Editorial
Castigo al foxismo y al priismo
Las tendencias de las votaciones efectuadas ayer en Baja California Sur, Guerrero y Quintana Roo permiten percibir una irrupción de causas sociales en el panorama electoral del país y una toma de posición del electorado de las dos primeras entidades en contra del PRI y del PAN, cuyas cúpulas nacionales mantienen, en los ámbitos político y económico, acuerdos tácitos que se acercan a una forma de cogobierno.
Desde esta perspectiva, las cifras que favorecen al candidato de la Coalición Democrática Surcaliforniana (PRD-Convergencia) a la gubernatura de Baja California Sur, Narciso Agúndez Montaño, y las de Zeferino Torreblanca, postulado por Guerrero Será Mejor (PRD-Convergencia-PRS), así como el definido repunte de la izquierda en Quintana Roo, encabezada por Juan Ignacio García Zalvidea, son un castigo ciudadano al bipartidismo supuestamente hegemónico en la clase política nacional, la cual se presenta cada día más distante de las necesidades y aspiraciones del grueso de la sociedad.
El aparente fracaso priísta en su intento por reconquistar la gubernatura de Baja California Sur, y lo que se perfila como un triunfo histórico de la izquierda en el territorio guerrerense, coto tradicional del más jurásico de los cacicazgos del viejo régimen, el de la familia Figueroa, no sólo constituyen reconocimientos ciudadanos al gobierno estatal saliente de Leonel Cota Montaño, en el primer caso, y a la gestión de Torreblanca como presidente municipal de Acapulco (1999-2002), en el segundo, sino conllevan un mensaje inequívoco de rechazo a las componendas locales y a las estrategias nacionales del Revolucionario Institucional, el cual ha hecho causa común con el actual gobierno en materia de política económica y en la inescrupulosa ofensiva del foxismo orientada a destruir política y jurídicamente a Andrés Manuel López Obrador, a quien priístas y foxistas perciben como un enemigo político al que hay que sacar a toda costa y a cualquier precio del escenario electoral del año entrante.
Por lo que hace a Guerrero, al rechazo a esas políticas se suma el anhelo de la ciudadanía de sacudirse el asfixiante y corrupto corporativismo tricolor que, en la campaña previa, se empeñó sin éxito, a lo que puede verse en recurrir a las peores mañas del repertorio del fraude y la componenda para impedir que el poder se le fuera de las manos.
En cuanto al desempeño electoral de Acción Nacional en los comicios de ayer en esas entidades, la dirigencia blanquiazul tendría que estar, en los momentos actuales, sacando conclusiones del hecho de que, en los tres casos, sus candidatos ocupan terceros lugares muy por debajo de los sufragios obtenidos por perredistas y priístas, en una tendencia que agrava el declive panista de elecciones es- tatales anteriores (Oaxaca, Tamaulipas y Veracruz), y que hace presagiar una derrota del partido del titular del Ejecutivo federal en la contienda presidencial del año entrante.
En Baja California Sur, Guerrero y Quintana Roo los candidatos del panismo parecen haber sido víctimas de una suerte de efecto Fox al revés; es decir, cargaron con el lastre que representan el neoliberalismo, la arrogancia, la frivolidad, el faccionalismo y la ineptitud que caracterizan al actual gabinete.
Respecto del PRD, mal haría la dirigencia de ese instituto político en echar, a raíz de los aparentes triunfos de sus candidatos en Guerrero y en los extremos noroccidental y suroriental del país, las campanas a vuelo y asumir actitudes triunfalistas y autocomplacientes. Las tendencias que favorecen a Agúndez y a Torreblanca, así como el gran caudal de votos logrado por García Zalvidea en Quintana Roo donde se presentaba, al cierre de esta edición, una tendencia favorable al priísta Félix González Canto, impugnada por el aspirante de la coalición perredista-petista se producen, y no cabe llamarse a engaño, no por el desempeño del perredismo nacional, sino a pesar de él y de su falta de rumbo, del proverbial canibalismo de sus tribus y de los escándalos protagonizados por René Bejarano, Rosario Robles, Ramón Sosamontes, Octavio Flores y otros.
Es significativo que los partidos aliados en una entidad son rivales en otras: PRD y Convergencia fueron coaligados en BCS, pero se enfrentaron en QR; el PRI y el PT formaron la coalición Todos por Guerrero, y en QR fueron adversarios; Convergencia y el PAN se disputaron los votos en BCS y los compartieron en QR. Esa veleidad partidista denota, vista en conjunto, la carencia de programas, ideología y propuestas claras de nación de los institutos políticos, y explica el hecho de que, como ocurrió ayer y como puede ocurrir, el voto ciudadano se oriente más hacia nombres y trayectorias personales que hacia siglas partidistas, lo cual a su vez es indicativo de la crisis por la que atraviesa la clase política en sus expresiones institucionales.