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20 AÑOS EN NUMEROS 13 de septiembre de 2004
DOS DECADAS DE EVOLUCION ECONOMICA

En los últimos 20 años se advierte un cambio significativo en el ritmo de crecimiento de la actividad productiva en la economía mexicana. En el periodo de 1961 a 1981 la tasa promedio anual de crecimiento del producto interno bruto (PIB) fue de 6.5 por ciento. Entre 1982 y 2003 dicha tasa promedio fue tan sólo de 2.2 por ciento. Esta circunstancia cuestiona el patrón de desarrollo vigente.
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El producto por habitante, que suele tomarse como referente aproximado al nivel de bienestar de una sociedad, se ha mantenido estancado en las dos décadas recientes; creció apenas en promedio anual 0.9 por ciento. En el marco de una muy desigual distribución del ingreso este indicador apunta a un deterioro significativo de los niveles de vida de la mayor parte de la población.
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La población mexicana  aumentó en 27.5 millones de habitantes desde 1985. Con ello, sigue habiendo fuerte presión sobre la dotación de servicios básicos y el mercado de trabajo. Se ha iniciado ya la transición demográfica, que representa un desafío para la política económica en términos del sustento de la expansión productiva de largo plazo con mayores niveles de empleo e ingresos.
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Luego de un periodo  altamente inflacionario entre 1984 y 1990, el proceso de ajuste y estabilización redujo la tasa de crecimiento de los precios hasta 7.5 por ciento en 1994. Esto duró poco, pues la crisis de 1995 hizo repuntar la inflación a más de 52 por ciento. Progresivamente la estabilidad de los precios se ha convertido en el objetivo central de la política económica. Pero, aun siendo condición necesaria, ésta es insuficiente para alentar la recuperación sostenida del producto.
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Desde diciembre de 1980  a julio de 2004, se acumuló una tasa de inflación de 88 mil 750 por ciento. Para tener idea de lo que esto significa puede señalarse que en el caso de las tortillas el aumento de los precios en ese periodo superó 131 mil por ciento; el huevo 51 mil 800 por ciento; los refrescos 107 mil por ciento; el gas doméstico 321 mil por ciento; el cine 134 mil por ciento. En ese periodo, el salario mínimo nominal se incrementó 3 mil 900 por ciento.
El peso ha sufrido  fuertes embates en su valor frente al dólar. Tomando la cotización a precios actuales, pasó de 1.25 centavos en 1975 a 11.37 pesos por dólar en la actualidad. Esto puede verse alternativamente partiendo del valor nominal que tenía en el primero de esos años, que era de 12.50 pesos por dólar al valor actual que debería ser de 11 mil 370 pesos, si no se hubiesen eliminado tres ceros del valor de la moneda con la reforma monetaria de 1993. La variación registrada en este lapso equivale a una depreciación de casi 91 mil por ciento.




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La tasa de interés ha respondido también a la política de estabilización. En 1987, los rendimientos de los Certificados de la Tesorería de la Federación (Cetes) con vencimiento de 28 días llegaron a 122 por ciento; en 2003 la tasa fue de 6.1 por ciento. Pese a que esta tasa de referencia para el sistema de crédito bancario se ha reducido, no se ha consolidado otro modo de financiamiento de la actividad productiva de las empresas que revitalice la inversión y la dinámica del mercado interno.
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Una de las expresiones más claras de la reducción en la capacidad de crecimiento que afecta a la economía es el hecho de que la parte que representa el gasto de inversión en el conjunto del PIB haya caído a un nivel histórico sumamente bajo en 1995 de apenas 15.9 por ciento, y que desde entonces se haya recuperado sólo de manera marginal para representar en 2002 (último dato disponible) una cifra similar a la que tenía hace 10 años, equivalente a 21 por ciento del PIB. De la misma manera, la proporción del ahorro en el producto es muy reducida, de apenas 8.8 por ciento, un nivel parecido al de 1988. Sin una recuperación decisiva del gasto en inversión sólo podrá seguirse posponiendo un nuevo periodo de crecimiento; lo que hará del fuerte costo del ajuste fiscal y de la estabilidad monetaria una victoria pírrica.
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Uno de los cambios más significativos del patrón de funcionamiento de la economía ha sido su nueva vocación exportadora, producto de las políticas de apertura y de integración en el mercado de América del Norte. A fines de 1984, el valor de las exportaciones era de 29 mil millones de dólares. A diciembre de 2003 había llegado a casi 165 mil millones de dólares. El contenido importado de las exportaciones es muy elevado, lo que indica la poca capacidad de generar valor que tiene ahora la economía nacional. Así, las importaciones pasaron, en el mismo lapso, de 16 mil millones de dólares a más de 170 mil millones§
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ESTAMOS CON EL EDIFICIO ENCIMA

Charla con Jesús Silva-Herzog Flores, secretario de Hacienda entre 1982 y 1986, durante los gobiernos de José López Portillo y Miguel de la Madrid.

 

­¿Qué evaluación general puede hacerse del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN)?

­Fue una decisión audaz, era momento de hacer a un lado el proteccionismo, que había cumplido un papel importante en el desarrollo. Pero tiene luces y sombras. Los sectores afines a la exportación se beneficiaron y aquellos ligados al mercado interno salieron lesionados.

­¿Y acerca de las privatizaciones?

­El proceso de privatización de empresas públicas en los años 80 y principios de los 90 no tuvo tintes ideológicos, buscamos que el gobierno vendiera todo aquello en lo que era mal administrador.

­Pero hubo errores...

­La banca, por ejemplo, se vendió a quien ofreció más dinero aun sin demostrar su experiencia en ese negocio que es en buena medida un bien público. Ese fue un elemento, sin duda, de la crisis de 1995. Fue parte del predominio de un dogma: se aceptó que toda reducción del Estado era positiva, se dio prioridad al mercado. La estabilidad de los precios se convirtió en el objetivo central de la política económica.

­En el gobierno afirman que sin estabilidad no hay crecimiento y para ello es importante controlar la inflación.

­Ese es el dogma. La estabilidad es importante, pero es un medio no un fin.

­Son siete años de estabilidad, pero sin crecimiento, ¿cuánto resistirá así la economía?

­Estamos en un momento en que si no recuperamos como objetivo central el estímulo al crecimiento productivo, lo que implica un grado mayor de intervención del Estado, ¡un grado mayor de intervención del Estado!, el país puede encaminarse a problemas mayores.

­¿Cómo intervendría el Estado?

­En primer lugar, tratando de incrementar su ingreso; en segundo, reduciendo el gasto corriente, y en tercero, orientando el gasto a la inversión y al desarrollo.

­¿Cuál es el balance de la gestión de Ernesto Zedillo?

­El error de diciembre fue también un error de noviembre, de octubre y de septiembre. Las condiciones económicas de 1994 eran adversas y la política económica se mantuvo sin cambios que la adecuaran. Zedillo debió devaluar el primero de diciembre de 1994, en cambio anunció un programa económico que era un sueño guajiro y la devaluación fue más estrepitosa.

­¿Y de la de Vicente Fox?

­Llevamos tres años sin crecimiento. Con estabilidad de precios, lo que es un activo, pero sin crecimiento y con incrementos de desocupación que son alarmantes.

­¿Son dos décadas perdidas para el país?

­Hay logros. Se modificó la orientación económica, pero sigue dominando el dogma. El déficit en 2005 será de 0.1 por ciento cuando en Estados Unidos es 5 por ciento, en Japón de 8, y Francia y Alemania han excedido el tope fijado por el Tratado de Maastricht. ¿Qué puede hacer México, una economía emergente, pobre, subdesarrollado, con 0.1 por ciento de déficit?

­¿Qué cambió entre 1982 y 2004?

­Mucho. En 1982 el edificio se nos vino encima, se perdió la credibilidad en la política monetaria, en la fiscal y en el marco de las instituciones. Algo similar podría estar gestándose ahora.

­¿El modelo económico es el correcto?

­Se han ido cada vez más por el dogma. Prefirieron la estabilidad y se olvidaron del crecimiento. No hay que echarle la culpa al modelo, sino a su instrumentación§

José González Méndez


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