Usted está aquí: jueves 3 de febrero de 2005 Opinión Carta de Atlanta

Miguel Marín Bosch*

Carta de Atlanta

En estos días se viene reuniendo en el Centro Carter de la ciudad de Atlanta un grupo de personas preocupadas por el futuro del Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP). Se trata de unas consultas promovidas por la llamada Iniciativa de las Potencias Medias (IPM), coalición de ocho organizaciones no gubernamentales que se fundó en 1998 para apoyar a un grupo de países que buscan reactivar las negociaciones de de-sarme nuclear. Esos países son Brasil, Egipto, Irlanda, México, Nueva Zelandia, Sudáfrica y Suecia.

¿Cómo se puede inducir a los países con armas nu-cleares a que se sienten a negociar un tratado para prohibir su existencia y asegurar su eliminación? Pero antes hay que preguntarse, ¿dónde y cuándo se comprometieron a deshacerse de sus arsenales nucleares? La respuesta es el TNP, que entró en vigor en 1970 y hoy cuenta con casi 190 estados parte. En efecto, es el más universal de los instrumentos multilaterales de desarme. Los únicos países que siguen fuera del TNP son India, Israel y Pakistán, que adquirieron armas nucleares después de 1970. Corea del Norte se retiró del tratado hace unos años.

Al suscribir el TNP, China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia asumieron el compromiso de concluir acuerdos encaminados a reducir y luego eliminar sus respectivos arsenales nucleares. Y el primer paso que dijeron que darían fue un tratado que pondría fin a todos los ensayos nucleares, mismos que sirven para mejorar el diseño de las armas.

A cambio de desarmarse, esos cinco países exigieron que todos los demás se comprometieran a nunca recibir o desarrollar armas nucleares. Pero hubo dudas acerca de las intenciones de las naciones con arsenales nucleares. ¿Cómo asegurar que se desarmarían? Hubo dos propuestas presentadas por Italia, Suecia, Suiza y otros países, incluyendo a México. La primera fue que, a diferencia de otros tratados, el TNP no tuviera vigencia indefinida. Italia, por ejemplo, sugirió una vigencia inicial de 10 años. Al término de ese plazo se evaluaría lo que los países nucleares hubieran hecho en materia de desarme. La segunda propuesta fue que hubiera conferencias quinquenales de las partes para examinar el funcionamiento del TNP.

Se acordó que habría esas reuniones quinquenales y los países nucleares aceptaron además que el TNP tuviera una vigencia inicial de un cuarto de siglo y luego se decidiría si se transformaba en vigencia indefinida o se prorrogaba por otro periodo definido. Así fue que en 1975 se llevó a cabo la primera conferencia de examen del funcionamiento del tratado. Hubo otras en 1980, 1985 y 1990. En todas éstas las naciones que se habían comprometido a no jugar la carta nuclear criticaron ferozmente a los cinco países con arsenales nucleares por no haber hecho nada o casi nada en materia de desarme.

En 1995 se celebró otra conferencia quinquenal en la que se discutió también la cuestión de la vigencia del TNP. Ahí se acordó su prórroga indefinida a cambio de unas promesas vagas en materia de desarme por parte de los cinco países poseedores de armas nucleares.

Inconformes con ese resultado, varias organizaciones no gubernamentales se juntaron para alentar a países como las llamadas potencias medias a que presionaran a los estados nucleares para que avanzaran en el camino hacia el desarme. Así nació la IPM y el grupo de los siete países mencionados al principio. En la conferencia quinquenal de 2000 ese grupo consiguió buenos resultados, al lograr que los países nucleares aceptaran 13 pasos concretos y prácticos para promover el desarme nuclear. Dadas las posiciones asumidas por el presidente George W. Bush en materia de tratados multilaterales en general y los acuerdos de desarme en particular, algunos de esos pasos han adquirido mayor importancia. Por ejemplo, en 2000 se aceptó el principio de la irreversibilidad de los acuerdos de desarme nuclear (y convencional también). Piensen en lo que ha hecho Washington en materia de aquellos tratados que podrían inhibir el desarrollo de un sistema de defensa contra misiles (la guerra de las galaxias) o en lo que pretende hacer en cuanto a los ensayos nucleares (reanudarlos y socavar el tratado de 1996 que prohíbe todos los ensayos).

Desde 2000 no se han registrado avances en materia de desarme nuclear. La conferencia de desarme en Ginebra está pasando por su peor época desde que fue creada en 1962. Este es el noveno año en que no se logra ni siquiera un acuerdo para dar inicio a las negociaciones sobre los diversos temas de su agenda, empezando por las cuestiones nucleares.

De ahí nuestras consultas en Atlanta. Pero no han dado pie a mucho optimismo acerca de los posibles resultados de la conferencia quinquenal del TNP que se llevará a cabo en Nueva York el próximo mayo. Peor aún, muchos temen que Washington tratará de echar abajo el acuerdo en torno a los 13 pasos prácticos que todas las partes suscribieron en 2000. Pero eso fue en época del presidente Clinton y, según el actual inquilino de la Casa Blanca, no necesariamente compromete a la presente administración.

Además de la actitud de la delegación estadunidense, la conferencia del TNP tendrá que hacer frente a otros desafíos. Uno será la posición que asuman las otras potencias nucleares. Otro, la situación en la península coreana y un tercero será la evolución de la relación de Irán con la comunidad internacional en cuanto a sus actividades en el campo de los usos pacíficos de la energía nuclear.

*Ex subsecretario de Relaciones Exteriores y presidente de Desarmex, AC

 
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