México D.F. Domingo 26 de septiembre de 2004
MAR DE HISTORIAS
Círculos del infierno
Cristina Pacheco
El recibidor de Star Enterprises está decorado con nuestro organigrama. A simple vista parece una carta astral. Las personas que vienen por vez primera lo observan, mientras esperan el elevador, procurando descubrir el significado de las letras y los números. Nunca lo consiguen.
A mí me tomó semanas entender el organigrama. Cada uno de sus cuatro círculos corresponde a un piso. En el primero están oficialía de partes, vigilancia y recepción; en el cuarto, los jefes. El segundo y el tercero los ocupamos nosotras, las trabajadoras.
Las letras y los números en el organigrama corresponden a nuestras iniciales y al registro individual. Como me llamo Margarita Rocha Téllez y entré en Star Enterprises el 17 de junio de 1989, mi identificación es MRT-89-06-17.
La clave se repite en mi equipo de trabajo y en los cuatro ángulos que delimitan mi área. Si la abandono para solicitarle informes a mi asesora, Taide Carmona Echenique, debo informárselo al jefe de personal a través del interfono: "MRT-89-06-17 desplazándose a TCE-87-02-16".
Cuesta mucho acostumbrarse a usar en todo momento las contraseñas, pero después se vuelve algo automático. A veces, cuando estoy en mi casa, digo: "MTR-89-17 desplazándose a cocina, azotehuela o adonde vaya".
Mi esposo nunca pronuncia mi nombre: sólo me dice Ma y sin embargo, lo escandaliza que en Star Enterprises me tengan controlada con un sistema tan humillante. Mi hijo Dimitri me desprecia por haber aceptado que en mi trabajo hayan reducido mi individualidad a tres letras y seis números.
Dimitri jura que él nunca admitirá semejante trato. Si tuviera su edad, 18 años, yo diría lo mismo; pero a los 39 cada mañana le agradezco a Dios que mi nombre siga escrito en el organigrama de la empresa.
En Star Enterprises los sueldos son menos que regulares, pero gozamos de algunas prestaciones: chequeo médico bimestral, bonos de transporte y servicio de comedor. Sobre la barra está un letrero: "Un kilo de más: 24 horas menos de vida". Hay un solo menú vegetariano para cada día de la semana y las raciones son idénticas para todas. Vivimos muriéndonos de hambre y el jefe de recursos humanos lo sabe. Para impedir que consigamos porciones extra nos tiene prohibido hablar con las cocineras o hacer amistad con la mayora.
En Star Enterprises nos dan 45 minutos para comer. Durante ese tiempo se nos permite conversar -pero en voz baja y sin movernos de nuestro sitio- y llamarnos unas a otras por nuestros nombres. Estoy tan acostumbrada a ser MRT-89-06-17, que cuando alguna de mis compañeras me dice "Margarita" no me doy cuenta de que es a mí a quien se dirige.
A las 2.57 se escucha en el comedor un timbre musical. Significa que, hayamos terminado o no, debemos levantarnos y llevar los platos desechables a la trituradora. Salimos en fila, ya en completo silencio, y en cuanto nos sentamos ante la mesa de trabajo volvemos a identificarnos por nuestras claves. II
Tuve mi trabajo anterior en la fábrica de juguetes Mi Sueño. Eramos menos de 30 y todas nos conocíamos por nombre y apodo. El jefe de mi turno nunca protestó porque tuviéramos la radio encendida o nos levantáramos a dar unos pasitos de baile.
Mi Sueño era un galerón. Las paredes estaban tapizadas con posters, fotos y recaditos. Al fondo teníamos un altar. Por turno, cada lunes, le ofrendábamos flores a la Virgen de Guadalupe. El 12 de diciembre el patrón nos permitía hacerle su misa y llevarle serenata con mariachis. A las doce de la tarde corríamos a Porki's para comprar lo de nuestra comida anual: carnitas, chicharrón, mixiotes y tortillas -aparte, las cervezas-. A las cinco empezaba el bailongo.
Antes de que me contrataran aquí, me entrevistó el patrón para saber por qué había dejado Mi Sueño. "Quebró", le respondí. Me pidió que le describiera el sistema de la fábrica. Después de que lo hice, dio un golpe en el escritorio: "Con razón fracasó" y enseguida me leyó la cartilla.
El no autoriza nada que nos distraiga. Está prohibido meter radios o decorar los módulos con objetos personales. Últimamente las de nuevo ingreso han protestado contra esas medidas. ƑCómo se entera el jefe de personal? No lo sé, pero de inmediato nos reúne para hablarnos de lo que sea -por ejemplo, nuevos métodos para producir pesticidas- y acaba explicándonos por qué son negativos los objetos personales en las áreas de trabajo:
"Mujeres, al fin, es lógico que si ven el retrato de sus padres, del marido, de los hijos, se pongan a pensar en ellos. En ese momento, el impulso que deberían dirigir a la productividad escapa hacia el ámbito doméstico. ƑQué significa eso para Star Enterprises? šPérdidas! Lo único que no queremos".
He oído tantas veces el discurso que me lo sé de memoria. Cuando noto que al jefe de personal se atora en su exposición, me dan ganas de ayudarlo diciéndole la palabra que no recuerda. Me contengo porque está prohibido interrumpir a los superiores. Olvidar ese principio se considera falta grave.
Aquí la disciplina es muy rígida. A cambio de eso, gozamos de ciertas deferencias. Cuando cumplimos años de antigüedad en la empresa nos lo celebran dejando sobre nuestro escritorio una rosa, una tarjeta firmada por los ejecutivos y un vale canjeable por un pastel a la hora de salida.
La mañana que recibí mi primera rosa creí soñar, quizá porque desde que me casé nunca habían vuelto a regalarme flores. Mi alegría duró muy poco. En el comedor Taide me explicó que en Star Enterprises festejan nuestro segundo año con dos rosas, el tercero con tres y así, hasta que nos obsequian un ramo completo. "ƑQué tan grande?", pregunté. Oí risas, advertí miraditas y al fin la respuesta de Taide: "Mucho, lástima que junto con las flores te entreguen tu liquidación y una carta de renuncia para que la firmes".
A estas alturas ya he visto varios ramos sobre los escritorios de las compañeras que pronto serán despedidas. Entiendo su angustia y me pregunto qué sentiré el día que me vea en las mismas circunstancias. No tengo respuesta, pero a veces sueño que estoy viva en mi ataúd y oigo caer un ramo de flores sobre mi tumba.
La ceremonia de despedida es muy impresionante: con el jefe de personal a la cabeza, todas seguimos hasta la puerta a la trabajadora que se va. Antes de que abandone el edificio, la rodeamos para que vea cómo desaparece su nombre en el organigrama. Luego formamos una valla y, mientras la compañera camina hacia la salida, entonamos a coro su nombre. IV
Es inútil resistirse a la liquidación. En nuestro contrato hay una cláusula que nos compromete a aceptarla incondicionalmente en cuanto el jefe lo decida. Casi todas llegamos aquí después de meses o años de no tener empleo. Ansiosas de que nos contraten, no leemos la cláusula o si lo hacemos no le damos importancia: creemos que a nosotras nunca nos despedirán.
Desde que trabajo en Star Enterprises sólo Marina Alcántara Vallejo -MAV-86-05-11- se resistió al despido. Cuando vio que su nombre desaparecía del organigrama, pidió a gritos otra oportunidad. El jefe de personal levantó el brazo para que empezáramos a corear el nombre de Marina. Estábamos conscientes de que debíamos obedecer, pero a ninguna nos salió la voz.
En medio del silencio, Marina caminó hasta la puerta. Se detuvo un momento a mirar la calle y, como si fuera una recién casada y nosotras sus damas, nos arrojó el ramo de rosas gritando: "šSuerte, chicas!"
Sentí alivio cuando Marina se alejó, pero segundos después escuchamos un grito y el chirrido de un autobús que no pudo frenar... MAV-86-05-11: šdescansa en paz!
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