LETRA S
Octubre 7 de 2004
______
 
 
 
ls-adictos Adictos a los antros... y al sexo

El baile siempre ha estado ligado al sexo y al flirteo, por eso ha sido sujeto de reglamentación en el pasado. Pero en ninguna otra época como en la actual, la posibilidad de pasar del meneo candencioso al jadeo sexual ha estado tan presente. Las discotecas se han convertido en los espacios idóneos para el ligue y, eventualmente, para el sexo. Una de las principales motivaciones de acudir a las discos es precisamente esa. El sexo y la disco están muy ligados, al grado de que se puede desarrollar adicción a ambas cosas

Por Óscar Salvador

Cada fin de semana Laura inicia su ritual más ansiado: arreglarse para ir a la discoteca, donde además de música y baile, también encuentra sexo. Ella sabe que no bastará con el embriagador aroma de su perfume para atraer a la presa de esa noche, por medio de ropa ceñida a sus senos y caderas insinúa su deseo de acostarse con alguien, de preferencia con un desconocido.

Ése es el reto desde la noche del viernes hasta la mañana del domingo. Para Laura, como para miles de jóvenes de su edad, acudir a la disco se convierte en una excitante aventura que promete el encuentro no ya del amor de su vida sino de la experiencia límite que narrarle a las amigas o los amigos al día siguiente.

El baile provocativo es la principal herramienta de Laura para la conquista amorosa, aunque también reconoce que se mueve para sí misma, pues ligarse a alguien es corroborar, sobre todo, las capacidades del propio cuerpo de ser deseado.

En una popular discoteca de la Zona Rosa, atiborrada de jóvenes veinteañeros y algunos hasta más jóvenes, la desinhibida Laura nos cuenta de sus motivaciones para acudir de manera casi religiosa a las discos. No todos van a las discotecas con el mismo propósito de Laura, algunos se conforman con sólo bailar, divertirse con los amigos, tomar y pasar un buen rato. Para Laura esto va más allá, pues relaciona íntimamente el ambiente de las discos con la obtención de sexo fácil.
 
 

La apropiación de los lugares

A las discotecas no se va a conversar. El constante parpadeo de las luces intermitentes y la estridente música de alto volumen, dificulta la comunicación hablada entre los asistentes; para interactuar y conocer a una persona se requiere del lenguaje corporal, de los mensajes cifrados de la vestimenta y de los guiños de la mirada, las palabras son secundarias en estos lugares. Además, el consumo de bebidas alcohólicas favorece la desinhibición y los contactos corporales.

La maestra Maritza Urteaga, antropóloga especializada en el comportamiento juvenil, explica a Letra S que los antros y las discotecas se han convertido desde tiempo atrás en los principales centros de socialización de las y los jóvenes. Por eso es tan común que algunas chavas y algunos chavos se vuelvan adictos a esos centros de baile, donde también se da el cortejo, la posibilidad de seducir al otro o a la otra por medio de estrategias bien planeadas.

El relato de Laura parece confirmar esa aseveración: "A mí me encanta verme al espejo todo el tiempo. Cuido hasta el más mínimo detalle de mi aspecto porque como dicen el deseo entra por la mirada. Y bueno qué mejor que una disco para conseguir a alguien, ahí es difícil que todo mundo se dé cuenta de tu vida y te califique de chica fácil o puta."

Aunque los hombres también comparten esa obsesión de las mujeres por la apariencia física, se valen de otras artimañas para llamar la atención, como narra Carlos:

"Cuando tú llegas a una disco siempre tienes presente las ganas de ligarte a las chavas, lo que no resulta tan sencillo. Entre tantos cabrones juntos, tienes que llamar su atención de alguna manera: exagerar tus movimientos, bailar muy acá, investigar qué están tomando para enviarles una copa. Después ya puedes abordarlas, bailar con ellas y repegárteles poco a poquito. ¿Coger con ellas? ¡Uy, eso todavía está más cañón! Yo sí creo que la mayoría de las mujeres se dan su lugar, pero eso también puede hartarte, pues porque luego andas bien caliente y nada de nada."

Los antros, además, tienen otro significado para las y los jóvenes. Se trata de espacios libres de la vigilancia adulta, lugares donde los límites al comportamiento propio se los fija cada quien. No todo está permitido obviamente, pero se asume la capacidad personal de afrontar riesgos o peligros. Eso es lo que explica que los jóvenes discotequeros lleguen hasta apropiarse temporalmente de algunos lugares con los que se identifican por su ambiente, su seguridad o su permisividad. A algunos jóvenes gay por ejemplo, se les llega a clasificar por el antro de su preferencia.
 
 

Una adicción que no se ve

Laura tiene 21 años de edad y desde hace más de un año, no perdona las discotecas en viernes, sábados y hasta domingos. Sus padres siempre le dan permiso de salir, ya sea sola o con "la bola de amigos".

"Fue como a los tres meses cuando me di cuenta que podía conseguir sexo en la disco. Sólo una vez lo he hecho ahí, en el baño de mujeres. Fue un rapidín que la verdad no disfruté mucho, pues no me protegí y creo que hasta el chavo no me atraía demasiado, pero soy tan aventada, que lo hice y ya. Ahora sí me protejo, pues no quisiera embarazarme, aunque tengo que aceptar que en varias ocasiones no usé condón; ya sabes, la calentura te gana y te vale madres todo."

Algunos terapeutas sexuales podrían calificar el comportamiento de Laura como adicción o compulsión al sexo, manifestada por un número excesivo de relaciones sexuales con múltiples parejas, lo que indicaría serias carencias afectivas. La mayoría de las veces este comportamiento no lo notan el adicto al sexo ni las personas con quienes se relaciona cotidianamente.

Pero el tener mucho sexo no siempre implica una adicción, sino más bien una búsqueda constante de reconocimiento. Las y los especialistas en sexualidad ven esa práctica como un síntoma de la ansiedad que la persona experimenta al no saberse relacionar con otras, al padecer inseguridad afectiva o no asumir su identidad sexual.

La terapeuta sexual Josefina Flores González, sostiene que las personas adictas sexuales experimentan mucho placer, pero "jamás lograrán llenar aquel vacío en su vida, porque éste no necesariamente se refiere a su sexualidad, sino que tiene que ver con algún conflicto personal interno".

Una de las características de la adicción al sexo es tener encuentros con desconocidos, convirtiéndose los antros en punto clave para satisfacer esa obsesión. Ser adicto o adicta a la disco puede implicar entonces que no es el espacio lo que motiva a la gente a presentarse cada fin de semana, sino más bien la posibilidad de encontrar sexo sin mayor problema o compromiso.

La adicción al sexo puede ser tratada. Cuando el individuo acepta que algo anda mal con sus relaciones sexoafectivas, bastan las terapias sicológicas y sexuales; si el problema se presenta en personas maniaco-depresivas, entonces es necesaria la atención siquiátrica, señala Flores González.

Laura, ¿cómo te sientes después de que tienes sexo con un desconocido?

Bien o mal, no importa...
 
 

La barra libre

Pasada la media noche, el olor a cigarro y la temperatura ambiental elevada hace aflorar gotitas de sudor en la frente de los asistentes. Una tonada de moda, identificada al instante, provoca movimientos sensuales de hombres y mujeres que esta noche sólo piensan en divertirse. La oscuridad que adorna el espacio, y el roce de los sudorosos cuerpos invitan al ligue, al faje.

En un rincón casi escondido, una chica y un chico se abrazan desesperadamente. Ella luce "pasada de copas", sin embargo no deja que su acompañante la toque por debajo de la cintura, aunque de repente la mano escurridiza de él toca los senos juveniles, el cuerpo todo, y la interacción se hace cada vez más intensa.

En una reunión de amigos y amigas, la mesera obliga a una cumpleañera adolescente a beber "de un jalón" una caguama. El líquido transparente se escurre por las comisuras de los labios de la chica, quien reclama gritando "¡güey, ya me siento re mal, ya vámonos!".

En esa discoteca, el límite en la bebida lo impone la capacidad de los bolsillos de los concurrentes, o la hora de cierre del lugar. En los antros, consumir bebidas alcohólicas en exceso tiene sus riesgos: perder por un momento la memoria y el control sobre el propio comportamiento podría llevar a prácticas sexuales desprotegidas.

El temor y la desconfianza de muchos adultos hacia el comportamiento de sus hijas e hijos los lleva a inclinarse por la prohibición, la moralización de las conductas, la inducción del miedo en los chavos para que no asistan a los antros, para que no beban, no fumen, no tengan sexo.

Para José Aguilar Gil, coordinador de Red Democracia y Sexualidad (Demysex) el principal error de la sociedad es moralizar el consumo de alcohol y otras drogas relacionándolo con el sexo.

"Todos sabemos que consumir moderadamente bebidas alcohólicas relaja, excita. En exceso, puede deprimir y generar sentimientos de culpa por no recordar que se hizo durante la borrachera. Insistir que los jóvenes se abstengan de todo eso no es la solución. Aquí lo válido sería que se promoviera mayor información sobre el consumo responsable, y se deje de combinar de manera negativa el sexo con el alcohol, porque estas dos categorías no se pueden analizar a la vez."

Por estas razones, es difícil implementar en las discotecas campañas preventivas, pues aunque la posibilidad de encontrar sexo es muy grande, las chavas y los chavos asisten a un rompimiento de la rutina, sobre todo la escolar; lo que menos desean es seguir aprendiendo cosas que ya saben, "pues tenemos que empezar a entender que las generaciones actuales están más informadas que las anteriores", argumenta la maestra Urteaga.

"Se debe pugnar para que las y los jóvenes dejen de depositar la responsabilidad de su vida sexual en los adultos, quienes son culpables de esta consecuencia al moralizar la conducta de los chavos en las discos. El discurso prohibicionista no funciona; lo que sí sirve, es el intento por comprender y aceptar las nuevas formas de convivencia entre los jóvenes, quienes además saben separar el sexo del amor", recomienda la antropóloga.