México D.F. Jueves 21 de octubre de 2004
Adolfo Sánchez Rebolledo
Lumpenización de la política
El efecto más grave de la difusión de grabaciones clandestinas es la descomposición de la vida pública. Si la política se reduce a difundir a través de los medios actos privados sospechosos, sean ilícitos o no, es claro que no hay democracia que la resista. Pero en esas estamos: un hecho no es verosímil hasta que no aparece registrado en una grabación difundida con solemnidad por los noticiarios. La política deja de ser una actividad abierta, crítica, reconocible y juzgable y pasa a ser un conjunto de conductas subterráneas donde las intenciones secretas pesan más que los hechos públicos.
Esta creciente lumpenización de la política la reduce a caricatura de sí misma; enajena su funciones de mediación y representación, la somete a la trivialización maniquea y evita todo significado crítico o trascendente. ƑPara qué necesitamos campañas, partidos, programas, toda la complicada parafernalia de la democracia si la pugna por el poder corre paralela por el canal del desagüe? A nadie sorprende ya que los políticos se queden solos, repudiados por el sentido común de la mayoría destilado en décadas de corrupción y atraso autoritario. Hay gente a la cual nada le dicen las palabras de los demócratas. Revísense las encuestas sobre cultura cívica y se hallarán desagradables sorpresas: una visión fatalista e intolerante respecto al futuro, cierto desprecio por la legalidad y las instituciones. Nada extraña que los llamados "videoescándalos" sean el recurso de mayor eficacia para destruir a los adversarios sin necesidad de dar otras explicaciones. Una imagen vale más que mil palabras, reza la frase hecha.
Se nos pretende hacer creer que la difusión de estos materiales mejora la calidad de nuestra información, pero ésa es una petición de principio que no se cumple. En rigor, no se trata de periodismo de investigación, pues no se ofrecen a las potenciales audiencias informaciones contextualizadas, argumentos, el seguimiento crítico de las revelaciones. Nada de eso.
Se aceptan cintas de audio o video obtenidas ilegalmente, violando todas las disposiciones en la materia y luego se presentan como hechos incontrovertibles, como si la intimidad de las personas -de cualquier persona- no mereciera ningún respeto. Y todo, claro, en nombre de la libertad de expresión.
En teoría, la ley castiga el espionaje, pero en los hechos este delito queda impune. La razón es simple: quienes generalmente ordenan la realización de tales grabaciones tienen conexiones indelebles con quienes debían perseguirlos. O bien, se sirven de los extorsionadores en busca de provecho personal para ofrecer a la audiencia sus mejores producciones.
Ante las grabaciones, las autoridades exigen la "inmediata aplicación del estado de derecho", pero en vez de investigar a los autores del delito aprovechan la evidencia para golpear a sus adversarios. Es incuestionable que la lucha por el poder ahora discurre por las cloacas de la sociedad, contaminando los gestos de los personajes públicos y la actividad de las instituciones.
El asunto es grave. Alienta el desencanto por el juego limpio y la competencia sujeta a normas. Pero en estos tiempos es imposible usar los medios de la delincuencia sin someterse a ellos. No es posible que se defienda la legalidad si la política se reduce a mostrar las miserias secretas de los demás mediante recursos ilícitos. Es difícil creer en la justicia si el único proceso creíble es el que se produce en una cabina de radio o televisión.
ƑDónde está la ley? ƑDónde está la democracia?
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