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La breve
eternidad
El modo de ver el orgasmo ha variado a lo largo de
los siglos, al igual que la percepción de la sexualidad y su papel
en el desarrollo de la cultura, esa que nos hace ser como somos, con gustos
tan variados como las posibilidades y opciones para alcanzar el clímax
sexual. El placer, el deseo de integrarte con los otros a través
del disfrute de tu cuerpo, es una búsqueda constante que nos hace
inventar, buscar, transgredir, abrir puertas y transformar al mundo a través
de los espasmos de cada uno de los orgasmos que tendremos en la vida. Sin
más preámbulos, te invitamos a sentir el siguiente reportaje.
Por Fernando Mino
¿Nunca te has echado un regaderazo de agua
fría en un baño de vapor? Es lo más cercano a una
definición del orgasmo... Bueno, no todo el baño, nomás
la primera sensación, cuando te metes de golpe al chorro de agua.
Un escalofrío te sube de los pies hasta el rostro, mientras la respiración
se entrecorta por los espasmos que sacuden el vientre y la caja torácica,
en una rara mezcla de cosquilleos y escalofríos producto de la alteración
de la temperatura corporal. Tal metáfora no se opone a la etimología
griega, orgué, que significa "agitación interior que
enciende el ánimo".
Lo que no tiene ninguna relación con el baño
de agua fría es la tibieza de la piel de quien te acompaña...
si es que estás con alguien, pues tampoco se trata de hacer menos
a la bendita "chaqueta". Por supuesto, y creo que todo chavo estará
de acuerdo, el mejor entrenamiento en materia de orgasmos se da en solitario,
y si no, que esconda la mano quien no se haya "corrido" por primera vez
por obra y gracia de la masturbación.
No todos los orgasmos son iguales, los hay de muchos tipos,
colores y sabores, variaditos: largos y cortos (dentro de su brevedad,
claro), intensos y efímeros, precipitados y lentamente saboreados,
explosivos e imperceptibles, románticos y egoístas, seguros
y peligrosos... Catárticos todos.
Al iniciar la vida sexual el orgasmo es una obsesión,
es poner en práctica lo que la "teoría" --pláticas
entre cuates, películas porno, televisión y demás--
nos vende como el único objetivo del sexo. Muchos chavitos de secundaria,
en estos tiempos en que todos se miran sus penes sin escarnio o temor de
ser tachado de "maricones", realizan competencias para ver quién
eyacula más rápido y más lejos; el orgasmo desbocado
es bonus de la gloria para el ganador. Ya entre veinteañeros,
el fantasma de la eyaculación precoz amenaza, sobre todo desde que
a las mujeres les entró la mala costumbre de querer tener múltiples
orgasmos.
La caja de Pandora
La irrupción de la mujer como ser autosuficiente,
libre y con pleno conocimiento de su cuerpo es uno de los grandes cambios
de la segunda mitad del siglo XX. El disfrute de la sexualidad femenina
es un derecho ganado a pulso, arrebatado a la dictadura patriarcal que
usurpó por siglos los orgasmos femeninos, condenando cualquier expresión
de su existencia. El siglo XIX y su cientificismo dio a los encuentros
sexuales una función eminentemente reproductiva, lo cual volvió
innecesario el orgasmo. Si en la antigüedad el pensamiento común
daba un gran valor al placer sexual, por su estrecha relación con
el concepto de vida, el pensamiento conservador asignó roles a los
sexos y, por ende, hizo del placer un asunto exclusivamente masculino.
Aún quedan resabios culturales que impiden a muchas
mujeres pedir algún tipo de estimulación que les facilite
alcanzar un orgasmo, por temor a "balconearse" sobre las experiencias previas,
prejuicio parecido a no atreverse a exigir condón sólo para
no parecer que se han tenido múltiples parejas sexuales.
Las mujeres, dichosas ellas y sus múltiples orgasmos,
hacen de cada roce y caricia --el mentado preámbulo, tan rico como
poco valorado-- parte del placer de la experiencia sexual: un todo que
no culmina con el orgasmo, elemento que se vuelve uno más entre
muchos. Por su parte, numerosos hombres todavía están sujetos
a la dictadura del pene: toda sensación posible se concentra en
el miembro y la penetración es la única manera de alcanzar
el clímax; especie, ya verán, que poco a poco se irá
extinguiendo.
El clítoris, discreto y sensible pedacito de carne
perdido entre pliegues, se ha vuelto el centro de atención, el pase
mágico al camino de los orgasmos femeninos, esa fiesta de contracciones
que contagia, y puede ser más gratificante para el hombre que la
misma eyaculación, digo, de lo que se trata es de compartir el placer.
Mientras que los hombres sólo pueden alcanzar un
orgasmo y esperar para una nueva erección (periodo de resolución,
le llaman en los textos médicos), las mujeres pueden prolongar la
actividad más tiempo y alcanzar varios orgasmos seguidos. Este desfase
en la respuesta sexual puede verse como un excelente pretexto para hacer
diverso el encuentro, con la imaginación como único límite.
Cada parte del cuerpo es un instrumento potencial que puede relevar con
excelentes resultados al pene cuando la naturaleza masculina traiciona
y aún quedan orgasmos por descubrir.
"Quedar orgasmeada"
A Jimena, el primer orgasmo le llegó en su tercer
coito. "Las primeras dos ocasiones fue bien difícil, pues me dolía
cuando me penetraba mi novio. Yo tenía 15 años y él
17. Después de la primera vez pensé: 'así que ya tuve
un orgasmo... no es la gran cosa', pero luego, cuando ya hubo más
confianza entre los dos y lo alcancé de verdad, supe que ahí
estaba el chiste del sexo. No sé cómo explicarte; estaba
sudando y de repente sentí caliente todo el cuerpo y una ansiedad,
una tensión, que luego se transformó en una sensación
como de romperme en pedacitos. Luego vino una somnolencia muy rica, eso
que llamo quedar orgasmeada."
El orgasmo nos devuelve al instinto primario, a la búsqueda
del placer como sensación individual. Pero, ¿y el otro? "Antes
de eyacular siento que nada existe, nada más yo y las nalgas que
estoy apretando", cuenta Omar. El orgasmo es egoísta, pues corta
por un momento el nexo con la realidad. Según Nadia, "es el nirvana",
espacio extático, bienestar absoluto, donde lo único que
existe es uno mismo; "es borrarme de la realidad, cerrar los ojos, concentrarme
en el calor que me sube por dentro, sentir cómo se me desborda y
me provoca una risa incontenible.
Aunque, claro, hay una distinción entre el orgasmo
producto del sexo casual y el que surge de una relación romántica.
"Es más chido cuando lo haces con alguien a quien quieres, porque
te da más confianza, por eso de las miraditas y las caricias", según
Jimena. "Siempre es rico un orgasmo, te libera de una necesidad, pero es
más placentero cuando conoces bien a la persona con quien lo haces,
¿no?", señala Armando, y acota: "a veces es bien excitante
coger de rápido con un chavo a la salida del antro, pero también
se antoja algo con más calma, más íntimo, más
de conocerse".
Tras el orgasmo viene la calma, la resurrección
después de la pequeña muerte, el regreso del nirvana, del
egoísmo pleno a la compenetración con quien participó
contigo de la aventura. "Cuando abro los ojos después de terminar
y miró a quien está acostado junto a mí, me siento
a gusto, como que hay algo que nos ha unido, aunque ya no vuelva a verlo",
dice Nadia.
La intensidad de un orgasmo varía mucho, según
un montón de factores fisiológicos y subjetivos: grado de
excitación, duración de la estimulación o el jugueteo
previo, el cansancio, las preocupaciones, el humor. "Hay veces en que es
nomás un cosquilleo concentrado en el vientre, pero hay otras en
que es toda una explosión que sacude el cuerpo entero", comenta
Nadia. Para Omar, "coger es sinónimo de orgasmo, pero hay veces
en que se sienten más profundos, como que se te vacían los
huevos; mientras que otras apenas te escurre un chorrito de semen, sin
fuerza, y la sensación es de desahogo, pero nada más".
Orgasmo protegido, orgasmo intensificado
Neta que sí. La mejor garantía de placer
es la que surge de la protección. No sólo no aminora la intensidad
del orgasmo, por el contrario, un condón es un punto a favor. "Orgasmos
al máximo garantizados, así deberían decir en
el empaque", comenta Jimena, "al menos a mí me ha ido mejor, porque
ellos se tardan más en eyacular, lo que me da más tiempo
para 'correrme' a gusto. Nadia complementa: "ya no es sólo que duren
más, lo importante es que te dan la confianza de que no habrá
sorpresas: embarazos o infecciones. Eso, créelo, hace la diferencia,
porque te relaja y permite gozar ." "Cómo no, te vienes más
a gusto, no hay temor al VIH/sida, y por ello las sensaciones están
a flor de piel; te concentras en pasarla bien y eso hace que se sienta
más chido", recomienda Armando. |