"Usted disculpe..."
Las corporaciones policiales mexicanas son conocidas por la práctica legendaria de arrestar a ciudadanos inocentes, acusarlos de algún delito, maltratarlos en algún grado de leve a severísimo y cuando descubren que sus víctimas no son culpables de nada soltarlas sin más reparación del daño que el reglamentario "usted disculpe". A finales de 2001 el ejército y los organismos de inteligencia de Estados Unidos secuestraron (es el verbo correcto) a cerca de 700 personas en Afganistán, las maniataron, las drogaron, las encapucharon y las metieron en aviones de carga en vuelos sin escala Kabul-Guantánamo. En ese destino permanecen todavía más de 500 infelices rapados, enjaulados y expuestos en la intemperie a la mirada incierta de Dios, única entidad a la que no se le prohíbe contemplarlos. Menos conocida es la situación de otros cientos de capturados que permanecen, desde finales de 2001 o principios de 2002, en bases militares de Bagram y Kandahar, en el propio Afganistán.
Diversas agencias de derechos humanos han documentado, a partir de los datos fragmentarios y sueltos que logran salir de los campos de concentración de los militares estadunidenses, las atroces condiciones en que transcurre el secuestro de estas personas: torturas y humillaciones sistemáticas, privación de sueño, agua y alimentos, ofensas a sus creencias religiosas, provocaciones sexuales, aislamiento total. Varios han conseguido suicidarse para escapar, así fuera de esa forma, del cautiverio. Para justificar ante el mundo la determinación de privar de garantías elementales a esas personas, la Casa Blanca ha inventado cualquier cantidad de argumentos y sólo le ha faltado determinar que, en realidad, los musulmanes secuestrados por sus tropas no son humanos y carecen, por tanto, de los derechos que corresponden a los integrantes de nuestra especie.
Presionado por sus comunidades islámicas, el gobierno de Londres -cómplice del de Washington en las agresiones contra Afganistán e Irak- ha venido negociando de mala gana para obtener la liberación de algunos de los ciudadanos británicos que tuvieron la mala suerte de acabar enjaulados en Guantánamo. También de mala gana, desde marzo del año pasado, el Pentágono ha ido entregando a las autoridades de sus países a pequeños grupos de británicos y franceses, así como un español y un australiano, todos los cuales, tras ser interrogados por jueces, han quedado en libertad y libres de cargos. De los cerca de 700 cautivos procedentes de 40 países que llegó a haber en el enclave militar, sólo una docena han sido sometidos a "juicios" cerrados, en los que el Departamento de Defensa actúa como defensa, fiscalía, juez, jurado e instancia carcelaria. Otros dos centenares han ido siendo liberados a cuentagotas, lo más lejos posible de las cámaras, los micrófonos y las libretas de los reporteros, para que el mundo no sepa más detalles de lo que ocurre en esos campos de concentración. En enero pasado Washington soltó a unos 80 individuos a los que mantuvo ilegalmente secuestrados durante más de tres años en las bases militares de Bagram y Kandahar, en donde al menos ocho individuos han muerto a manos de sus captores. Por lo que hace al infierno de Abu Ghraib, en Irak, donde el gobierno de George W. Bush recluye, tortura y asesina a iraquíes vinculados o no a la resistencia nacional, y donde llegó a haber unos 7 mil recluidos, más de 300 han sido liberados sin explicación alguna y de manera tan informal como fueron detenidos.
Martin Mubanga, británico musulmán de 32 años, capturado en Zambia y quien permaneció tres años en Guantánamo sin opción de ser presentado ante un juez, pero sometido a golpizas, maltratos y humillaciones de toda suerte, fue enviado a Londres el mes pasado. El Pentágono dijo que fue liberado luego de que el gobierno de Tony Blair prometió que el secuestrado "no iba a significar una amenaza contra la seguridad de Estados Unidos y sus aliados". A su llegada a Inglaterra, Mubanga fue entregado a la policía antiterrorista, la cual lo interrogó por mero trámite y lo puso en libertad incondicional. El ciudadano británico sostiene que los servicios de inteligencia de su país colaboraron con los de Estados Unidos para plagiarlo.
Con todo y su fama negra, los cuerpos policiales mexicanos son mucho menos irrespetuosos de los derechos humanos que los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña. Los de aquí no fabrican culpables en las cantidades en que lo hacen los anglosajones ni los mantienen secuestrados tanto tiempo, y además, cuando descubren que se trató de un error, tienen al menos la decencia de pronunciar el reglamentario "usted disculpe".