México D.F. Viernes 5 de noviembre de 2004
El arresto del ex legislador, desenlace frustrado
La ejecución pública devino normal
jornada legislativa
''¡Ya nos bejaranizaron!'', dijo uno de
los panistas recusados
BLANCHE PETRICH
Condenado
a priori, en la mira de una prensa que este jueves salió
a cazarlo desde el amanecer, el legislador capitalino con licencia René
Bejarano entró a escena cerca de las 11 de la mañana, cruzó
el ala izquierda del recinto parlamentario entre hileras de diputados hostiles
y llegó hasta la mesa de mantel verde dispuesta como una horca en
medio de la plaza, debajo de la tribuna de los legisladores, con sus tres
sillas y un atril con micrófono.
La Cámara de Diputados, constituida en jurado de
procedencia, iba a resolver algo largamente anunciado: separar definitivamente
a Bejarano de su cargo de legislador capitalino, despojarlo de su fuero
y ponerlo a disposición de las autoridades judiciales.
Su imagen en video, difusa pero inconfundible, tomando
a manos llenas fajos de billetes y rellenando su portafolio, su saco, los
bolsillos del pantalón, transmitida por televisión hace ocho
meses, hizo del ex legislador capitalino el prototipo del político
corrupto, cualquiera sea su signo.
Con esa carga a cuestas, Bejarano tomó asiento
de cara al salón del pleno repleto y expectante, flanqueado por
sus dos abogados, Luis Argüelles Meraz -que algo sabe de estos procesos
de desafuero, pues también es defensor del diputado priísta
involucrado en el Pemexgate, Ricardo Aldana- y Agustín Acosta
Azcón. En otra mesa contigua participaba la parte acusadora: el
fiscal Juan Guillermo Ramos; el subsecretario de Averiguaciones Previas,
Renato Sales, y el agente del Ministerio Público Miguel Angel Rangel.
Después de casi dos horas a la vista de todos,
con las manos hechas un nudo, un rictus en lugar de sonrisa, hostigado
por los fotógrafos hasta para ir al baño, René Bejarano
finalmente tuvo derecho a la palabra. Y convirtió el castigo en
oportunidad; la sanción la planteó como ventaja. Inclusive
algunos perredistas que en los meses recientes participaron en el escarnio
del ''señor de las ligas'', tuvieron que reconocerlo: ''Se defendió
con dignidad''.
Contra la pared, sabiendo que el voto en su contra sería
aplastante -lo fue: 444 votos por el desafuero, siete en contra y 15 abstenciones-,
Bejarano se creció ante el castigo: ''Perder el fuero tiene una
ventaja, porque abre la posibilidad de demostrar mi inocencia (...) Quiero
utilizar esta oportunidad que me da la vida (...) Yo confío en la
sabiduría de la gente que sabe distinguir entre lo que es una maniobra
política, lo que es un acto indebido, y lo que es un acto delictivo.
Por eso, les agradezco sinceramente esta oportunidad''.
A la caza de una escena improbable
El arresto del ex legislador era el único desenlace
posible para el taxista que esperaba fuera de San Lázaro al caer
la noche. Desde que despegó el ojo en la madrugada había
estado escuchando las noticias en la radio, con los locutores siguiendo
minuto a minuto la cacería del desaforado: la calle donde vive,
en la colonia Niños Héroes, rodeada de patrullas y judiciales;
los helicópteros sobrevolando el trayecto de la familia Bejarano-Padierna
hasta el Palacio Legislativo; unidades de la Policía Federal Preventiva
merodeando todos los rincones y posibles vías de escape de la Cámara
de diputados; todo listo para la captura y, más importante aún,
para poder registrar en cámara hasta el último detalle del
momento de la detención.
Poco importaban los datos duros como la inexistencia
-todavía- de una orden de arresto; la posibilidad de que ésta
ni siquiera se dictara; los plazos legales que quedan por cumplirse. Desde
el imaginario mediático se había construido la certeza de
que esta noche Bejarano vestiría su piyama en una celda.
Por tanto, para el taxista de San Lázaro no era
comprensible que el hombre del video más visto de los recientes
tiempos hubiera salido tranquilamente en automóvil de uno de los
estacionamientos de la Cámara junto con su esposa y su hija, y se
hubiera marchado a casita a recalentar la comida a las cuatro de la tarde,
perseguido por la misma nube de policías que lo vigila desde la
noche anterior. Así fue como después de crear grandes expectativas
de la ejecución pública del condenado en un circo romano,
la prensa se tuvo que conformar con una jornada legislativa formal, poco
agitada y con un final anticlimático.
A primera hora, a las puertas del Palacio Legislativo,
una manta fue desplegada: ''¡René, no estás solo!''
Pero no había huestes bejaranistas a la vista. Los que se manifestaban
no tenían que ver con el juicio de procedencia. Eran los braceros
de la tercera edad que desde hace años exigen el pago de sus jubilaciones,
que se esfumaron en alguna oficina de gobierno hace décadas.
Puntuales, a la hora citada, 457 de los 496 diputados
registraron su asistencia y en media hora más se habían constituido
en jurado de procedencia. El primer punto de la jornada fue desahogar las
recusaciones, es decir, las peticiones de que determinados legisladores
fueran excluidos del proceso. Dos nombres brincaban por obviedad: los panistas
Federico Döring y Jorge Triana, conocidos por su lealtad al senador
Diego Fernández de Cevallos y a la línea más beligerante
de la ofensiva contra el jefe de Gobierno del DF, Andrés Manuel
López Obrador. El primero fue quien, en sus propias palabras, ''encontró''
el video de Carlos Ahumada y Bejarano ''en su buzón'' y antes de
ponerlo a disposición de las autoridades lo llevó "espontáneamente"
y sin mediar consigna al noticiario El Mañanero, de Brozo.
El segundo es quien cerró la pinza presentando la demanda penal
contra Bejarano.
Recusados por la bancada perredista, los dos panistas
se adelantaron y presentaron su excusa para no participar en la sesión,
después de sendos discursos golpeadores y previsibles. Triana concluyó
su intervención con un vibrante: ''¡Ya bejaranizaron
al PRD; ya bejaranizaron al Distrito Federal; ya bejaranizaron
esta tribuna! ¡Por favor, no bejaranicen la política
mexicana!"
Le siguió Döring, quien descobijó el
objetivo final del proceso que se vivió ayer: "El tema, excelente
precisión, el tema es uno solo: la corrupción del gobierno
de la ciudad". Dicho lo cual, ambos tuvieron que abandonar el salón
de plenos. El tercero que se excusó de participar fue el priísta
Roberto Campa.
Fuera de lo previsto en la bancada perredista hubo un
intento infructuoso -por extemporáneo- de recusar a la diputada
Dolores Padierna y obligarla a abandonar el recinto. Fue Juan José
García -ex yerno de la gobernadora de Zacatecas, Amalia García,
y miembro de su corriente, Foro Nuevo Sol-, el portavoz de ese gesto de
hostilidad contra una compañera de bancada. Nadie lo secundó.
Concluido el trámite, los recusados salieron por
una puerta y por la otra ingresó Bejarano, quien esperaba en un
salón de protocolo. Al avanzar por el pasillo algunos de la bancada
del sol azteca lo saludaron. Marcela Lagarde lo recibió con un beso,
Manuel Camacho le extendió la mano, Julio Boltvinik le dio una palmada,
lo mismo que Gilberto Ensástiga. Otros le dieron la espalda.
El siguiente punto de la agenda echó por tierra
los proyectos de una transmisión trepidante de la sesión
por los medios electrónicos. La tediosa lectura de la síntesis
del dictamen de la sección instructora, de apenas 75 cuartillas,
se llevó dos horas 20 minutos de puntos de rating perdidos.
Pero también dejó a Bejarano atrapado de cara a sus juzgadores.
Hasta la soledad de su mesilla de acusado llegó la diputada Eliana
García.
-Toma, te pueden servir -le dijo al entregarle unos textos
de El libro del desasosiego, de Fernando Pessoa. ("Como un batacazo,
la tristeza aumenta..." , dice el lusitano en su obra póstuma).
Charlaron cerca de un cuarto de hora. La diputada le expresó
su reconocimiento por la entereza que ha demostrado para enfrentar el proceso
''en este laberinto de errores en el que se ha metido el PRD'', pero a
la vez le anunció que iba a votar en favor de su desafuero. "Te
mereces ser procesado en un juzgado, no ser condenado a priori en
un juicio mediático. Creo que es lo mejor", le dijo. Bejarano agradeció.
En su curul, los nervios consumían a Dolores Padierna,
vestida de traje claro, desmejorada y con cara de pocos amigos. Cuando
finalmente llegó la hora de que su marido pasara al micrófono,
llamó a Celeste, su hija, adolescente ataviada como adulta y con
carita de susto. La sentó en su lugar y ella se acomodó en
el brazo del asiento. Bejarano recuperó el aplomo y su tono cantinflesco:
"La ley no puede basarse en la tromba de agravios ni tampoco en las felonías
de un payaso tenebroso, ni en los vocingleros, ni en el oportunismo fácil.
Los decidores mediáticos no son los jueces ni los fiscales. Mal
haríamos en tratarlos como tales. Porque ahora soy yo, después,
cualquiera".
Cuando concluyó, no había soltado ningún
nombre. Desde la bancada panista lo azuzaron: "¡Nombres, nombres!"
Cuando se retiraron Bejarano, sus abogados y sus acusadores
inició el debate. Alegatos en favor y en contra no agregaron ya
nada nuevo, salvo la polémica sobre el tecnicismo irresuelto por
una legislación obsoleta: ¿tiene o no tiene fuero un legislador
que ha pedido licencia?
De las filas perredistas se había apuntado un diputado,
Luis Eduardo Espinoza, para argumentar en favor del desafuero. Su decisión
no fue bienvenida. A media sesión una llamada a su celular lo puso
sombrío. "Presiones", murmuró al terminar la conversación.
Y desistió de subir a tribuna.
Sólo quedó como detalle chusco la intervención
del boxeador verde Jorge Kahwagi, quien leyó con tropiezos
un texto que habla de la "componenda" entre Bejarano, el procurador capitalino,
Bernardo Bátiz, a quien se empeña en llamar "el empleado
Bátiz", y el jefe de Gobierno, López Obrador. Cuando terminó,
una diputada perredista le gritó: "Sinvergüenza". El sonrió
y musitó: "Soy golpeador, pero al menos no me llevo las ligas".
La discusión se arrastró una hora más.
Al final, el voto electrónico. Pero la sentencia ya estaba dictada
de antemano.
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