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México D.F. Lunes 11 de octubre de 2004

Rolando Cordera Campos

La vejez prematura

Todo desemboca en el 2006. No se ve antes ni después de esa fecha, como si el tiempo pudiera ponerse a levitar, pero para el público, llamado antes sociedad civil, el tiempo sí transcurre conforme a las horas del reloj, cargado de dificultades y tristezas, desazón y desempleo, y el resultado es una disonancia mayor que se convierte en tedio y hartazgo de tanta palabrería y desatinos políticos.

Con las horas el escenario se descompone sin cesar, y esta semana llegó al subsuelo más ominoso de la temporada. Sin la menor consideración para lo que en verdad está en juego para su partido, para el sistema político, para el país, las bandas que ostentan la mayoría en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal tomaron la Cámara de Diputados, ocuparon su presidencia y exigieron un diálogo imposible. En defensa de su ciudad, frente a un atraco cometieron otro, mayor si cabe. Y la ronda siguió para vergüenza y desdoro de la izquierda.

Leonel Godoy, dirigente nacional de los perredistas; el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Andrés Manuel López Obrador, y el coordinador de la fracción del Partido de la Revolución Democrática en la Cámara no avalan pero tampoco condenan a la horda, y el primero se atrevió inclusive a "justificar" el abuso de quienes no debían ser sus correligionarios, si de revolución democrática se tratase. De bumerangs o harakiris se canta hoy en el PRD.

Como cascada, los magos de la imagen dejaron caer su juicio instantáneo y los cazafantasmas populistas pusieron en alto la guillotina. La consigna universal: acabar con el espectro del populismo es tarea patria, y debe empezar con la defenestración de su protagonista estrella, dispuesto, como siempre, a alimentar las llamas de la indignación democrática con otro de sus desplantes previsibles.

Mientras diputados y partidos juegan loditos, el verdadero poder sustituto del presidencialismo consagra la república tributaria. Háganle como quieran, adivirtió el presidente saliente de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión, pero en tierra de analfabetos la dueña del balón es la televisión y no habrá paso atrás en los subsidios. Sólo le faltó pedir el destierro de Raúl Trejo o Javier Corral, auténticos paladines de una política racional y democrática para los medios. Sin inmutarse, Mendoza, de Tv Azteca, llamó a la carga contra los reformistas y puso a la ciudadanía bajo custodia...de los concesionarios.

Hasta aquí los hechos del aquelarre semanal. Es claro que la discusión reflexiva sobre el tema sustantivo, usado como pretexto para la intentona contra el Distrito Federal, se pospondrá sin fecha de término. Como ocurrirá con el de los medios.

La descentralización educativa no es sólo cosa de dineros, de más o menos, aunque ahí está hoy el huevo de la serpiente disfrazado de justicia federalista, sino de contenidos educativos, de atención a los estudiantes, de organización del trabajo magisterial y de participación efectiva de los padres de familia en el proceso pedagógico.

Nada de esto se ha abordado. Tampoco se ha esclarecido el fondo del reparto federal ni el porqué se decidió transferir a los estados el gasto y la responsabilidad de la educación básica, pero ninguna atribución sustantiva, mucho menos sobre el peliagudo asunto de un sindicato que se descentraliza en todo, salvo en lo tocante a los métodos educativos, las responsabilidades específicas de los maestros, la cuestión salarial, que se decide en el centro, aunque luego los gobernadores tengan que cargar los saldos insolutos de la negociación.

Nada de lo anterior parece importarle a nadie. Tal vez sea por esta premura para alcanzar el nirvana de la ignorancia pública, que ahora nos veamos obligados a oír de políticos, funcionarios y analistas, grotescos galimatías fiscales sustentados no en hipótesis para la discusión, sino en verdades a medias o mentiras groseras, como eso de que el "Distrito Federal no pone nada para la educación y nosotros, regios, apaches, mexiquenses, gastamos la mayor parte de nuestro presupuesto en ella".

El desvanecimiento de los grupos dirigentes está a la vista, y se expresa en su aceptación festiva del calificativo "clase política". Si algo porta la democracia como mensaje histórico es la igualación ante la ley y las urnas, así como la posibilidad de la igualdad social, sexual, de derechos de todo tipo. Pero para los políticos de la democracia en pañales lo que vale es ser una "nueva clase", y el presidente Vicente Fox los bautiza así el primero de septiembre, para luego culparlos hasta del exceso de lluvia.

Si los problemas sociales que encara el país no fueran tan graves, este desvarío sería anecdótico. Pero estrenar, para de inmediato perder en un delirio oligárquico a los mexicanos decididos a hacer de la política una profesión y vocación, no es pérdida menor.

Quedarse sin grupos dirigentes cuesta mucho. Alguien tiene que ocuparse de las tareas de decidir por los demás en aras del interés general, ejercer el poder constituido e impedir que los excéntricos inevitables quieran quedarse con él por la vía del hecho consumado o de plano del golpe perversamente calculado. Y los más diestros y avezados en esto de cambiar regímenes a la fuerza no son precisamente los populistas.

Esta no puede ser la perspectiva mexicana para el siglo XXI. Al despuntar el milenio, México había encontrado un nuevo curso de relación con el mundo y de convivencia interna. Faltaba el crecimiento económico, pero casi todos confiaban en que con los nuevos arreglos y la democracia pronto vendría la expansión productiva y hasta una redistribución durable.

No ha sido así y lo que tenemos es una ronda nefasta de pugnas por el poder sin cauce ni horizonte, ni referentes históricos que vayan más allá de los corridos o de los generales providenciales. Y burdos aspirantes a Big Brother.

Llegó el tiempo de virar o de echar al mar las lanchas. Veremos pronto de qué está hecha esta presuntuosa tribu de demócratas, quienes sin más se han presentado ante sus iguales como clase elegida. Se trata, en realidad, de un caso paradigmático de envejecimiento prematuro. Esperemos que no de demencia senil precoz.

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