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A LA DERIVA EN EL MAR DE PETROLEO
13 de septiembre de 2004

Caso de antología. México es un país que logró transformar la gran riqueza petrolera descubierta a inicio de los años 80 en una enorme deuda externa. En el fondo, son pocas las cosas que han cambiado desde entonces en esa industria. Si un nuevo auge petrolero se perfila a partir de que los nuevos yacimientos en el Golfo de México sean rentables, los beneficios no están a la vuelta de la esquina.

Ronald Buchanan

El último director general de Petróleos Mexicanos (Pemex) está en la sombra. El jefe del sindicato petrolero ha sido acusado de corrupción multimillonaria pero es alabado en actos públicos por altos funcionarios del gobierno. Y los políticos hablan de la necesidad de "despetrolizar" las finanzas públicas. El año es 1984, pero bien podría ser 2004. Hay cosas que no cambian en la vida petrolera del país.

Otras sí. Pemex ya es mucho menos una empresa operadora de la industria petrolera; cada vez se convierte más en una administradora de las riquezas del subsuelo.

Tal vez ya sea tiempo de cambiar la heroica imagen de la Fuente de Petróleos en la ciudad de México por algo más prosaico. En vez de los trabajadores luchando para perforar un pozo, la nueva fuente podría representar a un burócrata batallando con su hoja de cálculo, mientras otro consulta la terminal de Bloomberg para ver los recientes rendimientos de los bonos en Francfort, y un tercero revisa la letra chiquita del último contrato de servicios múltiples. Por supuesto que haría falta una cuarta figura para completar el escenario: un contralor interno filmando a los demás para asegurar que no hagan trampa.

Hace 20 años Mario Ramón Beteta era director general de lo que fue denominado "Nuevo Pemex", conforme a la consigna de la renovación moral del presidente Miguel de la Madrid. Su antecesor, Jorge Díaz Serrano, gestor del auge petrolero, iba rumbo a la cárcel. Hoy día, Rogelio Montemayor más bien parece ir rumbo a una buena comida en un restaurante de moda en Polanco, ya que parecen ínfimas las posibilidades legales de que quede tras las rejas.

4fotosLo mismo se puede decir de Carlos Romero Deschamps, líder del sindicato petrolero y coacusado con Montemayor en el Pemexgate. Más bien, el presidente Vicente Fox y el director general de Pemex, Raúl Muñoz Leos, se deshacen en elogios cada vez que comparten un templete con él. Lo mismo hacía De la Madrid con Joaquín Hernández Galicia, La Quina, hace 20 años, a pesar de que su gobierno pugnaba tras bambalinas para remplazar a un hombre cuya fama daba más que pena a una administración que luchaba por ganar la simpatía del mundo de las finanzas.

Sin embargo, los pocos que se atrevieron a retar al "guía espiritual" del sindicato petrolero murieron en lamentables accidentes. Después de todo, las cantinas y las carreteras de México son de alto peligro. Cuando La Quina aparecía en actos con De la Madrid, llevaba una escolta más grande y mejor pertrechada que la del presidente. También llevaba más porras, y entre los porristas más vociferantes se encontraba el joven Romero Deschamps. Curiosamente, hoy día él mismo trata de borrar la imagen de La Quina de la memoria colectiva del sindicato; así como Stalin ­cuando nadie ni soñaba con el Photoshop­ mandó borrar a Trotsky de las fotos oficiales de la Revolución soviética.

El visitante a las oficinas del sindicato petrolero en la colonia Guerrero de la ciudad de México buscará en vano "Hernández Galicia" en la tabla donde resaltan en letras doradas los nombres de supuestamente todos los que han sido sus líderes. Ya en el ocaso de sus años, y después de que su poder y su libertad le fueron arrebatados por el "quinazo" de Carlos Salinas, todavía muchos petroleros se acuerdan de La Quina con nostalgia. Aunque el origen de los fondos que le daba vida era más que cuestionable, su obra social benefició a muchos.

También entre los viejos ingenieros de la paraestatal hay nostalgia por los tiempos de Díaz Serrano. A diferencia de los otros directores generales que han pasado por el penthouse de la Torre de Pemex ­calificada por Manuel Buendía como "monumento a las ambiciones faraónicas de la burocracia mexicana"­, Díaz Serrano sí era petrolero y sí hizo grande a la empresa. Lástima que el "mar de petróleo" en que dijo que el país estaba asentado resultó ser menos profundo que el océano de deuda en que se ahogó.

La mayoría de los demás ex directores, como Beteta y Montemayor, han sido políticos, sin conocimientos técnicos ni visión empresarial. Adrián Lajous, director general durante la mayor parte del sexenio de Ernesto Zedillo, era una excepción importante. Hasta la fecha, Lajous ha sido el único director nombrado desde dentro de las filas de la empresa. Pero, aunque se ponía su casco cada 18 de marzo, no era lo que los viejos ingenieros llamarían un petrolero. Economista de profesión, era lo que en los países de habla inglesa se llama bean-counter (cuenta frijoles), más interesado en los libros de contabilidad que en las actividades productivas de la empresa.

Lajous dejó a la empresa con atrasos en muchas áreas. Se descuidó la exploración a pesar de una merma importante en las reservas, la petroquímica entró en plena decadencia, y se rezagaron notoriamente las obras de reconfiguración de las refinerías. Pero Lajous puso las finanzas de la empresa sobre bases sólidas. Los críticos más fuertes de Lajous provenían de las filas de la izquierda.

Pardójicamente, su visión no distaba mucho de la de ellos, por lo menos en un aspecto. Considerando que su misión primordial era la defensa del patrimonio de la empresa y, por ende, de la nación, promovía las actividades más rentables ­como la exportación de crudo­ a expensas de las demás. La tendencia pudo haberse revertido ­como todavía puede serlo ahora­ por una reforma fiscal que permitiera a la empresa alentar la exploración, refinación y la petroquímica. Pero para eso se habría necesitado, y todavía se necesita, voluntad e interés en la industria ­más alla de la mera retórica­ que la clase política nunca ha mostrado.

Siguiendo la lógica de Lajous, cada vez más se empleaban contratistas que resultaban más baratos, y la petroquímica decayó en gran parte por la política de "precios de mercado" de sus materias primas, impuesta por las autoridades hacendarias en un país donde no existe mercado por el monopolio de Pemex.

Lajous pasó la estafeta a Montemayor, quien por supuesto dejó caer la industria por tanto fijarse en una meta política. La rescató Muñoz Leos, un empresario con muy buenas referencias en la industria química internacional. Muñoz Leos, sin embargo, tiene las manos atadas. Todos los partidos políticos se han pronunciado en favor de una reforma fiscal que daría más autonomía de gestión a Pemex; pero no la concretan. Y, como herencia amarga de la corrupción del pasado, cada iniciativa tiene que ser vigilada por una tramitología que otras empresas del sector ni se imaginarían.

Hasta aquí la administración actual de Pemex ­poniendo de un lado la controversia acerca de los contratos de servicios múltiples­ ha sacado buenas notas. La actividad exploratoria ha aumentado notablemente, aunque dista mucho todavía de ser suficiente para compensar el paulatino agotamiento de las reservas de crudo. La producción ha llegado a un nivel histórico de 3.4 millones de barriles al día (hace 20 años era de 2.7 millones). La de gas está en 4.5 miles de millones de pies cúbicos al día (hace 20 años estuvo en 3.7 miles de millones), pero aún no llega a los casi 4.8 miles de millones de 1999. El declive en la producción de petroquímicos se revirtió el año pasado cuando se fabricaron 10.3 millones de toneladas (10.9 millones en 1984) y este año se espera que se ubique entre 11 y 12 millones.

Aun así persisten grandes incertidumbres, algunas de índole legal, otras técnicas. Los resultados de los estudios sísmicos en aguas profundas del Golfo han levantado muchos ánimos. Pero comprobar, y luego comenzar a explotar los 54 mil millones de barriles que las cifras preliminares indican, requieren de cantidades de dinero y tecnología de las que Pemex no dispone. Y aunque se reformaran las leyes para permitir la entrada de empresas extranjeras ­lo cual parece poco probable en el actual clima político­ tampoco rendirían frutos hasta dentro de por lo menos cinco años. Si un nuevo auge petrolero se perfila, no se encuentra a la vuelta de la esquina. Lo demás son sueños guajiros  § 

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