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México D.F. Lunes 4 de octubre de 2004
Alerta Mariano Ramos
Está en peligro el legendario Rancho del Charro
LUMBRERA CHICO
Y luego todavía hay lectores aficionados a los toros y a esta página que se indignan por el boicot informativo acerca de lo que pasa en la Monumental Plaza Muerta (antes México), como si lo que allí ocurre tuviera la menor seriedad. Ayer, para no ir más lejos en el tiempo, se llevó a cabo la quinta función de la temporada chica, pero tanto en los carteles colgados fuera del redondo edificio, como en la portada del programa de mano que dirige Alfredo Flórez y -lo que ya es el colmo- en las voces de los locutores radiales, se "informó" sin pudor que era la cuarta novillada de 2004.
Amenazada por los negros nubarrones de principio del otoño, la tarde supo crecerse al castigo y rompió con bravura para regalarnos el espectáculo de un cielo intensamente azul, que fue barrido y lavado por la traviesa furia del viento. Desde la fonda, situada entre la birriería del Paisa y los tacos de don Enrique, donde los amigos nos reunimos a celebrar el ritual de los domingos, no se escuchaban sino los gritos enloquecidos de un locutor de radio, que inventaba con gran imaginación los excelsos muletazos, los sublimes pares de banderillas y las dramáticas suertes de capa que adentro, allá abajo, en el redondel y en los tendidos vacíos, únicamente provocaban un mortuorio silencio.
Lo inquietante
En esas estábamos cuando alguien recordó un hecho inquietante. De acuerdo con el grandísimo matador Mariano Ramos, el legendario coso del Rancho del Charro está en peligro de desaparecer. En su lugar, empresarios voraces desean construir un amplio centro comercial y para ello están dispuestos a desconocer el convenio, pactado a 30 años, mediante el cual ese hermoso lienzo, apto para el cultivo del jaripeo y el gozo de las taurinas pachangas, quedó en manos de sus actuales administradores.
He allí el espejo de lo que, más temprano que tarde, podría sucederle a la Monumental Plaza Muerta: ser sustituida por una torre "inteligente" de oficinas, un conjunto de condominios o un módulo de tiendas de ropa, restaurantes y salas de cine, como si todo eso no abundara en la gran ciudad. Pero dado que la plaza de toros más grande del mundo carece absolutamente de importancia artística, y ya que la fiesta brava se ha reducido a una mera nostalgia cultural, es harto probable que placitas encantadoras como el Rancho del Charro sucumban sin mayores obstáculos a los nuevos apetitos comerciales.
A lo largo de la batalla contra el nefasto cacicazgo de Rafael Herrerías, que emprendieron en los años recientes unas cuantas plumas independientes y a veces el Gobierno del Distrito Federal, la afición prefirió mantenerse al margen de la contienda, sin hacerse oír, sin comprometerse en modo alguno en favor de una salida positiva al conflicto.
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