México D.F. Lunes 27 de septiembre de 2004
ENTREVISTA/MANUEL CAMACHO SOLIS, DIPUTADO
FEDERAL DEL PRD
Reforma del Estado o anarquía, el dilema
LA META: UN GOBIERNO QUE FUNCIONE CONTROLADO POR LA SOCIEDAD
Lograr un acuerdo que permita construir la gobernabilidad
en 2006, advierte el político perredista, es condición indispensable
para evitar que resurja la tentación del ejercicio autoritario del
poder y conjurar el riesgo de una violenta lucha de facciones
ENRIQUE MENDEZ Y ROBERTO GARDUÑO
La
Cámara de Diputados emprenderá hoy, con el respaldo del Instituto
de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, un amplio debate entre
actores políticos de distinto signo partidista que puede ser el
último intento para lograr un acuerdo que permita aprobar la reforma
del Estado que, expresó el diputado Manuel Camacho Solís,
construya la gobernabilidad que requerirá quien sea el próximo
presidente de la República en 2006.
En entrevista con La Jornada, Camacho Solís
alertó que el riesgo de no lograr bases mínimas para dicha
gobernabilidad es que resurja la tentación del ejercicio autoritario
del poder, o bien una lucha entre facciones por el control del poder y
un Estado policiaco, paramilitar. Para el legislador perredista, las elecciones
recientes en Oaxaca y Veracruz anticipan una competencia muy cerrada en
2006 y, por tanto, la legitimidad de los comicios presidenciales es imprescindible.
"Con unos márgenes de diferencia reducidos será
muy difícil gobernar si no hacemos reformas mayores a la relación
entre los poderes, para facilitar que existan mayorías", planteó.
Durante la conversación -en el marco de las audiencias
públicas Gobernabilidad democrática: ¿Qué reforma?,
que se inician hoy- Camacho Solís resaltó que todos los actores
se encuentran en un círculo vicioso en el cual todos convienen en
la necesidad urgente de las reformas, pero los obstáculos, inercias
y resistencias se mantienen.
"A una propuesta de reforma de inmediato se generan anticuerpos,
ya sea por los intereses de los partidos o de quienes se benefician de
ese estado de cosas. Tenemos que romper el círculo vicioso, hay
nuevos hechos, como la tensión generada por el desafuero de Andrés
Manuel López Obrador, que hacen más necesaria la reforma;
la manera de romperlo es con la participación de otras fuerzas en
un debate de fondo sobre la gobernabilidad".
-Incluso involucrando a las fuerzas que se oponen.
-No sólo eso: necesariamente tomarlas en cuenta.
No habrá reforma sin el PRI, por ejemplo, ni sin los medios de comunicación.
Entonces hay que darles el lugar que tienen y ese paso permitirá
no lastimar a las otras partes ni generar su resistencia.
A diferencia de las anteriores reformas electorales, que
permitieron consolidar la transparencia, la democracia y la equidad, el
reto actual es la gobernabilidad.
"No la tenemos porque no hicimos los cambios que necesitaba
el país a principios de esta administración en el orden político;
es decir, no se hizo la reforma del Estado, no hay nuevo equilibrio de
régimen. Y hacemos la reforma ahora o simplemente imaginemos lo
que será el país con inconformidad social, disputa sobre
la legalidad, exclusión, elecciones ganadas por unos cuantos pocos
votos, imposibilidad de gobernar porque no habrá mayorías
y con un ambiente de confrontación. Es el peor escenario político.
-¿Cuál sería la garantía de
que, efectivamente, esta reforma no se quede sólo en el papel?
-El cambio de la ley. Estaríamos ante una obligación,
no ante un acuerdo de intenciones. Debemos darnos el tiempo y la oportunidad,
así sea por un tiempo muy breve, porque ya no hay mucho tiempo que
perder, para reflexionar sobre las dificultades a partir de 2000, para
gobernar el país. Hoy no necesitamos acabar con el poder del Presidente,
sino construir un gobierno que funcione y esté controlado por la
sociedad.
El resto es, explicó, construir la relación
entre los poderes, determinar la influencia del aparato electoral en el
sistema de partidos y cómo rediseñar el gobierno para que
responda a las necesidades ciudadanas, "porque en el fondo tenemos un problema
de un mandato democrático que no está en condiciones de ser
cumplido".
-Esta reforma que se propone ¿es federalista?
-El tema federal es fundamental, porque ya hubo una convención
hacendaria y nadie pensó en lo político. No puede ser una
reforma sin que participen los estados, si no hay equilibrio entre los
gobernadores y sus poderes judiciales, sin transparencia, sin separación
de poderes efectiva. Entonces necesitamos también reformar el federalismo
y su parte política; si no lo hacemos, tendremos una balcanización
del poder y una reproducción de los vicios del sistema autoritario
en las regiones del país.
"Hay que democratizar los gobiernos estatal y municipal.
No generalizo; hay muchos estados donde hay más democracia que en
otros, pero tenemos que ir en esa dirección".
-¿Cómo convencer a los grupos en el poder
que se oponen a los cambios?
-Cada quien debe hacer su evaluación puramente
utilitaria: si les alcanzará el capital político para gobernar
o no, y no le alcanzará a nadie si no cambiamos las instituciones.
El interés más egoísta: si alguien quiere ser Presidente,
más vale que piense cómo arreglamos esto, porque si no no
podrá gobernar.
"Ya no pensemos en los demás, pensemos en el propio
gobernante. Si alguien cree que con una situación como la que vivimos,
sin reformas, podrá gobernar seis años con apoyo social,
será muy complicado, realmente difícil que ocurra. En parte
hay que reconocer que no sólo es un problema de hombres o de liderazgos,
sino de circunstancias política inéditas e imprevistas, y
que se buscó utilizar el viejo aparato para proteger ciertos intereses,
con el desenlace que ni el gobierno gana eleccio-nes ni la oposición
logra consolidar su papel.
"Entonces estamos, simplemente, en una división
de botines políticos, en una lucha de intereses y en una defensa
de parcelas, alejándonos cada vez más de los reclamos de
la sociedad.
-Estas parcelas tienen que ver con el poder económico.
¿Cuál es el mensaje?
-El poder económico debe escoger entre regresar
15 años la historia del país y apostar a la exclusión,
a elecciones controvertidas, cuestionadas, al debilitamiento de la legitimidad
o a un nuevo arreglo que permita establecer equilibrios.
"Es mucho mejor apuesta para los empresarios, sobre todo
para los inteligentes, apostar a fortalecer el estado de derecho y la democracia,
y no regresar a periodos en los cuales estaría de por medio no sólo
que haya crecimiento o no; que haya leyes o no, y que ninguna empresa pueda
funcionar en una situación así, sino que además estaría
de por medio la estabilidad política y social del país. El
dilema es: queremos democracia efectiva con reformas o apostamos a no reformar
y a la anarquía, al autoritarismo creciente."
-La convivencia actual es excluyente...
-Tenemos que cambiar la visión. Si vamos a una
política excluyente para qué nos preocupamos por dialogar
o hacer reformas. Entonces lo que habría que fortalecer serían
los aparatos de policía, de espionaje, y al rato los grupos paramilitares,
lo cual es el riesgo fundamental, y en eso vamos a terminar.
-En este panorama de riesgo, ¿ve el resurgimiento
de la tentación de una elección de Estado en 2006?
-Sería peor: una elección de aparatos, ni
siquiera de Estado, porque en ésta por lo menos hay coordinación,
y una elección de aparatos es una degradación de lo que teníamos.
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