Crónica
Sero
Por Joaquín Hurtado
A la memoria de Felipe Rodríguez, valiente guerrero
Podré perdonar, pero nunca olvidaré.
De pronto me da lástima cuando lo veo, don Jorge, en esa foto en
el periódico de hoy, que revela mucho más de lo que usted
quisiera mostrar. No puedo ocultar mi gusto al verlo enredado en su maraña
de fraudes. ¿Cómo olvidar su boca vociferante en la televisión
de los años noventa, amenazando con leer en cadena nacional los
nombres y apellidos de los activistas con sida, en un acto de la más
depurada vileza?
Tengo tan presente cuando sufríamos los enfrentamientos
a golpes con sus chiquillos fanáticos en las afueras de teatros,
clínicas, conferencias, aquí en Monterrey y en muchas otras
plazas. Fui guardándole una repulsa que me pudrió el alma.
Lo odié más que a mi propio virus. El sentimiento de impotencia
es mal consejero del seso. A las mentadas de madre siguieron burlas personales.
Y hasta amenazas telefónicas de su comité de terroristas
nos llegaron a casa. A mi pequeño hijo Isaac le tocó atender
una que otra llamada anónima de sus peligrosos maniáticos.
La única vez que nos saludamos fue en un auditorio
del municipio de San Pedro, aquí en Nuevo León. De hecho
nos dimos la mano porque don Eusebio Rubio, todo un caballero, nos presentó
en el lobby. "¿Cómo puedes tolerar y dejar pasar tantas y
tan peligrosas aseveraciones de Serrano Limón en torno a la sexualidad?",
le reclamé al buen Eusebio. El me dijo: "Ese hombre está
equivocado, pero tiene todo el derecho a hablar." Pero Savater me dice:
"lo único intolerable es la intolerancia". ¿Qué hacer
ante el neofascismo vestido con propaganda de apoyo a los no-natos?
Sobrevivir a mis incontrolables fobias fue una gran lección.
Detesto casi irracionalmente cuanto huela a oscurantismo, sin embargo preferí
el camino de la confrontación civilizada. Éste exige más
de uno, pero nos deja más recompensas. Una minoría de activistas
educados en las ideas progresistas hemos enfrentado por décadas
a los grupúsculos de perfil ultraconservador en distintas arenas.
La cancha es vasta en la provincia de un país semianalfabeta y homofóbico.
Las fuerzas en choque son desproporcionadas: ustedes, siempre lo supimos,
reciben fuertes apoyos económicos de empresarios ultramontanos y
de cómplices funcionarios de gobiernos de diferente color.
Las pugnas argumentales les han servido de mucho: en los
debates, a veces feroces, su grupo casi siempre perdía en el terreno
discursivo, pero ganaba en lo oscurito. Paradójicamente, contra
toda lógica, sus chequeras duplicaban los fondos. Los mecenas soltaban
los caudales con tal de contener la amenaza de los "maricas, feministas
y sidosos que quieren imponer sus perversiones a nuestros hijos".
Intuía que con la llegada de los panistas a la
grande ustedes saldrían bastante favorecidos. No me equivoqué.
Pero nunca me hubiera imaginado que esa misma fuente inagotable de billetes
e influencias los hundiera como hoy lo presenciamos. No olvido ni perdono.
Mucho le debe usted a los miles de muertos por sida en este país.
Lo menos que espero es que se haga justicia. Le deseo muy mala suerte,
don Jorge. |