Usted está aquí: domingo 6 de febrero de 2005 Opinión Un toque especial

Carlos Bonfil

Un toque especial

Para su primer largometraje, Un toque especial (A touch of pink), el realizador de origen paquistaní Ian Iqbal Rashid tuvo la ocurrencia de construir una comedia a la vez nostálgica y liberadora, una historia gay que recurre a iconos del cine hollywoodense y también a situaciones de enredo doméstico muy parecidas a las propuestas por el taiwanés Ang Lee en Un banquete de bodas (A wedding banquet, 1993). El esfuerzo es interesante, no tanto así su resultado, disparejo y decepcionante.

Desde la primera escena, el narrador se presenta como Cary Grant (Kyle Mac Lachlan), el ídolo de infancia del protagonista paquistaní Alim (Jimi Mistry), convertido, a 20 años de su muerte, en su ángel guardián, pero sobre todo en su consejero sentimental y maestro de modales. El propio Grant interpretó ese papel en la comedia de Norman Mc Leod, Topper (Los fantasmas, 1937), cuando él y Constance Bennett, espectros muy sofisticados, instruían al ingenuo y sumiso Roland Young sobre las realidades y miserias de la vida. Cary Grant es aquí el personaje elegante, ultraliberal, gay friendly, que guiará cada paso de Alim en su penosa salida del clóset frente a la madre tradicionalista que intenta casarlo para conservar las apariencias y resguardar su estatus social.

Con un laborioso guión propio, que incluye múltiples referencias visuales a las cintas de Cary Grant, hasta culminar en la distorsión de uno de sus títulos, That touch of mink (Amor al vuelo, Mann, 1962), convertido aquí en A touch of pink, Iqbal Rashid intenta en vano construir personajes encantadores y proponer situaciones originales. La cinta acumula tantos clichés relacionados con el mundo gay como gesticulaciones en el rostro de un Mac Lachlan esforzado en emular el dandismo y bonhomía de Grant.

A la propuesta inicial de una comedia multicultural, con un protagonista gay y musulmán, nacido en Kenia, educado en Canadá, radicado en Londres, enamorado de un economista británico, y en conflicto abierto con su madre, su religión y sus prejuicios sociales, sucede una insípida trama de reacomodos sentimentales y súbitos cambios de carácter, que echa por tierra los buenos propósitos y todo esfuerzo de inventiva.

El galán de Pecadora equivocada (The Philadelphia story, Cukor, 1940), se vuelve aquí un padrino sentimental y fatigado, la madre de Alim una inesperada admiradora suya (alguna vez quiso ser "una Doris Day paquistaní"), la comunidad musulmana presente en un banquete de bodas acepta sin problemas el reconciliador beso en la boca de los dos amantes masculinos, y todo transcurre y se diluye como en un cuento de hadas de cine hindú "bollywoodense", con muy tímidas confrontaciones entre británicos e inmigrantes, sin la gracia de la comedia inglesa East to East (O'Donnell, 1999), y sin el vigor tampoco de Mi hermosa lavandería (My beautiful laundrette, Frears, 1985), comedia cáustica sobre conflictos interétnicos con fondo de romanticismo gay trasgresor.

En la cinta de Iqbal Rashid, el toque apenas especial lo da su inspiración de serie televisiva ansiosa por satisfacer a todo público con pretendidas audacias temáticas. A estas alturas, sin embargo, abordar un tema ya trillado (salida del clóset, confrontación familiar, reconciliación en desenlace feliz) requiere de mayor elaboración y de una propuesta humorística más fresca. En rigor, resulta difícil disfrutar la antipatía de un Alim de rostro eternamente compungido; la infidelidad calculada y morosa de su amante; los altibajos temperamentales de madre e hijo en una relación sin mayor fuerza dramática; los desdibujados padres ultraliberales de Giles en una discoteca gay, y finalmente la relación misma de los amorosos protagonistas, convencional en grado superlativo, y tan desprovista de encanto que más de un espectador preferirá ver de nuevo a la pareja Cary Grant-Katherine Hepburn en una de esas cintas que Un toque especial evoca, y ante las cuales palidece sin remedio.

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