Usted está aquí: domingo 6 de febrero de 2005 Opinión JAZZ

JAZZ

Antonio Malacara

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Spyro Gyra

* El quinteto abrió el Festival de Jazz Ciudad de México 2005

SPYRO GYRA LLEGO y cumplió con creces las expectativas de un teatro lleno de seguidores incondicionales que, apenas aparecido el quinteto, ya estaban delirando de emoción y felicidad, que aplaudían, vitoreaban y ovacionaban a la menor provocación; que no pudieron encontrar mejor inicio para el Festival de Jazz Ciudad de México 2005.

OTROS EN CAMBIO, unos cuantos, nos enfrentamos con dificultad al mismo discurso light y autocomplaciente con que el grupo ha construido 30 años de exitosa carrera. Nada nuevo desde que Spyro Gyra deambulaba en 1976 por los pequeños bares de Buffalo. Pero para qué carambas enmendar rumbos o arriesgar patrones, si así todo marcha bien, si ya don Desmond Morris decía que el que no arriesga no pierde.

A LO MAS, los abridores del festival perdieron a cuatro periodistas (Márquez y Mariño entre ellos), que prefirieron salirse al bar a echar desmadre y que intentaron secuestrar a este reseñista (saludos a Xavier Velasco) cuando regresaba del baño. Un tequila me guiñaba la tapa desde la barra, pero absurda e inexplicablemente pude resistirme a sus encantos.

ANTES DE REGRESAR a la sala, me convertí en el abogado del diablo y le argumenté a los cuates que no todo estaba mal, que con Conversations los músicos habían interactuado con más espontaneidad, que The crossing era una buena (aunque tibia) fusión de pop, flamenco y rhythm & blues, que Tom Schuman era realmente un buen tecladista (aunque tenía broncas con el sonido) y que a pesar de que Jay Beckenstein no termina de descubrir los alcances de los saxofones (alto, tenor y soprano) le estaba echando muchas ganas.

ADENTRO, SPYRO ESTABA bluseando sólidamente con Julio Fernández al frente, la guitarra de este cubano sonaba de veras potente y desinhibida, el sax construía figuras más convincentes, el bajo de Scott Ambush parecía despertar de su letargo, pero entonces Schuman empezó a lanzar largos y edulcorados cortinajes desde su orquestador y dio al traste con la prometedora atmósfera que habían creado sus compañeros.

LO MEJOR DE la noche fue una nueva pieza de Ambush. El bajista saltó al centro del escenario y empezó a improvisar con soltura y potencia; los verdaderos aires del funk nos envolvieron mientras Scott golpeaba su instrumento, atacaba las cinco cuerdas, las ahogaba, las raspaba, inventaba acordes. Era un final feliz, hasta que en el encore Jay toca juntos el soprano y el alto y nosotros no lográbamos definir cuál de los dos saxos sonaba peor.

AL MOMENTO DE estarse despidiendo, el grupo le pide al público que no se vaya a ir, que al final van a salir a firmar autógrafos. Toño Morales y yo buscamos rápido la salida. Enrique Nery tenía rato de haberse ido. El estacionamiento está hasta el cucurucho. Pero todo está bien. Mañana llega Wayne Shorter.

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