasificación, y ninguno cuenta con las capacidades tecnológicas o el dinero necesario para construirlas.
El trato es que Gazprom compre un cargamento de GNL de otro productor y lo venda a México, el cual acabará vendiéndolo a Estados Unidos. La idea es que Rusia y México establezcan los cimientos financieros y los vínculos para cuando Rusia pueda producir GNL y México importarlo directamente para exportarlo a través de ductos a su vecino del norte.
Rusia está conectada a sus clientes europeos primarios mediante la red de transporte de gas natural más extensa del mundo. Gazprom no sólo está enfocada, con justa razón, a surtir a sus clientes europeos, sino que no puede costear la inversión de varios miles de millones de dólares necesaria para explotar los recursos cercanos al puerto de Murmansk, en el océano Artico, y luego para construir una planta licuefactora para las exportaciones de GNL.
La solución de Gazprom a este problema ha sido proponer que socios extranjeros paguen la cuenta, pero le enseñen a construir y operar tales instalaciones y le den una tajada sustancial de las ganancias. Sobra decir que nadie ha aceptado la ''ganga''. Aun si alguien lo hiciera, el Artico ruso no es un lugar amable: suponiendo que el proyecto se lanzara hoy, el primer cargamento de GNL no se enviaría antes de 2013, por lo menos.
La situación de México es igualmente extraña. La Constitución contiene una norma que considera ilegal la propiedad extranjera de cualquier activo petrolero, así que no hubo una estampida de capitalistas extranjeros que inviertan en energía mexicana. Pemex intenta darle la vuelta al problema con los contratos de servicios múltiples (CSM), en los cuales extranjeros exploran, perforan, producen, refinan, transportan y comercializan gas natural al menudeo, pero técnicamente no son propietarios de él. El entusiasmo internacional ha sido bastante frío.
México no puede satisfacer siquiera su demanda interna. Aparte de las arcaicas leyes sobre inversión -hasta los rusos y nigerianos permiten la propiedad extranjera-, la demanda nacional de electricidad se incrementa en la medida en que el país se integra más a las economías estadunidense y global. En consecuencia, la demanda de gas natural se ha elevado más de 50 por ciento en 10 años, a 45 mil millones de metros cúbicos anuales. Ya México gasta más de 2 mil millones de dólares al año en importar 9 mil 400 millones de metros cúbicos de gas natural de Estados Unidos, país que a su vez es importador de gas natural: obtiene de Canadá la mayor parte de su suministro. No puede ser un proveedor confiable de México mucho tiempo.
Tal situación ha forzado a México a mirar hacia otros países, y es probable que haya encontrado un proveedor en Australia. Los australianos ya negocian para abastecer a un par de consorcios internacionales que buscan construir instalaciones regasificadoras de GNL en el noroeste de México, las cuales no podrían estar más lejos de la instalación propuesta de Murmansk. La idea es proveer a México, y por extensión al sur de California y Arizona.
A diferencia de los rusos, los australianos tienen una industria de GNL funcional, confiable y competitiva en costos, al punto de que japoneses, chinos, coreanos y taiwaneses -y ahora hasta los mexicanos- se disputan el GNL australiano. El problema es que si bien México tiene 425 mil millones de metros cúbicos de gas natural bajo suelo, carece de la voluntad política o de los recursos para dar los pasos necesarios para abastecerse a sí mismo.
Traducción: Jorge Anaya