Editorial
La política seguida por el gobierno mexicano
para contener la epidemia del VIH/sida se ha quedado coja. En la presente
administración foxista, el presupuesto destinado a la compra de
medicamentos para tratar el sida ha conocido incrementos importantes, al
grado de que en el 2003 se logró cubrir a todas las personas sin
seguridad social que los requirieron. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo
con los recursos destinados a prevenir nuevas infecciones por VIH, que
se han quedado estancados. Contra todas las recomendaciones de los organismos
internacionales, el gobierno de México sólo se ha ocupado
de uno de los componentes de la estrategia contra la epidemia: la atención
a las personas damnificadas, dejando del lado el otro componente: la prevención
de nuevos casos. La estrategia elegida por las autoridades de Salud cojea
notoriamente por el lado de la prevención.
En su Presupuesto de Egresos, el gobierno del presidente
Fox solicita la ridícula suma de tres millones de pesos para prevenir
la propagación del VIH en el 2005. ¿De verdad se piensa alcanzar
las metas fijadas en el Programa de Acción contra el Sida 2000-2006
con recursos tan limitados? ¿De qué sirve diseñar
programas de acción tan avanzados si no se les va a dotar de los
recursos necesarios para cumplirlos?
Es verdad que la cobija presupuestal no alcanza a cubrir
todas las necesidades del país, pero en este caso más que
un problema de escasez de fondos públicos se trata de un asunto
de prioridades. La cantidad de recursos requerida para la prevención
del VIH es tan baja que representaría un pellizco menor al uno por
ciento en los presupuestos de Hacienda, la Defensa o Banobras.
Es de esperar que los diputados, a diferencia del gobierno
federal, sí tengan la sensibilidad necesaria para reasignar suficientes
fondos a la atención y la prevención del VIH/sida. Garantizar
el acceso a los tratamientos es tan importante como el prevenir nuevas
infecciones. |