México D.F. Martes 9 de noviembre de 2004
Efectos del alza petrolera confunden pronósticos
en EU
Nadie tiene una buena explicación sobre los altos
precios del crudo, de manera que cada aumento adicional es recibido con
tanta incredulidad como miedo
¿Cuál sería el precio del petróleo
sin el valor agregado del miedo? Escoja cualquier cifra y será tan
buena como la de un especialista
Economist Intelligence
Unit /The
Economist
Imaginemos que un inversionista estadunidense hubiera
recibido de fuente impecable, el primero de enero de este año, el
tip de que el petróleo llegaría a cerca de 55 dólares
el barril a mediados de octubre. Seguro sus previsiones de negocios habrían
sido sombrías.
¿El mercado de valores? Lo más probable
es que se vendría abajo. ¿Los bonos gubernamentales? Las
tasas de interés a largo plazo tendrían que elevarse drásticamente
ante las previsiones inflacionarias. ¿La economía? Con seguridad
se encaminaría a una recesión.
Sin embargo, el petróleo se acerca a 55 dólares
el barril -de 32.50 a principios de año- y ni los mercados financieros
ni la economía de Estados Unidos parecen demasiado perturbados.
La reacción, o falta de ella, a estos precios sin
precedente es en parte un reconocimiento al espíritu humano. La
gente aprende a enfrentar la adversidad; de otro modo, con mucho menos
que un precio de 55 dólares por barril de petróleo la civilización
habría llegado a su fin hace mucho tiempo.
Imagen tomada del sitio de Internet del Departamento de
Energía de Estados Unidos, que muestra uno de los conjuntos de depósitos
de la reserva estratégica de petróleo de ese país,
ubicada en el condado de Brazoria, Texas FOTO AFP
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Sin
embargo, hay otra razón de que el alza del crudo no haya generado
ciertas respuestas lógicas: nadie tiene una buena respuesta de por
qué exactamente el precio está en este nivel. Y sin una buena
respuesta, cada aumento adicional es recibido con tanta incredulidad como
miedo.
La esperanza también tiene su parte: esperanza
de que mientras más aprisa suban los precios, más rápido
caerán. En los mercados libres, las alzas súbitas de precio
por lo general terminan en una caída vertical, más que en
un descenso gradual o una estabilización (recuérdese el Nasdaq
en 2000).
En cuanto a la economía, los analistas no logran
ponerse de acuerdo en las implicaciones a mayor plazo si el petróleo
no baja pronto. Por ejemplo, los precios altos de energía ¿son
inflacionarios o deflacionarios? ¿O ambas cosas a la vez?
A estas alturas, todos los que llenan el tanque de gasolina
varias veces al mes saben por qué el petróleo ha subido tanto
este año. La demanda global, sobre todo en Asia, ha sido más
fuerte de lo previsto. Entre tanto, por el lado de la oferta, durante buena
parte del año cada semana parecía traer otra amenaza de interrupción
de la producción en naciones proveedoras claves como Noruega, Rusia,
Nigeria y Venezuela. Después que el huracán Iván
asoló el Golfo de México en septiembre, el temor de interrupciones
se volvió realidad, porque varios pozos y oleoductos resultaron
dañados. Y presente en todo momento está el miedo a un ataque
terrorista en Medio Oriente que limite de manera grave la producción
en esa región crucial.
Pero ¿cuál sería el precio del petróleo
sin el valor agregado del miedo? Escójase cualquier cifra y será
tan buena como la de cualquier veterano negociante petrolero.
''No creo que nadie en este mundo entienda en realidad
la dinámica del mercado mundial del petróleo en este momento'',
señala Ed Keon, jefe de estrategia de inversión en el grupo
Prudential Equity de Nueva York. Si el comercio en los mercados de futuros
se limitara a los procesadores petroleros (es decir, usuarios reales del
producto), es posible que el precio actual no se acercara a 55 dólares
por barril. Pero cualquier especulador puede comprar un contrato de petróleo
a futuros, y nada atrae más a los especuladores que un mercado en
ebullición.
''¿Por qué compra?'', se preguntó
a muchos inversionistas durante la burbuja bursátil de las punto
com de 1999 y principios de 2000. La respuesta honesta era: ''¡Porque
están subiendo!'' Esa es la mentalidad necesaria para un frenesí
especulativo.
Es evidente que los negociantes petroleros creen que el
mundo será un lugar significativamente menos peligroso dentro de
un año. Los futuros del petróleo para entrega en noviembre
de 2005 están a 47 dólares el barril. Ese descuento podría
también reflejar la creencia de que la economía global habrá
experimentado una fuerte desaceleración para entonces, lo cual reducirá
la demanda petrolera.
Hasta ahora, sin embargo, predecir los efectos económicos
de estos niveles récord ha sido tan difícil como adivinar
qué impulsa realmente el precio. El costo de la gasolina disminuyó
en EU durante buena parte del verano, pero ha repuntado a partir de septiembre.
Sin embargo, no alejó a los consumidores de las tiendas. El informe
gubernamental sobre ventas al menudeo en octubre mostró una fuerte
demanda de automóviles, electrodomésticos y ropa, entre otros
artículos.
Susan Sterne, directora de la empresa Economic Analysis
Associates, de Greenwich, Connecticut, indicó que los precios crecientes
de la energía no podían haber tenido el mismo efecto en los
consumidores que hace 10 o 20 años, porque la energía representa
una proporción mucho menor del gasto total de la familia típica
estadunidense: de 3 a 4% ahora en comparación con entre 8 y 10%
a principios de los ochenta, según datos oficiales. Lo que muchos
consumidores ahorraron al refinanciar sus hipotecas en años recientes
sobrepasa con mucho el gasto adicional que realizan en la gasolinera, precisó
Sterne.
Algunos analistas están más preocupados.
El gasto en EU fue sorprendentemente fuerte en septiembre, pero ''la pregunta
persiste: ¿pueden los consumidores mantenerlo alto a la vista de
los precios ascendentes de la energía y el anémico crecimiento
del empleo?'' Así lo plantearon economistas de Merrill Lynch en
un informe enviado a sus clientes.
El presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, dijo
en un discurso reciente que los costos mayores de los energéticos
en la economía eran ''verificables'' pero que ''probablemente tendrán
menos consecuencias para el crecimiento económico'' que en los setentas.
Siempre precavido, añadió que el riesgo económico
crecería si los precios del petróleo se volvieran ''materialmente
más altos''. No fue sorpresa que no cuantificara eso de ''materialmente''.
El punto de vista de la Fed es importante, claro, porque
el banco central controla las tasas de interés a corto plazo. Temerosa
de que el disparo de precios a mediados y luego a fines de los setentas
impulsaría una inflación ya elevada, la Fed se apresuró
a restringir el crédito en ambos periodos, lo cual precipitó
la economía a sendas recesiones.
Esta vez se ha difundido ampliamente una opinión
diferente. En vez de alimentar la inflación, los precios en aumento
de la energía podrían conducir a la deflación. La
lógica es que, al encarecerse la energía, consumidores y
empresas podrían reducir otros gastos, lo cual presionaría
a la baja los precios de muchos otros productos.
¿Es una tesis viable? Sterne dice que no: ''No
hay precedente histórico de eso''. David Wyss, economista de Standard
& Poor's en Nueva York, señaló que el índice ''central''
de precios al consumidor en EU -que excluye los costos directos de alimentos
y energéticos- se elevaría 2.1% en 2005, de 1.7% que se estima
para este año, pues las empresas aumentaron precios en una miríada
de productos y servicios para recuperar algo de lo gastado en energía.
Sin embargo, la acción de este año en el
mercado de bonos, al reducirse los réditos a largo plazo, sugiere
que algunos inversionistas creen que el petróleo pudiera resultar
deflacionario. Si se apuesta a la deflación en una economía
que aminora el ritmo, probablemente se desearía asegurar los rendimientos
actuales por aquello de que a la Fed se le ocurra recortar las tasas de
interés en 2005 en vez de elevarlas más.
En todo caso, los rendimientos de los bonos a la fecha
no sugieren que exista una inflación rampante derivada del persistente
avance petrolero. Tal vez los mercados de bonos y valores estén
convencidos de que el comercio petrolero se ha vuelto un absurdo frenesí
especulativo y que una reversión aguda del precio es inevitable,
más temprano que tarde.
Y los consumidores desean que los mercados estén
en lo cierto.
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