Usted está aquí: domingo 6 de febrero de 2005 Opinión BAJO LA LUPA

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

El tsunami de la "media luna chiíta"

Desde el sur de Irak hasta Siria y Líbano

Jalife-Rahme

A LOS INVASORES anglosajones no les cuadran sus cifras demográficas ni electoreras en Irak. La CIA y sus desinformadores profesionales se refocilan con la alquimia demográfica electoral que aplicaron bajo la modalidad bushiana de la "democracia militarizada" (ver Bajo la Lupa 30/01/05 y 02/02/05), con tal de abultar el porcentaje de la mayoría de los chiítas hasta un enorme 60 por ciento. Ahora resulta que existen más kurdos (inflados a 20 por ciento) que árabes sunitas (en realidad, el segundo grupo etnoreligioso iraquí) a quienes reducen a un absurdo 17 por ciento, mientras colocan en un ínfimo 3 por ciento a los turcomenos y a los caldeos-católicos juntos -prácticamente exterminados demográficamente, lo que presagia las huntingtonianas "limpiezas étnicas" por venir.

LOS INVASORES ANGLOSAJONES promulgan a su antojo (¿quién se los impide o, peor, quién los desmiente?) la historia y las estadísticas demográficas de Irak gracias al dominio que ejercen a través de la telecracia, el peor de todos los totalitarismos, como había previsto Karl Popper. Sin temor a equivocarnos, los sunitas árabes representan mucho más que el doble de los kurdos iraquíes (sin transplantes externos).

CON ESO DE QUE no se supo por quién se votaba (los candidatos fueron "anónimos" para su "protección antiterrorista", y otros fueron elegidos sin saber que eran candidatos) y que tampoco se supo quienes sufragaron -lo cual fue flagrante en Kirkuk, la ciudad petrolera regalada por Estados Unidos y Gran Bretaña a los kurdos, en detrimento de los turcomenos (sus iguales numéricos en la ciudad), cuando no se sabía nada de Mosul, tercera ciudad en importancia de todo Irak-, da igual si los chiítas representan 45 por ciento, el 50 por ciento o 60 por ciento del voto total del mosaico etnoteológico iraquí de más de 25 millones de habitantes. Los chiítas constituyen la mayoría religiosa de Irak y el sur es una región chiíta por antonomasia.

LOS SUNITAS ARABES representan un mínimo de 37 por ciento (un importante porcentaje ha emigrado a Siria, Líbano y otras partes) y están concentrados en la región central de Bagdad y Mosul, mientras el restante 20 por ciento del mosaico etnoreligioso iraquí está conformado en 15 por ciento por kurdos y 5 por ciento por otras etnias (v.gr. turcomenos y caldeos-católicos). El mismo Manual de hechos mundiales de la CIA, que seguramente no tuvo tiempo de modificar, coloca a los sunitas árabes en un máximo de 37 por ciento, y a los kurdos en un mínimo de 15 por ciento, lo cual descarrila toda la alquimia electorera de la "democracia militarizada" de Baby Bush. ¿Se puede equivocar tanto (casi al triple en lo referente a la proporción real entre sunitas árabes y kurdos iraquíes) la estadística demográfica de los invasores de donde derivaron su padrón electoral espurio? ¿Es legítima una (s)elección que excluye la participación de por lo menos 42 por ciento (la suma de sunitas árabes, turcomenos y caldeos-católicos) de la población, si es que aceptamos las cifras alegres notoriamente manoseadas de la CIA?

LA ALQUIMIA DEMOGRAFICA electoral no es tomada en serio por los mismos iraquíes, quienes se conocen a la perfección -lo cual será refrendado por la capacidad de resistencia de la asombrosa guerrilla sunita-, ni por los moradores del Medio Oriente en general, salvo por los inevitables propagandistas de rigor que le hacen el juego a Bush, Blair y Sharon. Hasta causa hilaridad que reporteros israelíes hayan votado en la monumental charada iraquí como han reportado los medios árabes. Hay que reconocer que lo óptimo del armamentismo anglosajón, superior a todas sus armas letales, lo constituyen sus omnipotentes multimedia, que distorsionan los hechos conforme a sus designios y cuyo mensaje orwelliano está más bien dirigido a sus cándidos ciudadanos (en particular, al 52 por ciento que votó por Bush), intoxicados por su consuetudinaria mendacidad. Datos recientes destacan que un estadunidense promedio se encuentra casi seis horas al día frente a la televisión, mientras es bombardeado por 100 notas publicitarias ineludibles. Un niño promedio "ve" cuatro horas diarias de televisión y consagra únicamente seis minutos al día para "comunicación" (la mayor parte de las veces apresurada e insulsa) con sus familiares. En la fase de la globalización financiera anglosajona, de carácter cleptoplutocrático y oligopólico, ¿quién controla la televisión domina al mundo? ¿La verdadera autodeterminación económica y política de las naciones pasa ineluctablemente por la democratización televisiva mucho antes que las urnas? ¿Se puede perorar sobre "democracia" en las elecciones sin libertad de expresión en los multimedia ni pluralidad proporcional en la propiedad de las televisoras?

EL MODELO CLEPTOPLUTOCRATICO y oligopólico de la dupla anglosajona no puede derivar en un resultado "democrático", sino más bien degenera en un epílogo selectivamente sectario. Los multimedia anglosajones, imitados por sus caricaturas locales carentes de sindéresis, "cubrieron" eufóricamente el regalo bushiano del sur chiíta de Irak a la teocracia de los ayatolas de Irán, lo cual ha sido calificado por Juan Cole, historiador de la Universidad de Michigan y, quizá, el máximo experto medio oriental del momento, como "el terremoto chiíta" (Salon 01/0205): "los islámicos no sunitas están a punto de tomar el poder por vez primera; un nuevo Irak está naciendo. ¿Sobrevivirá a su infancia?" Como buen académico, Cole no se anda por las ramas: "las elecciones (....) fueron profundamente estropeadas como proceso democrático, pero representan un terremoto político en Irak y en Medio Oriente". Después de hacer el interminable listado de obscenas irregularidades electoreras, Cole resalta que "por primera vez en el mundo árabe, una mayoría chiíta ha llegado al poder.(...) El camino por delante es sumamente peligroso y cualquier exceso o error de cálculo de las partes involucradas puede llevar a una crisis, aún a una guerra civil, mientras el papel de Estados Unidos en el nuevo Irak es incierto". Sin duda, el partido Baas fue alcanzado por la realidad demográfica de los chiítas, quienes habían estado subrepresentados.

JAMES RIDGEWAY ("Temor del Planeta Chiíta"; Mondo Washington; 01/02/ 05) recuerda en forma irónica el cambio de alianzas de Estados Unidos (con el mismo Donald Rumsfeld), aliado del sunita Saddam Hussein en su guerra contra los "locos de Irán", y que ahora admite lo que impidió hace 20 años: "el reinado chiíta en la amplia 'luna-media' del Medio Oriente y en nombre de las reservas petroleras más preciadas de la región. Los gobiernos chiítas se extenderán desde Irán, a través de Irak y Siria, hasta el Líbano". Después de recordar lo aburridamente consabido -de que el primer ministro interino Ayad Allawi instalado por los invasores anglosajones es un "agente de la CIA" (se le pasó agregar que también es un "asesino serial")-, Ridgeway comenta que "en otro giro irónico de la historia, las fuerzas estadunidenses (...) permanecerán para proteger a los chiítas" (Nota: mejor dicho, para controlar la región petrolera de Basora) y realiza la pregunta nodal: "¿abrirá el nuevo gobierno el petróleo iraquí a las inversiones extranjeras y en que términos?". That is the real question.

LA AGENCIA IRANI de noticias Mehrnews (01/02/05) destaca que el célebre periodista egipcio Mohamed Hassanein Heykal (Nota: anterior confidente del presidente Gamal Abdel Nasser) "criticó al rey jordano Abdalá II por haber proclamado que Irán intenta formar una 'media-luna chiíta' en la región", cuyos puntos de vista "favorecen a Estados Unidos". Heykal remarcó que "antes de que el rey jordano Abdalá II hable del peligro de una 'media-luna chiiíta' en la región, debió haber mencionado el peligro del arsenal nuclear israelí". Después de "hacer notar la estrecha relación entre Jordania e Israel, adonde el rey realiza visitas abiertas y secretas", el notable periodista egipcio defendió a la República Islámica de Irán que "no constituía ningún peligro para los países árabes y que, al contrario, podría convertirse en un aliado poderoso de los árabes". A juicio de Heykal, icono del nacionalismo sunita árabe, "en lugar de hablar de Irán, el rey jordano Abdalá II debió condenar al régimen sionista por construir armas nucleares, y debió advertir sobre las políticas expansionistas de ese régimen en la región", en particular, a expensas de los palestinos. Los puntos de vista de Heykal, confidente de Nasser, el más nacionalista de los líderes árabes del siglo XX, gozan de mucha influencia en el mundo árabe por lo que la agencia de noticias iraní le concede enorme relevancia. Mehrnews recuerda que el "rey jordano había declarado a The Washington Post (....) que si un gobierno pro iraní resultase elegido en Irak, una nueva 'media-luna' de los movimientos chiítas o gobiernos podría emerger, que se expandirían desde Irán hasta Irak, Siria y Líbano". El rey había enfatizado que "es del interés adquirido de Irán tener una república islámica en Irak(....) y que por consiguiente la injerencia iraní es para conseguir un gobierno que sea muy proclive a Irán". La agencia noticiosa iraní concluye en forma severa que "el ingenuo e inexperimentado rey proclamó que Irán había enviado a miles de iraníes a Irak a votar en forma ilegal".

AQUI LO INTERESANTE consiste en determinar si la declaración de Heykal goza de la aprobación tácita del gobierno egipcio, todavía la máxima potencia militar del mundo árabe de mayoría sunita que -en lugar de caer en la trampa de la guerra civil islámica entre sunitas y chiítas (el sueño anglosajón-israelí alentado por su marioneta real en Jordania, quien desea gobernar al sunismo de Bagdad)- parece buscar en forma inteligente la "coexistencia pacífica" (o limitar los daños) con la teocracia chiíta de los ayatolas de Irán: la nueva potencia emergente del siglo XXI en el Golfo Pérsico y que vuelve a refrendar que fue en Persia donde se inventó el ajedrez, no en Texas.

 
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