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México D.F. Viernes 12 de noviembre de 2004
LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Después de la medianoche
LUEGO DE BUSTER Keaton y La general, nuevamente Keaton en un homenaje del italiano Davide Ferrario en Después de la medianoche (Doppo mezzanotte), cinta romántica sobre la soledad, el placer del cine, y la seducción amorosa. El joven velador Martino (Giorgi Pasotti) es fanático del cine mudo, y para suerte suya empleado en la Mole Antonelliana, espléndida construcción en Turín que alberga, desde hace poco, un museo de cine. Después de medianoche, en su calidad de guardián del edificio, Martino revisa películas silentes, particularmente comedias de Keaton, aunque también cintas de la última posguerra, de Truffaut a Rosselini. Más que cinéfilo aplicado, el joven es un esteta concentrado en la admiración de un material perecedero, y con una pequeña cámara de video, artesano también de películas caseras.
SE SEÑALA EN la publicidad del filme que se trata de la nueva Cinema Paradiso. No deje que eso lo desaliente. Después de la medianoche es una película alejada de toda manipulación sentimental. Sin lágrimas ni enternecimientos complacientes, relata en un estilo muy contenido una historia de amor, y el juego de tres personajes y su singular arreglo afectivo, muy en el estilo de Jules y Jim, de François Truffaut. Ferrario convida al espectador a ese nuevo refugio para el amor que es la portentosa torre fílmica, con sus pasadizos laberínticos y su amplísima bóveda tapizada de nichos que semejan pantallas de cine. Martino, el fantasma de la Mole, comparte ese lugar con una fugitiva de la justicia, Amanda, ex empleada de un restaurante de comida rápida, y desde tiempo atrás objeto de deseo del joven velador, de quien providencialmente es ahora invitada y cautiva.
EL TEMA ES ideal para una película de intensidad mayor a lo que Ferrario acepta en Después de la medianoche. En 1970, el polaco Jerzy Skolimowski diseccionaba una obsesión parecida en La muchacha del baño público (Deep end). El director elige aquí un tono más sutil, en consonancia con el carácter del joven introvertido, permitiéndose sin embargo una parte lúdica en la que interviene Angelo, el amante de Amanda, y con él la posibilidad de un simpático trío sentimental, discreto también, distante de toda posibilidad melodramática. Es aquí donde la película cobra una vitalidad sorprendente. Martino busca seducir a Amanda a través del cine, proyectándole su propio video, ingenioso montaje con escenas de cine mudo, donde la protagonista es la propia muchacha filmada sin previo aviso, sorprendida en su intimidad, violentada casi en esa secreta aproximación amorosa. La vida de Angelo (desvalijador y ladrón de autos) y Amanda, su cómplice involuntario, semeja también una película, inspirada tal vez en las parejas románticas del cine estadunidense, unidas por la fatalidad y el delito.
EL REALIZADOR FERRARIO acertó al construir su personaje central inspirándose en el propio Buster Keaton, desechando así la tentación de hacer de Martino un personaje emotivo, o digno de conmiseración, o vagamente heroico en su búsqueda amorosa. A menudo el joven se encuentra al borde de la inexpresividad total. En otros, como en su jocosa pelea con Angelo, es el personaje de comedia más cercano a Keaton, autor de El camarógrafo. Por este juego de desdramatización y parodia, por el homenaje al cine silente y al cine de la Nueva Ola francesa, y por la ironía en filigrana que se advierte en toda la cinta, Después de la medianoche merece algo más que la comparación con Cinema Paradiso, aquel entretenido homenaje a la cinefilia que se inspiraba más en el lenguaje de la telenovela. [email protected]
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