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20 de septiembre de 2004
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GARROTES Y ZANAHORIAS

LA ALCANCIA ROTA

Un centavo ahorrado hoy puede convertirse en un peso gastado mañana, sobre todo si esos centavos constituyen un ingreso del que no se disponía al hacer los planes. Esta lección de la sabiduría popular no es, sin embargo, uno de los flancos fuertes de la administración pública.

En noviembre de 2000, cuando faltaban dos semanas para que concluyera el gobierno de Ernesto Zedillo, la Secretaría de Hacienda anunció la constitución de un fondo para depositar ­y usar en épocas de vacas flacas­ los excedentes obtenidos por la exportación de petróleo. La medida se tomó luego de dos años en que el gasto público presupuestado debió ajustarse a la baja por la caída en el ingreso derivado de la venta de crudo. No se olvide que estos recursos siguen constituyendo una tercera parte de los ingresos fiscales del gobierno, es decir, que las finanzas públicas están petrolizadas.

De esa forma se buscaba crear un sistema institucional que diera algún tipo de certidumbre a los mecanismos de financiamiento de los planes y programas públicos, siempre sujetos a una restricción presupuestal. La idea era bastante lógica y sencilla como medida esencial de previsión derivada de la fuerte dependencia del petróleo: si un año el precio promedio de venta del crudo superaba la cotización de referencia empleada en la elaboración del presupuesto, esos recursos se ahorraban, y en el futuro podrían ser empleados para compensar en caso de una merma derivada de las condiciones adversas del mercado internacional de hidrocarburos.

Esta no era idea original de los administradores mexicanos. El fondo de estabilización del mercado petrolero, como lo llamó Hacienda, reflejaba en su concepción un mecanismo similar que existe en Chile desde hace años para manejar los ingresos de las ventas de cobre. Como en el caso chileno, el gobierno mexicano trató que una reducción en los ingresos fiscales ocasionada por cuestiones externas no se convirtiera en un factor de riesgo de las finanzas públicas.

Siempre se habló de garantizar la existencia de recursos para proyectos en marcha; han transcurrido cuatro años desde que se planteó crear este fondo de contingencia. Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el gobierno del presidente Vicente Fox ha empleado unos 65 mil millones de pesos de ingresos extraordinarios obtenidos por la exportación de petróleo, incluyendo el periodo en que el crudo se ha cotizado a precios muy elevados, para compensar caídas en la recaudación y financiar un mayor gasto administrativo. Según el FMI, sólo 3 mil 500 millones de pesos fueron abonados al fondo de estabilización petrolera. Así, no se usaron los excedentes derivados de la exportación de petróleo para corregir lo que ese organismo llama "fallas estructurales" de las finanzas públicas.

Una de esas fallas es el muy reducido nivel de recaudación vía impuestos que logra hacer el gobierno, que actualmente no llega siquiera a 10 por ciento del producto interno bruto. Esta cifra es, sin duda, muy baja para un país del nivel del desarrollo económico de México. Más que falla estructural esa circunstancia propicia la fragilidad crónica de las finanzas gubernamentales, aun en el marco de un reducido déficit fiscal.

"En la práctica, los mayores ingresos por la exportación de petróleo se han continuado usando para compensar la caída de la captación de otros tributos, como se hacía (en el anterior gobierno) antes de la creación del fondo de estabilización petrolero", añade el FMI.

No se anticipa que la situación cambie. Se prevé que en 2004 el gobierno federal tendrá recursos adicionales por 109 mil 500 millones de pesos, derivados fundamentalmente de los mayores ingresos a lo esperado por exportación de petróleo.

Desde hace semanas se ha desatado una disputa entre gobernadores, Hacienda e instancias del Congreso para determinar el destino de los recursos extraordinarios captados por esa fuente. En la mayoría de casos las propuestas están orientadas a cubrir necesidades de corto plazo, aunque sin duda atendibles. Pero, de tal forma, la riqueza generada por el petróleo se usa para tapar los hoyos creados por una estructura fiscal deficiente y, sobre todo, con una fuerte carencia de recursos derivados de un mayor nivel de actividad económica y castigada, además, por la creciente informalidad en la que está una parte cada vez más grande de la población. El reconocimiento de la debilidad de las finanzas públicas se sigue trasladando al mañana a un costo cada vez más elevado. Y se sabe que el futuro finalmente nos alcanza § 

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