ANDANZAS
Fernando Maldonado, in memoriam
HOMBRE SENCILLO, DE mediana estatura, expresión serena, sensible, atenta mirada a su entorno, con esa indefinida edad entre los cuarenta y los tantos..., no era el prototipo del fotógrafo de arte y renombre cuando se presentó en mi oficina de Cultisur, en el departamento de Danza, para solicitar trabajo de fotógrafo. "Si quiere -me dijo-, le puedo fotografiar cuanto necesite; mi especialidad es todo". Ah, qué bueno, le contesté, porque nosotros no podemos pagar fotógrafo de planta; sin embargo, quisiera llevar un registro mínimo de todas las actividades del departamento de Danza de la UNAM, ya que como nueva dependencia de difusión cultural, haría falta algo por el estilo.
EFECTIVAMENTE, ERA CLARO que el señor Maldonado, como le llamaba, más bien parecía pertenecer a la clase de los fotógrafos peseteros que a los arrogantes y carísimos "artistas" de la lente que ni se dignaban, excepto por muy buen dinero, tomarnos un jueguito de tres o seis fotos. Maldonado estaba presente en cuanta función y actividad de danza se hacía en aquel flamante apéndice de la cultura universitaria, aunque para ser sincera, fuera de lo que se esperaba. Sin embargo, su diligencia y buen ánimo fueron haciendo de él una persona respetada y querida, y pronto empezaron a surgir algunas excelentes fotos, sobre todo en aquella avalancha de festivales y grupos de danza folclórica de las universidades de provincia, que logramos conjuntar durante unos tres años consecutivos, más o menos, y los grupos de la joven danza Mexicana, que ni cortos ni perezosos pedían fotos al señor. Maldonado.
FUERON TAN GRANDES su interés y afecto por la danza, que en muy poco tiempo el señor Maldonado fue adoptado por otros funcionarios, coreógrafos y bailarines. Su entrega y presencia era evidente, parecía haber decidido dedicarse a ser fotógrafo de danza, y no se le escapaba función alguna, por lo que calculo que su archivo debe ser -junto al de aquel señor Arreguín, de Bellas Artes, en mis buenos tiempos de bailarina- uno de los más interesantes y completos, sin las ínfulas del fotógrafo "de arte". Si alguien quería saber algo de tal o cual función, el señor Maldonado sabía todo, daba su opinión y hasta conocía la de otros. Luego se convirtió en constante colaborador de personas como la incansable y siempre ávida de información Patricia Ailestia. Siempre le tuve gran afecto y sentía gusto de que se desarrollara en otras compañías, cada vez con más calidad y conocimiento. Su tesón y constancia, así como su espíritu de superación y cariño por el intrincado mundo de la danza siempre me pareció asombroso; fue invitado de conferencista y expositor en el Festival de Danza de San Luis Potosí, en el Teatro de la Danza, y no sé qué tanto más.
ME ENTERE DE su desaparición estando fuera de la ciudad, por lo que no me fue posible dar en ese momento un apretón de manos, un abrazo, a su familia y manifestarle cuánto lo estimaba, cuanto aprecié su valor de entregarse en cuerpo y alma a una actividad difícil e ingrata, arrogante e indiferente, como el mundo de la cultura, en especial la danza. La obra de este hombre debe rescatarse del olvido, pues sin duda es importante; en ella se encuentra no sólo el registro de al menos los cinco primeros años de otra danza en la UNAM (1979-85), sino de gran parte de la danza mexicana durante poco más de 20 años; estos archivos, como el de Arreguín, tan olvidados, son poco más que el hilo negro inventado por quienes hoy pretenden saberlo todo y desconocen un pasado al que aún no arribaban.
MALDONADO SE SUMA a la lista de maravillosas personas con cámara de mano y que tanto amaron la danza. Su trabajo, entrega y la pasión por el mundo fascinante del instante eterno, del fugaz aleteo de la danza, merece un homenaje. Descansa en paz, amigo; tu esfuerzo no será en vano, te extrañaremos.