LETRA S
Octubre 7 de 2004
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Editorial

La política seguida por el gobierno mexicano para contener la epidemia del VIH/sida se ha quedado coja. En la presente administración foxista, el presupuesto destinado a la compra de medicamentos para tratar el sida ha conocido incrementos importantes, al grado de que en el 2003 se logró cubrir a todas las personas sin seguridad social que los requirieron. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con los recursos destinados a prevenir nuevas infecciones por VIH, que se han quedado estancados. Contra todas las recomendaciones de los organismos internacionales, el gobierno de México sólo se ha ocupado de uno de los componentes de la estrategia contra la epidemia: la atención a las personas damnificadas, dejando del lado el otro componente: la prevención de nuevos casos. La estrategia elegida por las autoridades de Salud cojea notoriamente por el lado de la prevención.

En su Presupuesto de Egresos, el gobierno del presidente Fox solicita la ridícula suma de tres millones de pesos para prevenir la propagación del VIH en el 2005. ¿De verdad se piensa alcanzar las metas fijadas en el Programa de Acción contra el Sida 2000-2006 con recursos tan limitados? ¿De qué sirve diseñar programas de acción tan avanzados si no se les va a dotar de los recursos necesarios para cumplirlos?

Es verdad que la cobija presupuestal no alcanza a cubrir todas las necesidades del país, pero en este caso más que un problema de escasez de fondos públicos se trata de un asunto de prioridades. La cantidad de recursos requerida para la prevención del VIH es tan baja que representaría un pellizco menor al uno por ciento en los presupuestos de Hacienda, la Defensa o Banobras.

Es de esperar que los diputados, a diferencia del gobierno federal, sí tengan la sensibilidad necesaria para reasignar suficientes fondos a la atención y la prevención del VIH/sida. Garantizar el acceso a los tratamientos es tan importante como el prevenir nuevas infecciones.