La ópera tiene la magia de propiciar otra forma de ver la realidad, dice el tenor
Más que la fama, la meta de Villazón ''sigue siendo el arte''
''Si no tuviera aspiraciones, mejor me hubiera quedado en la bañera, donde comencé a cantar''
Entre ''tanta mierda y tantas chingaderas'', la música puede ser una buena opción en México
Ampliar la imagen "Es ofensivo que un cantante de �a que invierte tanto tiempo y dinero en su preparaci�o pueda vivir de ello", expresa el tenor Rolando Villaz� La Jornada FOTO Marco Pelaez
Su actitud es desenfadada y muy histriónica. No deja de gesticular y mover las manos. Parece más un roquero que una de las nuevas estrellas de la ópera mundial. Así, el tenor mexicano Rolando Villazón responde una pregunta más, con su hablar vehemente:
''La ópera tiene la magia de salvarnos de las pequeñas tragedias cotidianas. Es un espectáculo intenso, irrepetible. Por eso creo que en México, donde se vive tanta mierda y tantas chingaderas, donde la gente se siente tan mal, agotada y derrotada, puede ser una buena opción para provocar otra forma de ver la realidad, como lo son las otras expresiones del arte.
''Hay que abrir y aprovechar este tipo de opciones que nos brinda el arte, otros foros que permitan que los sentimientos provoquen algo constructivo y no sólo conformarnos con la pasión que nos deja el futbol."
Tocar tierra todo el tiempo
A Rolando Villazón, con apenas 32 años y menos de un lustro de haber internacionalizado su carrera, ya se le considera entre las grandes realidades operísticas del planeta.
Comentarios como es ''el cantante que se esperaba", ''una de las voces más brillantes de nuestro tiempo", ''el sucesor de Plácido Domingo", son para él algo común.
Sin embargo, está lejos de creérselo y de toda pose, pues su trato es cercano y afable.
''Sé que soy excéntrico, un poco estrafalario y exagerado; digamos que un poco operático en mi vida personal. No creo ser pedante ni arrogante, porque nunca lo he sido y no creo que me llegará a suceder. Tengo esposa y dos hijos, una vida personal que de alguna manera me hace tocar tierra todo el tiempo", define.
''¡Claro que es estimulante tener una gran noche: cantar bonito, recibir champaña y arreglos florales, y firmar muchos autógrafos. Pero también es bonito que a la mañana siguiente uno se despierta como persona normal y tiene que cambiarle el pañal al bebé.
''Espero siempre entregarme a mi familia, lo mismo que al mundo de la lírica. No me asusta mi realidad ni el éxito. Quiero llegar tan lejos como sea posible. No se cuánto, pero espero que sea mucho.
''El aplauso, la fama, la gloria no son mi meta, pero son una gran consecuencia; la adoro. La meta sigue siendo el arte, la interpretación y la música.
''Pero bienvenido el reconocimiento. Si no tuviera aspiraciones, mejor me hubiera quedado en la bañera, que es el sitio donde comencé a cantar."
La entrevista de La Jornada con Rolando Villazón ocurre momentos antes de su reaparición en el escenario de Bellas Artes, adonde llega después de haber triunfado de manera rotunda en Berlín, como don José, en Carmen. Está a unas horas de ofrecer un concierto al lado de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México.
Avecindado en París, Villazón considera un privilegio poder presentarse ante su gente, como ocurrió la noche de este martes en el palacio de mármol. De hecho, adelanta que es muy probable que regrese al país en septiembre para protagonizar Romeo y Julieta, con la Compañía Nacional de Opera. Es cuestión de afinar detalles, aclara.
Para el tenor resulta claro que la ópera mexicana no logra despuntar como debiera sólo por falta de recursos económicos, pues -subraya- talentos, sensibilidad y público los hay y con creces.
Es increíble, opina, que con el prestigio que han ganado en tiempo reciente varios cantantes nacionales en los más importantes escenarios del mundo, en el país muchos carezcan de foros para actuar y deban buscar huesos (trabajos esporádicos en fiestas o reuniones sociales) o de plano dedicarse a ser burócratas o taxistas.
''Es ofensivo que un cantante de ópera que invierte tanto tiempo y dinero en su preparación no pueda vivir de ello."
Deplora que en México siga prevaleciendo la falta de interés para el arte y la cultura en las políticas de Estado.
Los gobernantes ''no se dan cuenta que el arte y la cultura son el espíritu de una sociedad. Y aunque es evidente que tenemos problemas serios en México -como un índice espantoso de pobreza y alarmantes contrastes sociales-, no por eso hay que arrancarle el alma al país", abunda.
''No quisiera pensar en menosprecio o indiferencia del gobierno, tampoco en mala leche. Más bien creo que existe la idea equivocada de que el arte no debe ser una prioridad, porque es visto como algo suntuoso, pues se ha de pensar: cómo permitirse lujos cuando la sociedad padece tantas carencias."
Contra prejuicios e inercias
De acuerdo con Villazón, es tiempo de acabar con esos prejuicios e inercias en los que se sitúa al arte y la cultura como aspectos elitistas. De otra forma, dice, siempre serán en verdad elitistas y nunca bienes para disfrute de las mayorías.
Subraya que el desarrollo de un pueblo no puede entenderse sin el arte y la cultura, por lo cual repara no sólo en la necesidad de incrementar la presencia de la educación artística en los planes de estudio oficiales, sino en profesionalizarla mediante capacitación y actualización de los docentes.
''Estoy convencido de que la educación es vital para el crecimiento de toda nación, y como parte de ella la enseñanza artística. Por eso indigna que en las escuelas mexicanas sólo se impartan 45 minutos de educación artística. Es algo ridículo y ofensivo para la formación del ser humano", agrega.
''Uno de nuestros grandes problemas es que aun dentro de las escuelas se ve a la educación artística como algo sin importancia, una materia de relleno o de recreo. ¡Ojalá fuera de recreo! Es una lástima, porque la música, al igual que todas las artes, ayuda en todas las disciplinas del conocimiento y nos hace mejores seres humanos."
Otra crítica de Villazón es el anacronismo que prevalece en la carrera de canto que se imparte en el Conservatorio Nacional, sobre todo por su larga duración.
''Es una estupidez que dure tanto una carrera. Yo fui al conservatorio con la idea de que no estaría los 10 años, sino que sólo iba a tomar unas cuantas nociones y buscarme el escenario. Un cantante de ópera no necesita un título, como tampoco lo necesita alguien que desea aprender un idioma. Lo que se necesita es que sepa cantar bien o hablar bien."
El tenor se ha olvidado de la fatiga de haber sostenido varias entrevistas en el transcurso del día. Su voz potente y de vez en vez una que otra carcajada alteran la calma de la pequeña estancia del hotel Sheraton Alameda, donde se efectúa la plática.
''¿Hacia dónde llevo y quiero encaminar mi voz?", repite la pregunta, como meditándola, para responderla en el acto.
''La llevo hacia donde tenga que ir, con la confianza de lo que hago. La voz es para mí como un caballo, y yo soy el jinete. No es un caballo salvaje, lo he preparado bien. Si le pido que vaya para un lado, que brinque, que se apacigüe, lo hace. Aunque también dejo un poco ese lado brioso, salvaje, por ser parte de su naturaleza.
''Tengo mucho repertorio por cantar, mucho por descubrir. Vengo de hacer dos debuts, el don José y el don Carlo, y muchos se alarmaban antes de que los cantara, porque decían que me iba a destrozar la voz, pero no fue así; me fue muy bien.
''Vivimos en una época en que todo debe ser específico. Creen que por contar con un tipo de voz uno debe cantar un repertorio específico, tal autor y no, prrrrrrr (trompetilla). Soy tenor y canto lo que debe cantar un tenor. Hay evidentemente repertorio que está fuera de mi alcance. No cantaré, por ejemplo, Tristán porque no llego, pero sí Lohengrin.
''Uno debe cantar lo que le va bien a la voz, ser consciente de eso, y no interpretar lo que los demás dicen, entre ellos la crítica. Eso no significa que no escuche. Es muy importante hacerlo. Me importa mucho leer las críticas. Me hacen reflexionar y trabajar más en ciertos aspectos. Aunque para mi fortuna o desgracia, las críticas me han sido muy favorables."
El éxito cosechado en relativamente tan corto tiempo de trayectoria internacional es tomado por Rolando Villazón con templanza y como un aliciente. Su secreto, confía, consiste en no empecinarse en demostrar lo que se dice de él.
''Si lo hago es muy probable que fracase; en cambio, si continúo tratando de aprender de mi propia capacidad artística, si sigo entregándome y disfrutándolo, espero entonces no decepcionar al público.
''Claro que a veces tengo miedo. Antes, cuando era desconocido, cuando la gente decía quién es este güey, Rolando Villa... qué, resultaba más cómodo, porque uno sabe que va a sorprender. Pero ahora el público y la crítica son más exigentes. Van al teatro a ver una gran función con un gran tenor, y eso, la verdad, me gusta, me provoca mucha adrenalina."
A juicio del cantante, no hay expresión artística ni espectáculo que se compare con la ópera: ''Es una experiencia mágica, única, tres horas en las que se vive algo místico, irrepetible. Es una expresión completa y exagerada, un espejo descarado de las emociones, de lo que pasa en el interior del ser humano".
La plática concluye y en medio de risas Villazón confiesa: ''Siempre tuve la certeza de que iba a llegar lejos, aunque a veces cantaba de la burguer. Cuando veo videos de mí a los 27 años me pregunto cómo tenía tanta fe si cantaba tan feo, pero siempre estuve decidido a triunfar. Evidentemente dudé en momentos, como cuando perdí concursos o becas. Sin embargo, aquí estoy, haciendo lo que quiero y me gusta".