Con el PRD, Salvador Ramos resurge en Quintana Roo
Ex amo del corporativismo priísta, al servicio de El Chacho
El dirigente sindical era enemigo de Mario Villanueva
Cancun, QR, 3 de febrero. En la época de oro del corporativismo sindical en Cancún, Salvador Ramos Bustamante fue un gran promotor de votos para gobernadores priístas en Quintana Roo, como líder regional de la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC). A fines de los 70 y a lo largo de los 80, con el control de nueve de cada 10 contratos colectivos de trabajo firmados con la industria de la construcción y la incipiente industria hotelera del flamante estado, llenaba las plazas en las campañas y llegó a meter hasta 20 mil votos a las urnas.
El poderío de este líder -corte clásico del charrismo, incluida la retórica revolucionaria- ya había mermado cuando sobrevino su enfrentamiento con el ex gobernador Mario Villanueva. Este lo mandó 10 meses a la cárcel de Cancún. En venganza, Ramos sacó los primeros indicios de que el ex mandatario protegía el trasiego de cocaína por la entidad, expediente que lo tiene en la prisión de Almoloya, estado de México.
De aquellas cenizas, Ramos ha vuelto a la escena política como pieza importante del fenómeno llamado Juan Ignacio García Zalvidea, ya no como líder sindical, sino como el hombre que tiene tomada por el mango la sartén del Partido de la Revolución Democrática (PRD). Gente de izquierda de Quintana Roo admite con tristeza que el perredismo en la entidad es el nuevo feudo de "los Ramos".
Merced a su relación con Jesús Ortega, senador y jefe de una de las tribus más fuertes del partido del sol azteca, el hijo de Ramos, Alejandro Janitzio, fue impuesto como dirigente municipal y luego estatal del PRD, y ahora es candidato a la presidencia municipal de Benito Juárez (Cancún) de la alianza PRD-PT. Su yerno Rafael Quintanar es el dirigente municipal y candidato a diputado en el primer lugar de la lista plurinominal.
Aunque los Ramos ya no tienen a miles de afiliados incondicionales que aporten cuotas de votos a cambio de curules y cargos públicos, Salvador Ramos, de 60 años, contribuye con su know how a la red de brigadas de la esperanza, que ha logrado sumar -según dice- 20 mil voluntarios de los sectores populares en favor de los candidatos de PRD-PT. Es, explica, un esquema que moviliza sobre la base de la confianza personal a amigos, vecinos y parientes, al estilo de las brigadas del sol que apalicó Andrés Manuel López Obrador como presidente nacional del PRD para la elección de Cuauhtémoc Cárdenas como primer jefe de Gobierno del Distrito Federal.
"Es una innovación que rompe con el valemadrismo del electorado", explica el veterano de la grilla, en un estado donde el abstencionismo alcanzó a dos tercios del padrón en los comicios federales de 2003.
Así como en el pasado Ramos presumía de sus relaciones con otros poderosos, ahora alardea de su amistad con López Obrador, aunque el jefe de Gobierno del Distrito Federal se ha cuidado mucho de marcar su distancia de la "insurgencia chachista".
Ramos ve a Juan Ignacio García Zalvidea "un poco mesiánico". Reconoce que como alcalde de Benito Juárez "pudo haber cometido" un desfalco, lo que desató la crisis del año pasado, cuando el gobernador Joaquín Hendricks quiso destituirlo, lo metió a la cárcel y en un inesperado efecto bumerán lo hizo popular. "Pero los acusados no tienen autoridad para acusar", redondea Ramos, con lo que justifica su respaldo.
Ascenso y caída de la CROC
Procedente del DF, Ramos llegó a Cancún en 1972 como dirigente de la Unión de Empleados de Restoranes y como mano derecha del croquista Juárez Blancas, cuando Quintana Roo era territorio y esta ciudad -hoy de casi 800 mil habitantes- estaba poblada, sobre todo, de albañiles venidos de fuera para construir el gran emporio hotelero. "A mí me trajo Enrique Savignac", confiesa el ex líder. El director de lo que era Infratur, después Fonatur, quería cerrarle el paso a Fidel Velásquez y a su poderosa Confederación de Trabajadores de México (CTM). Artemio Farell, ex secretario del Trabajo, contribuyó. "Nos impulsó fuerte. A los sindicatos que estaban con la CROM o la CTM no les renovaba sus contratos si no se pasaban a la CROC. Así crecimos aquí como un gran movimiento de masas en coexistencia con el sistema." Mayas de Yucatán, Campeche y el sur del estado, así como campesinos del resto del país llegaban por miles a trabajar para las constructoras. Cuando el turismo empezó a tomar forma, recuerda Ramos, a los albañiles "les enseñábamos un poco de español, los peluqueábamos, les poníamos una guayabera y los mandábamos al sector servicios".
Aquello, dice, no era corporativismo. O más bien, admite después de un titubeo, "era una combinación de corporativismo con poder popular". Y el priísmo obligatorio de los trabajadores era "porque el sistema así lo exigía".
El sector obrero daba votos y obtenía poder político. La CTM llegó a tener 90 curules, dos terceras partes del Poder Legislativo. La CROC, gracias al control de Cancún, contaba con nada despreciables 17 diputados coordinados por Ramos. Mucho más de lo que tenía en esas épocas la oposición. Eran los años de López Portillo, de De la Madrid.
La última vez que Ramos llenó la plaza para priístas fue durante la campaña de Luis Donaldo Colosio, recuerda con nostalgia. "Si hubiera llegado, yo hubiera sido gobernador." El hubiera no existe y Ramos ni siquiera llegó al Senado, después de haber sido regidor, diputado local y dos veces diputado federal, porque su jefe Juárez Blancas y el ex mandatario Villanueva se le atravesaron en el camino en 1994.
Disgustado porque la CROC había entrado a organizar a trabajadores de sus feudos, los taxistas de Cancún y los campesinos de la zona sur, Villanueva le arrebató la candidatura al Senado. Ramos entendió que el mandatario le había declarado la guerra. Cierto día, gente de Villanueva lo buscó y le dijo: "El gobernador quiere hablar contigo. Te está esperando el avión". Me negué. Me vino a la mente la forma en que mataron al Charras, Efraín Calderón Lara, el sindicalista yucateco. Fueron algunos de mis colaboradores y, en efecto, saliendo de la avioneta, en Chetumal, los estaba esperando la Policía Judicial, apuntado con sus ametralladoras".
Dos veces fue secuestrado, la sede de la CROC en Cancún fue tomada por villanuevistas y finalmente Ramos fue encarcelado. De su celda salieron las primeras filtraciones del llamado Caso Cancún, el expediente de narcotráfico que inició la guerra entre Villanueva y el ex presidente Ernesto Zedillo.
En 1998 salió a un breve exilio en el Distrito Federal. Ahí Ramos coqueteó con el SUTAUR (el sindicato de Ruta 100), los chuchos del PRD y dice que hasta con los zapatistas. Regresó a Cancún ante el sobresalto del PRD quintanarroense. Empezaron los jaloneos por la dirigencia estatal. Cuando el perredismo histórico reaccionó los Ramos tenían ya el control del partido. En la sombra opera don Salvador. Si Chacho triunfa este domingo, el viejo croquista estará cerca de él. Si pierde, sobrevivirá para seguir en el ajedrez político, como ha hecho siempre.