Usted está aquí: jueves 3 de febrero de 2005 Opinión Otro México es posible

Octavio Rodríguez Araujo

Otro México es posible

He sido invitado al "Segundo Diálogo Nacio-nal para echar abajo las contrarreformas estructurales neoliberales y construir juntos un México con libertad, justicia y democracia" (Querétaro, 4 y 5 de febrero), convocado por la Unión Nacional de Trabajadores, la Promotora por la Unidad Nacional Contra el Neoliberalismo, Paz con Democracia, Red Mexicana de Acción frente al Libre Comercio y el Frente Sindical Mexicano.

Mi primera observación es que, en tanto el primer diálogo era por un proyecto de nación con libertad, justicia y democracia, este segundo va más allá: propone echar abajo las contrarreformas estructurales neoliberales. Así dicho parece que se tratara de un mero deseo, pero no es así. Lo que se está planteando es un proceso que debe comenzar por la defensa del artículo 27 en su versión original, es decir, antes de que fuera reformado por Salinas de Gortari en 1992 y que motivó, entre otras cosas, el levantamiento zapatista de 1994. Esta demanda significa la defensa de los energéticos como propiedad de la nación (y al servicio de ésta, esto es, de su población mayoritaria), la defensa del campo para beneficio de sus productores directos, de las comunidades y de los pueblos. En esta misma lógica se plantea la recuperación, para los trabajadores, de los derechos que todavía consagra el artículo 123 constitucional y que quieren ser escamoteados por una nueva ley reglamentaria que sólo beneficiará a los empresarios. Se enfatiza, asimismo, la seguridad social gratuita y amplia para todos los mexicanos y, desde luego, lo mismo para la educación como dos derechos que no deben ser disminuidos, sino generalizados, mejorados y de la mayor eficiencia posible.

Estas demandas han querido ser enmarcadas en un ambiente de libertad, democracia y justicia, en el que el Estado de derecho sea una realidad para todos y no exclusivo para quienes tienen mayor poder económico y privilegios. Se propone, en consecuencia, que sea incorporado a la Constitución Política del país el derecho de revocación de los mandatos mediante figuras como el plebiscito, y que las leyes y acciones que son de interés para todos los mexicanos sean sometidas a referéndum y no decisión de supuestos cuadros iluminados que, en general, sólo representan los intereses de unos cuantos: los dueños del poder económico.

Lo que a fin de cuentas se propone es recuperar para los mexicanos algunas de las conquistas sociales que dieron sentido a la Constitución de 1917 cuando sólo era, como decía Tannenbaum (Peace by Revolution), un proyecto de país, un proyecto que habría de materializarse, poco a poco, como resultado de las luchas sociales no siempre triunfantes (pero tampoco derrotadas) y de una revolución que, pese a sus traidores, logró influir en el pensamiento colectivo del país.

En este Segundo Diálogo se está invitando a los mexicanos, organizados y sin organización, a recuperar esas conquistas que, sobre todo los gobiernos neoliberales priístas y panista, nos han escamoteado a lo largo de casi 23 años.

No es poca cosa lo que se está proponiendo, aunque a simple vista pareciera que es lo mismo por lo que hemos luchado por muchos años. Y no lo es, porque en esta ocasión se aspira a la elaboración de un programa mínimo no negociable que consistirá en puntos sensibles para la mayoría de la población con los cuales estarán de acuerdo todos los mexicanos que consideren que el país todavía puede salvarse de la rapiña, la corrupción y el entreguismo de quienes han demostrado, inocultablemente, que responden a intereses contrarios a México. ¿Quién, que no tenga grandes privilegios, podrá estar en contra de que la salud y la educación sean un derecho gratuito de todos los mexicanos? ¿Quién, que no tenga grandes privilegios y negocios, podrá estar de acuerdo en que una o más empresas trasnacionales exploten irracionalmente (sólo para ganar más dinero) nuestras riquezas naturales de las que depende nuestro futuro como nación para beneficio de todos sus habitantes? ¿Quién, en fin, podrá estar de acuerdo en que el campo continúe estando al margen de las políticas de Estado para que sólo los grandes capitalistas puedan vivir y enriquecerse de él en tanto que los campesinos y demás trabajadores viven mal alimentados engrosando los cinturones de miseria de las ciudades en busca de algún medio de subsistencia?

Otro aspecto que es de destacarse de este segundo encuentro es que no está inscrito en el calendario electoral. Lo que se ha propuesto y el programa mínimo que de ahí surja no es un planteamiento de campaña de un partido o de un candidato que olvidará sus promesas una vez que terminen las elecciones, sino un programa para unir al mayor número posible de mexicanos y en torno al cual se organicen para exigir, a quienes aspiren a gobernar y a quienes gobiernen el país, que lo cumplan.

Ha llegado la hora de que el pueblo mexicano asuma su papel de protagonista de la historia en la construcción de su propio futuro y que entienda que votar por tal o cual candidato o partido no es suficiente si después no hay fuerza social para obligarlos a cumplir con las demandas de la mayoría de los gobernados, con un programa mínimo no negociable. No debe olvidarse que prometer no empobrece y que los gobernantes hacen lo que quieren si el pueblo se los permite.

 
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