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México D.F. Domingo 3 de octubre de 2004
¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Celeste y plata
La poesía taurina de Federico Garibay Anaya
EL INOLVIDABLE ESCRITOR Federico Garibay Anaya
(Guadalajara, Jalisco, 1953-1997) incursionó también en la
poesía taurina -hace años sin hazañas que la inspiren-,
dejando una abundante producción a la espera de editor.
ARTISTA DE CUERPO entero, cuando Federico Garibay
subía a un escenario a decir sus poemas o los de Lorca, Ramón
Cué o Manuel Benítez Carrasco, del que por cierto se sabía
todos de memoria, su personalidad meditabunda y añorante sufría
una increíble transformación, y de aquel espíritu
apacible brotaban un temperamento apasionado, una voz espléndida
y un histrionismo preciso para insuflar de insólita vida cada verso.
ENTRE
LAS OBRAS más emotivas de Garibay Anaya está Celeste
y plata, "lírica faena que brindó a toda la peonería
mexicana", el cual a más de un aficionado hace llorar y que tal
vez a algún lector pueda acompañar en el interminable, íntimo
diálogo consigo mismo.
SIN CABIDA EN el siempre rezagado Diccionario de
la Real Academia Española, la más de la jerga taurina, junto
con la jerigonza gitano-andaluza, considerada "lenguaje de mal gusto, complicado
y difícil de entender", posee una gran riqueza. Así, pela
es dinero; esaborío, sin sabor o de mal sabor; pasta, dinero rápido,
y barbas, un toro muy serio. Los términos empleados en este poema
que sí vienen en el mamotreto, como con toda razón lo calificara
Nikito Nipongo, son: Chanelar, entender; menda, yo; chalado, alelado, falto
de seso; majareta, ido, y cañí o de raza gitana. Escribió
Garibay:
"SI TU SUPIERAS, chaval,/ lo buen torero que fui,/
ni me trataras tan mal/ ni me gritaras así./ Tú me miras
de soslayo/ con actitud altanera,/ más que si fueras El Gallo/
o Lagartijo o El Guerra./ Guárdate tus reprimendas/
y no te engrían tus pelas,/ que de toros no chanelas/ lo que chanela
mi menda./ Yo también comí del toro/ en mi juventud lejana,/
enfundado en terno grana/ con guarniciones de oro./
"PERO UN PITACO certero/ me partió la femoral./
Después... ya na fue igual,/ ni ilusiones ni dinero./ Aquel recuerdo
me mata/ por triste y esaborío,/ pero yo tengo mi casta, mi enjundia
y mi señorío,/ y soy torero de entrega,/ ya sin muletas ni
estoques,/ pero sí con palitroques y con capotes de brega./
"ES VERDAD: PERDI mi pasta/ y mi cartel de tronío,/
pero aún me quedan bríos/ pa salirle a cualquier barbas,/
y colocarle en lo alto/ -escucha tú, que tanto hablas-/ por los
terrenos de adentro,/ un par soberbio en las tablas./ Dios quiera que nunca
sepas,/ chavalillo presumido,/ lo que es un pitón hundido/ en tu
carne hasta la cepa./
"¿QUE ESTOY LLORANDO? ¡Ya sé!/
¿Y por qué voy a negarlo?/ Pero ¡hombre!, escucha muy
bien/ lo que yo te estoy hablando:/ No es que te vuelva la espalda/ por
chalao ni majareta./ ¡Es que quiero que te enteres/ que entoavía
peino coleta!/ Y lloro porque me acuerdo/ que pude ser y no fui/ un primate
del toreo,/ sol de mi raza cañí.../ Y porque sólo
me queda/ una espá que ya no mata,/ un pitillo, dos monedas.../
¡y un terno celeste y plata!
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