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LA DEUDA COMO CAPITAL POLITICO
20 de septiembre de 2004

Argentina ha sido capaz hasta ahora de dilatar el cumplimiento de las demandas de los bancos comerciales y enfrentarse a las medidas ortodoxas impuestas por el FMI. La moratoria declarada por Buenos Aires es hoy un arma disuasiva que pone al país en posición de fuerza frente a sus acreedores generando una posibilidad de crecimiento económico.

Paulo Braga, Buenos Aires

Parrece paradoja, pero la falta de pago de la deuda argentina (el default) gestada a partir de la crisis económica, política y social más grande de la historia de Argentina que estalló a principios de esta década, es hoy un arma que pone al país en posición de fuerza en la negociación con los organismos financieros internacionales. El gobierno ha entendido que tras entrar en cesación de pagos de la deuda por casi 100 mil millones de dólares la situación podría empeorar muy poco respecto a donde se había llegado. El país ha logrado usar su debilidad como elemento de fuerza, aprovechando la responsabilidad que los organismos multilaterales han aceptado por la crisis y mostrándose, así, como modelo a seguir por otras naciones.

rodrato b&nP7Los críticos dicen que la agresividad de las autoridades argentinas durará poco, pues el país tuvo suerte de beneficiarse de altos precios internacionales de los bienes primarios que exporta (los commodities) y de tasas de interés bajas. Señalan que la economía empieza a resentir la escasez de inversiones externas, que se dilatan mientras no se despeje la situación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y los acreedores privados.

Pero es innegable que mientras México y Brasil cumplen de modo puntual las recetas ortodoxas en la conducción de sus economías, Argentina ha sido hasta ahora capaz de dilatar el cumplimiento de demandas del FMI y limitar la porción de su superávit primario (es decir, la diferencia entre los ingresos y el gasto público antes del pago de intereses de la deuda) destinado a pagar deuda. Pudo, además, desmentir con vigorosa recuperación las previsiones de quienes creían que sin un arreglo rápido y al gusto del mercado financiero el país no sobreviviría.

Al mismo tiempo, el peronismo representado por el presidente Néstor Kirchner demostró una vez más su infinita capacidad de transformación y pasó a utilizar el conflicto con los organismos internacionales como capital político. Tras una década de metamorfosis neoliberal, con el presidente Carlos Menem a la cabeza, Kirchner utiliza ahora un tono duro contra el FMI, consciente del impacto que el final de la novela argentina tendrá sobre las relaciones del organismo con otros países.

"En la relación con el fondo Argentina tiene hoy un grado mucho mayor de libertad que los países de buen comportamiento", señala el politólogo Sergio Berensztein, de la Universidad Torcuato di Tella, en Buenos Aires. "Como todavía nadie evalúa las consecuencias a mediano y largo plazos de la crisis y de la mala reputación que está generando la restructuración, el gobierno gana más apareciendo como negociador fuerte y duro frente a los acreedores", agregó Berensztein.

Mientras el fondo presiona al país para que mejore la oferta de pago a los tenedores de bonos de la deuda privada, en moratoria desde diciembre de 2001, el gobierno insiste en destinar un techo de 3 por ciento del PIB para pagar lo que debe y demanda una quita de casi 75 por ciento del valor presente de los papeles, un descuento sin precedentes en restructuraciones de la deuda de países en desarrollo. La presión por mejores términos fue hecha en Buenos Aires por el director gerente del FMI, Rodrigo Rato, a fines de agosto.

Argentina suspendió a principios de ese mes las negociaciones para la tercera revisión de su acuerdo stand by con el FMI, aduciendo que el proceso no podría conducirse simultáneamente al canje de la deuda. Mientras sigue pagando sus obligaciones con el fondo, solicitó la postergación de deudas que suman mil millones de dólares y tendrían que cancelarse hasta fines de este año.

Desde la visita de Rato, marcada por protestas de grupos de izquierda que exigen romper con el organismo, las autoridades reditaron la retórica de antagonismo contra el fondo.

"Seguiremos convocando a los argentinos, sin discriminación, con toda la grandeza que necesitamos. Pero esto no significa convocarlos a acuerdos vergonzosos y a espaldas del pueblo", dijo Kirchner el pasado 9 de septiembre en el municipio de La Matanza, uno de los más pobres del Gran Buenos Aires. "¿Qué quieren que haga cuando me vienen a apurar los organismos multilaterales? ¿Me puedo dejar atropellar o defiendo la dignidad de los argentinos? Puedo jugar a ser blando o simpático, pero sé que cada paso atrás que doy condeno al hambre a millones de argentinos."

argentina protesta 4La expectativa a corto plazo es de tensión creciente en la búsqueda de un equilibrio aceptable para ambos lados. Argentina amenazó tres veces con entrar en default con el fondo y logró que su directorio se dividiera cuando los países del G-7 discordaron en el análisis de la segunda revisión del acuerdo por falta de avance en el diálogo con los acreedores.

De manera reservada se admite en Washington que el peor escenario posible sería un default de Argentina con la institución, por el impacto que eso pudiera tener en la relación del fondo con otros países tentados a dejar su "buen comportamiento".

"Argentina puede ser un caso de referencia para negociar con el fondo", considera Abraham Gra, profesor de Economía de la Universidad de Buenos Aires y uno de los promotores del Plan Fénix. Este fue un programa económico elaborado por intelectuales vinculados a dicha institución pública y pionero en cuestionar la convertibilidad y la ortodoxia de Domingo Cavallo, ministro de Hacienda del menemismo. Gra cree que el ejemplo argentino puede "abrir espacios para determinar las responsabilidades del FMI, que tiene expertos de tal jerarquía que podrían saber lo que nosotros sabíamos. En vez de arreglar la situación, la empeoraron". Afirma que "los bancos acreedores de la deuda, que han engañado a sus clientes" deben pagar por sus errores.

El economista, cuyas ideas tienen buena acogida entre funcionarios de la gestión de Kirchner, va más allá: considera que el proceso de recuperación posdefault demostró que la viabilidad económica de Argentina no está condicionada a su regreso a los mercados de capitales, algo imposible sin una renegociación exitosa de la deuda. "Hay un ahorro interno importante. Pero hay que vigilar que no se fugue." Según Gra, la solución es "limitar la salida de capitales, por las buenas o por las malas", para fomentar inversiones en el mercado interno.

Berensztein no cree en un desenlace tan extremado. Afirma que el desafío es hallar una solución intermedia. No van a permitir "que Argentina se salga con la suya y el default sea visto como salida razonable o menos mala de lo que hizo Brasil", pero tampoco interesa una salida que "genere tal carga financiera futura que el país esté obligado a dejar de pagar otra vez en el corto plazo" §

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