LETRA S
Noviembre 4 de 2004
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ls-orgasmo La breve eternidad

El modo de ver el orgasmo ha variado a lo largo de los siglos, al igual que la percepción de la sexualidad y su papel en el desarrollo de la cultura, esa que nos hace ser como somos, con gustos tan variados como las posibilidades y opciones para alcanzar el clímax sexual. El placer, el deseo de integrarte con los otros a través del disfrute de tu cuerpo, es una búsqueda constante que nos hace inventar, buscar, transgredir, abrir puertas y transformar al mundo a través de los espasmos de cada uno de los orgasmos que tendremos en la vida. Sin más preámbulos, te invitamos a sentir el siguiente reportaje.

Por Fernando Mino

¿Nunca te has echado un regaderazo de agua fría en un baño de vapor? Es lo más cercano a una definición del orgasmo... Bueno, no todo el baño, nomás la primera sensación, cuando te metes de golpe al chorro de agua. Un escalofrío te sube de los pies hasta el rostro, mientras la respiración se entrecorta por los espasmos que sacuden el vientre y la caja torácica, en una rara mezcla de cosquilleos y escalofríos producto de la alteración de la temperatura corporal. Tal metáfora no se opone a la etimología griega, orgué, que significa "agitación interior que enciende el ánimo".

Lo que no tiene ninguna relación con el baño de agua fría es la tibieza de la piel de quien te acompaña... si es que estás con alguien, pues tampoco se trata de hacer menos a la bendita "chaqueta". Por supuesto, y creo que todo chavo estará de acuerdo, el mejor entrenamiento en materia de orgasmos se da en solitario, y si no, que esconda la mano quien no se haya "corrido" por primera vez por obra y gracia de la masturbación.

No todos los orgasmos son iguales, los hay de muchos tipos, colores y sabores, variaditos: largos y cortos (dentro de su brevedad, claro), intensos y efímeros, precipitados y lentamente saboreados, explosivos e imperceptibles, románticos y egoístas, seguros y peligrosos... Catárticos todos.

Al iniciar la vida sexual el orgasmo es una obsesión, es poner en práctica lo que la "teoría" --pláticas entre cuates, películas porno, televisión y demás-- nos vende como el único objetivo del sexo. Muchos chavitos de secundaria, en estos tiempos en que todos se miran sus penes sin escarnio o temor de ser tachado de "maricones", realizan competencias para ver quién eyacula más rápido y más lejos; el orgasmo desbocado es bonus de la gloria para el ganador. Ya entre veinteañeros, el fantasma de la eyaculación precoz amenaza, sobre todo desde que a las mujeres les entró la mala costumbre de querer tener múltiples orgasmos.
 
 

La caja de Pandora

La irrupción de la mujer como ser autosuficiente, libre y con pleno conocimiento de su cuerpo es uno de los grandes cambios de la segunda mitad del siglo XX. El disfrute de la sexualidad femenina es un derecho ganado a pulso, arrebatado a la dictadura patriarcal que usurpó por siglos los orgasmos femeninos, condenando cualquier expresión de su existencia. El siglo XIX y su cientificismo dio a los encuentros sexuales una función eminentemente reproductiva, lo cual volvió innecesario el orgasmo. Si en la antigüedad el pensamiento común daba un gran valor al placer sexual, por su estrecha relación con el concepto de vida, el pensamiento conservador asignó roles a los sexos y, por ende, hizo del placer un asunto exclusivamente masculino.

Aún quedan resabios culturales que impiden a muchas mujeres pedir algún tipo de estimulación que les facilite alcanzar un orgasmo, por temor a "balconearse" sobre las experiencias previas, prejuicio parecido a no atreverse a exigir condón sólo para no parecer que se han tenido múltiples parejas sexuales.

Las mujeres, dichosas ellas y sus múltiples orgasmos, hacen de cada roce y caricia --el mentado preámbulo, tan rico como poco valorado-- parte del placer de la experiencia sexual: un todo que no culmina con el orgasmo, elemento que se vuelve uno más entre muchos. Por su parte, numerosos hombres todavía están sujetos a la dictadura del pene: toda sensación posible se concentra en el miembro y la penetración es la única manera de alcanzar el clímax; especie, ya verán, que poco a poco se irá extinguiendo.

El clítoris, discreto y sensible pedacito de carne perdido entre pliegues, se ha vuelto el centro de atención, el pase mágico al camino de los orgasmos femeninos, esa fiesta de contracciones que contagia, y puede ser más gratificante para el hombre que la misma eyaculación, digo, de lo que se trata es de compartir el placer.

Mientras que los hombres sólo pueden alcanzar un orgasmo y esperar para una nueva erección (periodo de resolución, le llaman en los textos médicos), las mujeres pueden prolongar la actividad más tiempo y alcanzar varios orgasmos seguidos. Este desfase en la respuesta sexual puede verse como un excelente pretexto para hacer diverso el encuentro, con la imaginación como único límite. Cada parte del cuerpo es un instrumento potencial que puede relevar con excelentes resultados al pene cuando la naturaleza masculina traiciona y aún quedan orgasmos por descubrir.
 
 

"Quedar orgasmeada"

A Jimena, el primer orgasmo le llegó en su tercer coito. "Las primeras dos ocasiones fue bien difícil, pues me dolía cuando me penetraba mi novio. Yo tenía 15 años y él 17. Después de la primera vez pensé: 'así que ya tuve un orgasmo... no es la gran cosa', pero luego, cuando ya hubo más confianza entre los dos y lo alcancé de verdad, supe que ahí estaba el chiste del sexo. No sé cómo explicarte; estaba sudando y de repente sentí caliente todo el cuerpo y una ansiedad, una tensión, que luego se transformó en una sensación como de romperme en pedacitos. Luego vino una somnolencia muy rica, eso que llamo quedar orgasmeada."

El orgasmo nos devuelve al instinto primario, a la búsqueda del placer como sensación individual. Pero, ¿y el otro? "Antes de eyacular siento que nada existe, nada más yo y las nalgas que estoy apretando", cuenta Omar. El orgasmo es egoísta, pues corta por un momento el nexo con la realidad. Según Nadia, "es el nirvana", espacio extático, bienestar absoluto, donde lo único que existe es uno mismo; "es borrarme de la realidad, cerrar los ojos, concentrarme en el calor que me sube por dentro, sentir cómo se me desborda y me provoca una risa incontenible.

Aunque, claro, hay una distinción entre el orgasmo producto del sexo casual y el que surge de una relación romántica. "Es más chido cuando lo haces con alguien a quien quieres, porque te da más confianza, por eso de las miraditas y las caricias", según Jimena. "Siempre es rico un orgasmo, te libera de una necesidad, pero es más placentero cuando conoces bien a la persona con quien lo haces, ¿no?", señala Armando, y acota: "a veces es bien excitante coger de rápido con un chavo a la salida del antro, pero también se antoja algo con más calma, más íntimo, más de conocerse".

Tras el orgasmo viene la calma, la resurrección después de la pequeña muerte, el regreso del nirvana, del egoísmo pleno a la compenetración con quien participó contigo de la aventura. "Cuando abro los ojos después de terminar y miró a quien está acostado junto a mí, me siento a gusto, como que hay algo que nos ha unido, aunque ya no vuelva a verlo", dice Nadia.

La intensidad de un orgasmo varía mucho, según un montón de factores fisiológicos y subjetivos: grado de excitación, duración de la estimulación o el jugueteo previo, el cansancio, las preocupaciones, el humor. "Hay veces en que es nomás un cosquilleo concentrado en el vientre, pero hay otras en que es toda una explosión que sacude el cuerpo entero", comenta Nadia. Para Omar, "coger es sinónimo de orgasmo, pero hay veces en que se sienten más profundos, como que se te vacían los huevos; mientras que otras apenas te escurre un chorrito de semen, sin fuerza, y la sensación es de desahogo, pero nada más".
 
 

Orgasmo protegido, orgasmo intensificado

Neta que sí. La mejor garantía de placer es la que surge de la protección. No sólo no aminora la intensidad del orgasmo, por el contrario, un condón es un punto a favor. "Orgasmos al máximo garantizados, así deberían decir en el empaque", comenta Jimena, "al menos a mí me ha ido mejor, porque ellos se tardan más en eyacular, lo que me da más tiempo para 'correrme' a gusto. Nadia complementa: "ya no es sólo que duren más, lo importante es que te dan la confianza de que no habrá sorpresas: embarazos o infecciones. Eso, créelo, hace la diferencia, porque te relaja y permite gozar ." "Cómo no, te vienes más a gusto, no hay temor al VIH/sida, y por ello las sensaciones están a flor de piel; te concentras en pasarla bien y eso hace que se sienta más chido", recomienda Armando.