Usted está aquí: domingo 6 de febrero de 2005 Opinión Las elecciones iraquíes: ¿triunfo o derrota de EU?

Guillermo Almeyra

Las elecciones iraquíes: ¿triunfo o derrota de EU?

En la izquierda europea, en vísperas de las elecciones en Irak, se discutió mucho si las mismas reforzarían la ocupación colonial, como en Afganistán; o representaban una derrota de la política de George W. Bush. El trotskista anglo-zimbabwense Alex Callinicos sostenía la primera tesis, y el también trotskista francolibanés Gilbert Achar, la segunda. Veamos ahora cómo están las cosas, a toro pasado...

En Estados Unidos Bush se reforzó porque hizo creer que con una alta participación electoral su invasión y su guerra contra los iraquíes había restaurado "la democracia" y, es más, abría incluso el camino para la retirada de los soldados "si el nuevo gobierno lo pedía". Por supuesto, sus fantoches no pedirán tal cosa; no ha nacido un nuevo gobierno legítimo, sigue gobernando la camarilla de la Agencia Central de Inteligencia, bajo la ocupación se ha elegido una Asamblea Constituyente rechazada por un tercio de la población y cuyos integrantes no fueron en realidad elegidos, porque nadie sabía quiénes eran los candidatos, y esa asamblea de cartón pintado hará una constitución que no satisfará a nadie, ni siquiera a quienes votaron.

En Irak, Bush se reforzó también al oponer entre sí, sobre bases tribales y religiosas, el sur chiíta, el centro laico o sunní y el norte kurdo, y al fortalecer en cada región el lazo entre las masas regionales y las direcciones religiosas o tribales con las cuales intentará negociar el ocupante imperialista, dejando cada vez más de lado a Alaui y su camarilla fantoche en el "gobierno" en Bagdad. Ganó igualmente la posibilidad de intentar iraquizar el conflicto, desarrollando una policía y un ejército fantoches, como hiciera antes Estados Unidos en Vietnam del Sur, y creando una capa de intermediarios "notables" con los cuales negociar.

Es evidente entonces que la única vía real para expulsar al imperialismo y mantener la unidad del territorio iraquí sigue siendo la resistencia armada, que debe ser apoyada por todos los demócratas y antimperialistas del mundo.

Pero la resistencia, por sus costos terribles (y por las atrocidades de los grupos extremistas que ponen bombas, por ejemplo, contra los chiítas, o secuestran y cortan cabezas de extranjeros que a veces son inclusive militantes por la liberación de Irak), condujo a grandes sectores de la población a votar, esperando que así se fuesen los invasores. Ese sentimiento nacionalista une a esos sectores con la resistencia (incluso con aquellos que se inmolan, causando otras víctimas, para matar invasores). Difieren de éstos en los métodos, no en las expectativas. De modo que la concurrencia a las urnas no fue sólo una victoria sicológica y política de Bush.

Además, la mayoría de los votos fue hacia el clero chiíta. O sea, contra los aliados naturales de la República Islámica de Irán a la que Bush amenaza atacar y ha puesto en la lista de los países del Mal. Irán sale reforzado de esta elección y Estados Unidos, que lanzó a Saddam Hussein contra Teherán para debilitar el régimen iraní, le ha dado ahora a los ayatolas iraníes, con estas elecciones, el triunfo que buscaron en vano en la guerra de ocho años contra Irak, e incluso el control del sur petrolero de este país. La Asamblea Constituyente, por lo tanto, le dará muchos dolores de cabeza a la Casa Blanca y a su fantoche ex baasista y sunní que hace de presidente.

Al mismo tiempo, la masividad de la concurrencia a las urnas en el Kurdistán iraquí se explica antes que nada por el fuerte sentimiento autonómico e independentista en la región, y esto preocupará mucho a Turquía (por el ejemplo que dará a los kurdos turcos) y a Estados Unidos y sus agentes en Bagdad, porque los kurdos pretenden anexarse Mosul y Nínive, provincias estratégicas, sobre todo la primera, por su petróleo. Bush ha reforzado sus lazos con los jefes tribales kurdos (Barzani, Talebani, que se combaten entre sí pero sirven por igual al invasor), pero ha fortalecido también la lucha del pueblo kurdo por sobre esos caudillos y por un Kurdistán unido, que es una lucha antiárabe, antiturca y antipersa. Los genios del Departamento de Estado, con Condy Rice a la cabeza, han abierto la caja de Pandora en la región.

Por supuesto, reforzado en Estados Unidos, Bush se siente triunfador y se anima a acortar la seguridad social, sin darse cuenta de que para hacer una guerra costosa en Irak y, más aún, una aventura en Siria y en Irán, necesita apoyo popular y dinero. No retirará las tropas. Bajo el fuego de la resistencia éstas se desmoralizarán aún más y cometerán más atrocidades. Quienes votaron esperando acelerar la retirada de los invasores, desilusionados, apoyarán a quienes resisten al invasor. Los chiítas pasarán la factura tanto en el campo de las reivindicaciones religiosas (creando graves problemas a Washington, por ejemplo, con Arabia Saudita) como en el de las autonomías regionales (que podrían potenciar la influencia de Irán). Lejos de haber conquistado la democracia y haber logrado un avance hacia la paz, Bush ha metido a sus boys en una guerra larga y sangrienta que, además, romperá el sistema de alianzas regionales con los países árabes y, pasado el primer momento, llevará nuevamente a conflictos con Rusia y con la Unión Europea. Es difícil cerrar los ojos por mucho tiempo ante el hecho de que la Casa Blanca necesita la guerra permanente para demostrar su fuerza, atraer inversiones que salven al dólar tambaleante y someter a sus competidores a una hegemonía en decadencia.

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